Usted está aquí: martes 5 de agosto de 2008 Economist Intelligence Unit Cunde el descontento en EU

Economist Intelligence Unit

Signos de la crisis

Cunde el descontento en EU

Ampliar la imagen George W. Bush retornó este domingo a la Casa Blanca tras un fin de semana en Kennebunkport, Maine George W. Bush retornó este domingo a la Casa Blanca tras un fin de semana en Kennebunkport, Maine Foto: Ap

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Joel y Jackie Brende difieren en mucho. Joel es republicano y está emocionado sólo por haber saludado de mano a John McCain en Kansas City, Misuri. Ella es demócrata, apoya a Barack Obama porque, piensa, es “tiempo de un cambio”. Pero ambos están de acuerdo en que la estrella de Estados Unidos (EU) se desvanece.

“De jóvenes éramos muy optimistas. Pensábamos que las cosas mejorarían año con año”, dice ella. Pero ahora “la burbuja ha reventado. Pienso que mi generación [será] la última en ver un gran EU”. Su marido está de acuerdo. Le preocupa que la calidad disminuya en las escuelas. A los jóvenes les es más difícil tener éxito. “Hemos sido demasiado ambiciosos y esto nos ha alcanzado”, dice Jackie. Ella espera que Obama sea capaz de hacer algo respecto del malestar nacional, pero teme que “sea demasiado tarde. La suerte está echada”.

Sin embargo, respecto de su propia vida, los Brende son más optimistas. “Económicamente, estamos bien”, dice la señora. Ella es cronista de viajes; su marido es médico. Viven la mitad el año en Misuri y la mitad en México.

Irak, la preocupación

Con independencia de sus filiaciones políticas, los votantes están de un humor terrible este año. Los demócratas están hartos de George Bush. Los republicanos están hartos de los demócratas que controlan el Congreso. Todos están preocupados por Irak, porque piensan que la guerra no debió ocurrir nunca. La violencia reciente en Afganistán es deprimente. La cultura de la guerra divide opiniones: EU se encamina a Gomorra o a la teocracia. La Tierra invadida por fanáticos ambientalistas. Y la economía se tambalea.

Las encuestas expresan una triste realidad. Sólo 29% de estadunidenses aprueban al presidente. Sólo 14% aprueban al Congreso. Y apenas 6% ven de manera positiva la economía. Sin embargo, muchos combinan el desaliento respecto del panorama general con satisfacción personal. Más de 80% manifiesta estar satisfecho con su circunstancia. Aún más están satisfechos con sus empleos. Y, aunque casi todos desprecian al Congreso, a la mayoría les agradan sus representantes.

¿Cómo conciliar estas contradicciones? Algunos responsabilizan a los medios por dar tanto relieve a noticias sombrías. Phil Gramm, ex senador por Texas y consejero de la campaña de McCain, dijo al Washington Times que: “Nos hemos convertido en una nación de plañideras. Sólo se escucha un lloriqueo, quejas por la pérdida de competitividad, EU en declive… Gracias a Dios la economía no está tan mal como dicen los periódicos”.

Tiene razón en parte. En los titulares locales abundan palabras como “fracaso”. Los extranjeros suenan incluso más pesimistas, y es posible detectar un poco de regodeo en su consternación. “La Gran Depresión”, proclamó en abril la primera plana del diario británico The Independent.

Amity Shlaes, autora de una historia de la Gran Depresión, rechaza la comparación. Durante los años 30, señala, “las personas perdieron sus casas aunque sólo debieran 10% del precio de compra. Las personas que pierden hoy sus casas a menudo obtuvieron crédito por más de 90%. Y el índice de desempleo actual, aunque en aumento, es de 5.5%. Durante la Gran Depresión, su punto máximo fue de 25%”.

La mayoría piensa que su país está en recesión. Sin embargo, sostenida por las exportaciones, sólo en un trimestre se contrajo la producción. Gramm sugirió que sus compatriotas sufren una “recesión mental” más que una verdadera. McCain usa como lema de campaña “hablar sin rodeos”, lo cual resulta áspero, pero inteligente. Pero las cifras omiten algo importante: los consumidores encaran una estrechez irritante, así como el golpe simultáneo del alza de precios, crédito escaso y malos salarios. Los candidatos escuchan votantes que se quejan. Y ya que ninguno de los dos es tonto, ambos hacen muecas tratando de parecer comprensivos.

Los precios de la gasolina, a pesar de su retroceso reciente, afectan a casi todos. Adam Julch, ex estrella del futbol americano colegial y gerente de una firma de transportes en Omaha, Nebraska, se queja de que tuvo que cambiar su pickup por un Honda Civic. “Peso 160 kilos”, dice, “y me siento como en el carrito de un payaso”.

