Usted está aquí: miércoles 30 de julio de 2008 Cultura América Latina celebra 120 años de las vanguardias en la región

Azul, libro de Rubén Darío, abrió los senderos del modernismo

América Latina celebra 120 años de las vanguardias en la región

Dpa

Santiago de Chile, 29 julio. América Latina festejará este miércoles la libertad de su español, indígena y urbano, de magias y horrores, al recordar los 120 años de Azul, texto del escritor nicaragüense Rubén Darío que abrió los senderos del modernismo y las vanguardias en la región.

Publicado por primera vez el 30 de julio de 1888 en el montañoso puerto chileno de Valparaíso, el libro reinventó las sombras y abismos de una América Latina que aún debatía si era posible gritar libertad en español.

“Darío y Azul instalaron una revolución estética y del lenguaje, que fue a su vez una revolución más amplia, que introdujo lo mestizo y lo coloquial en la literatura”, explicó el escritor chileno Jorge Edwards, premio Cervantes.

Autor fundacional

Azul es quizá la obra más influyente en la historia de la literatura latinoamericana. “Con justa razón, Octavio Paz dijo que Darío es nuestro modernismo”, agregó Edwards.

La obra recopila poemas y cuentos de tenor indígena, universal y fantástico, de la cual derivaron las obras de Macedonio Fernández, Leopoldo Lugones, Pablo Neruda y, en un derrotero más lejano, Roberto Bolaño.

Otros artistas forjaron su identidad rechazando el modernismo, como sucedió con los ultraístas, liderados por Jorge Luis Borges, para quien, quizá, el modernismo no cobijaba el ascetismo literario que él profesaba.

Pero más allá de las polémicas, “Darío es sin duda uno de los autores fundacionales de la identidad latinoamericana”, opinó el poeta Gonzalo Rojas, premio Cervantes 2003.

Una identidad que hoy está diluida por la falta de diálogo, como resintió el poeta brasileño Thiago de Mello, quien cree indispensable que los escritores vuelvan a reconocerse como lo hicieron en los tiempos de las vanguardias, hijas del modernismo, del viaje perpetuo entre tradición y ruptura.

No obstante, más allá de los desafíos actuales que las propias bifurcaciones del modernismo plantean, Azul nació y se universalizó a partir de todas las contradicciones que lo gestaron.

Un título que buscaba la identidad latinoamericana, pero que estaba ligado al romanticismo del francés Victor Hugo, un escritor menospreciado por la aristocracia chilena. Un reconocimiento que recaló sólo cuando la obra fue aplaudida en España por el crítico Juan Valera.

“Usted no imita a ninguno: ni es romántico ni naturalista ni neurótico ni decadente ni simbólico ni parnasiano. Usted lo ha revuelto todo: lo ha puesto a cocer en el alambique de su cerebro y ha sacado de ello una rara quintaesencia”, comentó el letrado, sin saber que veía nacer la voz de un continente.

Una voz cargada de música y erotismo, pero también de sentido social. Una voz que no se detuvo en su búsqueda, sino que la mantuvo siempre, hasta arribar a Prosas profanas y otros poemas, colección donde el erotismo, lo esóterico y lo imaginario copan las páginas.

Por ello, Azul debe develarse como un espejo inicial, un paso primero, de blanca paloma.

 
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