Usted está aquí: martes 29 de julio de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ El gato de Cheshire y la urgencia calderonista

Preguntó Alicia al gato de Cheshire: “¿podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?” El minino le contestó: “eso depende en gran parte del sitio al que quieras llegar”…; “no me importa mucho el sitio”, respondió la niña, por lo que el felino reviró: “entonces tampoco importa mucho el camino que tomes…”, “siempre que llegue a alguna parte”, resumió la infanta, y el gato la tranquilizó: “¡oh!, siempre llegarás a alguna parte, si caminas lo suficiente”.

Lewis Carroll no avala la “reforma” petrolera del inquilino de Los Pinos; tampoco la priísta, ni la consulta ciudadana, pero sí contribuye para sintetizar cuál es la urgencia del calderonismo por concluir la kilométrica cadena de errores, vaivenes, galimatías, resbalones, contradicciones y conexos construida a lo largo de los casi siete meses que lleva en la palestra el asunto de la iniciativa (primero energética, después de Pemex y a estas alturas la que sea) que el michoacano finalmente sí presentó a la Cámara de Senadores en abril pasado, contrariando su afirmación previa, en sentido de que sería el “sistema PAN” el que procedería en tal sentido.

Quince meses atrás, una (en ese entonces) serena secretaria de Energía plácidamente declaraba que era preferible primero consensuar con los partidos políticos una “reforma” al sector energético, que presentar por la libre una iniciativa gubernamental para su posterior guiso en el Congreso. En los hechos, el gobierno federal procedió en estricto sentido contrario, y el consenso, como siempre, brilló por su ausencia.

Desde el arranque de este recesivo 2008 la norma panista fue resbalar, comenzando por el carismático “líder” panista, Germán Martínez, quien en la siempre bella isla de Cozumel declaró que “el Partido Acción Nacional no tiene prisa en una reforma energética; nosotros no tenemos prisa, estamos analizando toda la situación; no hemos descartado ni una reforma constitucional, ni la participación de capital privado”, para poco después negar cualquier de estas dos posibilidades, aunque en la iniciativa que finalmente sí presentó el inquilino de Los Pinos se diga exactamente lo contrario, y reconocer que, en efecto, sí lleva prisa, y mucha, aunque sea para salir del atolladero.

La otrora serena señora Kessel informó el pasado 14 de febrero que la “reforma energética” calderonista estaría “lista” a finales de marzo, pero más tardó la secretaria de Energía en decirlo que el zombi de Bucareli en desmentirla: “no hay fecha concreta; estamos trabajando en ello”, detalló el Señor de los Contratos, quien unos días atrás aseguró que “el proyecto que impulsará el gobierno federal está en etapa de diagnóstico y aún no se determina si el Ejecutivo enviará alguna iniciativa o se basarán en otras que (los partidos políticos) han presentado en el Congreso. Se está elaborando un diagnóstico, y cuando concluya revisaremos si es necesario que el Ejecutivo envíe una nueva iniciativa de reforma energética, o si se tomará en cuenta alguna de las propuestas ya presentadas” en el Legislativo.

Pero no se amilanó la ex directora de la Casa de Moneda, porque insistió e insistió, y al final de cuentas erró la fecha por sólo ocho días, los mismos transcurridos de abril cuando se apersonó en la vieja casona de Xicoténcatl para entregar la propuesta calderonista de “reforma”, ante la notoria ausencia del en ese entonces coordinador de la bancada blanquiazul en el Senado de la República, Santiago Creel, el personaje que unos días atrás aseguraba que esa misma iniciativa la presentaría el “sistema PAN” –no el inquilino de Los Pinos–, porque se trataba, dijo, “de una propuesta elaborada por diputados, senadores y opiniones del gobierno”.

Y a finales de marzo, entre resbalones y galimatías, resultó que ya no era una propuesta energética, mucho menos una iniciativa de “reforma”, sino un “detallado diagnóstico técnico” sobre lo que el gobierno de la “continuidad” bautizó como “la realidad de Petróleos Mexicanos”, la cual justificaba, según ellos, la necesidad de “hacerse acompañar” (Reyes Heroles G.G. dixit) del capital privado, o lo que es lo mismo “complementarse con inversiones de terceros”, para evitar que el barco petrolero zozobrara. Al mismo tiempo, los calderonistas dejaban en claro –así lo calificaron– que ya no sería el “sistema PAN” (partido blanquiazul, diputados y senadores de la casa, más las “opiniones del gobierno”) el que presentaría la iniciativa de “reforma”, sino “la sociedad” (la misma que luego de anunciarse la realización de una consulta ciudadana sobre el particular fue por ellos mismos descalificada para pronunciarse, “porque no entiende ni sabe de qué se trata”), pues los blanquiazules “no pagaremos el costo político” (Creel dixit), de tal suerte que “los cambios que habrán de realizarse” serían producto de “un amplio debate de todos los miembros de la sociedad” (ídem).

Ocho días después, en efecto no fue el “sistema PAN” –mucho menos la “sociedad” y ni de lejos resultado de “un amplio debate”–, sino el mismísimo inquilino de Los Pinos (que días atrás lo negó), por medio de la señora Kessel, quien presentó por la libre el engrudo solidificado que dio en llamar iniciativa de “reforma energética”. A partir de ese momento, la secretaria de Energía se limitó a apurar los tiempos de aprobación, previstos para el 30 de abril, el Día del Niño, a más tardar. Vino la toma de tribunas, la movilización, el rechazo a la privatización de la industria petrolera nacional, la consulta ciudadana, el velatorio en el Senado de la República y, ¡sorpresa!, el salvamento tricolor.

En fin, valga el recuento y la generosa aportación de Lewis Carroll para subrayar que a estas alturas el inquilino de Los Pinos, la secretaria de Energía, el “sistema PAN”, los jilgueros oficiales y oficiosos y, en resumidas cuentas, todo aquel que se anotó a favor de la “reforma” calderonista, lo único que desean profundamente y a la brevedad posible es que el gato de Cheshire –con bigotes y sonrisa de Don Beltrone– les indique por dónde está la salida del berenjenal en el que, por la libre, se metieron.

Las rebanadas del pastel

Sobre la entrega del pasado viernes, Gloria Tobón de Garza, de la Asociación de Usuarios del Agua de Saltillo ([email protected]) precisa: “a) la suspensión en el servicio de agua no se da por rezagos de 23 meses, sino de 2 o 3 meses; y b) el aumento total de tarifas de mayo de 2002 a agosto de 2004 no fue de 3 mil 268 por ciento, sino de 32 a 68 por ciento”. Servida.

 
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