Los altos costos energéticos elevaron la tasa de inflación total a 5%, más alta que la de 1992, cuando los votantes derribaron a George Bush padre. El pago promedio por hora cae. Mientras, el valor de las casas, el mayor activo de muchos, cae a un ritmo que supera lo que se presenció, sí, durante la Gran Depresión. El índice de precios inmobiliarios de S&P/Case-Shiller está 16% por abajo de su pico y, a juzgar por el exceso de casas por vender, seguirá descendiendo. La deflación de activos, acoplada con la inflación de precios al consumidor, es una poderosa receta para provocar el descontento político.

En Virginia, por ejemplo, los precios de las casas cayeron 31% anual de mayo a mayo. En los años de auge, los prestamistas ofrecieron hipotecas a personas sin enganche ni comprobante de ingresos, lamenta un agente inmobiliario local. Cuando estos deudores perdieron sus empleos, muchos simplemente abandonaron sus casas.

En los vecindarios más golpeados, como Dale City, en Prince William County, Virginia, los avisos de remate están por todas partes. “La gente no quiere comprar alrededor porque ve todas estas casas vacías y se pregunta qué está mal en el área”, dice Ed Moore, veterano de la fuerza aérea que apoya a McCain.

Mientras, otros ven una oportunidad en el colapso de Dale City. Jessica Lofiego escudriña el área por una oferta. Durante el auge, dice, las familias normales no podían permitirse un lugar agradable como éste, cercano a Washington DC. Ahora busca una casa de tres dormitorios de la que alguien trate de librarse por 149 mil dólares.

La historia sugiere que la depresión inmobiliaria durará un buen rato. Un estudio del FMI sobre los auges inmobiliarios de la posguerra halló que suelen durar cuatro años e implican una pérdida de 8% de la producción anual. La inflación, mientras, podría reducir su ritmo si los precios de las materias primas se estabilizan. Pero considerando el rápido crecimiento de las materias primas en las economías emergentes, el cambio de los precios subyacentes –los consumidores gastan más de su ingreso en alimentos y combustibles– continuará.

El malestar se deriva del sentimiento de que los individuos se han vuelto más vulnerables a fuerzas más allá de su control. No obstante, el espíritu voluntarioso estadunidense no está muerto. Los trabajadores liquidados encuentran nuevos empleos; la gente busca adaptarse

Pero es difícil adaptarse a ciertos impactos. Los idílicos suburbios de grandes casas y jardines dependían de la gasolina barata. Con los altos precios, muchos de quienes viven en los suburbios suspiran por un regreso a casa más corto después de trabajar. Pero no pueden vender tan fácil sus casas y mudarse a vecindarios más densos, con mejor transporte público. Tampoco está claro que quieran hacerlo. No les queda más que sufrir, y rezar por que bajen los precios de la gasolina.

El costoso sistema de seguridad social agrava otros problemas. Las altas primas del seguro médico deprimen los salarios y propician que algunas empresas dejen de proteger a su personal. Los trabajadores con cobertura médica descendieron de 65% en 2001 a 59% en 2007.

Las encuestas muestran una preocupación sin precedente sobre la distribución del ingreso y la movilidad económica. Gallup halla que casi siete de cada 10 estadunidenses creen que la riqueza debería distribuirse de manera más equitativa, la cifra más alta desde la primera encuesta en 1984. La desigualdad preocupa a las personas por una razón: el ingreso real de los hogares promedio ha disminuido desde 1999, mientras la proporción de la mano de obra en el reparto nacional se ha contraído. La presión sobre la mano de obra podría ser cíclica: entre 1997 y 2001 aumentó la participación de los trabajadores en la renta nacional; ahora está por debajo de la de 1997. Pero la brecha en ingresos entre los mejor capacitados y los demás se ha ensanchado desde principios de los años 80. Y en años recientes las ganancias para los de la cima se han elevado, mientras la mayoría permanece igual, o pierde terreno, aunque la estrechez ha sido mitigada, en gran parte, por el modelo de gastos diferenciados.

En los años 90, los ingresos de los contribuyentes más ricos (1%) subían 10% anual en términos reales, mientras los del restante 99% crecían a 2.4% anual. Entre 2002 y 2006 el 1% más rico tuvo un crecimiento anual de 11% en su ingreso real: los demás obtuvieron menos de 1%. Tres cuartas partes de los beneficios derivados de la expansión promovida por Bush fueron a dar al 1% de contribuyentes, quienes reciben hoy una proporción más grande del ingreso total que en cualquier otro momento desde los años 20.

Tecnología y comercio

La tecnología es quizá la causa principal, pero la gente prefiere culpar al comercio. La última encuesta del Centro de Investigación Pew sobre actitudes globales encontró que sólo 53% de los estadunidenses piensan que el comercio es bueno para su país, por abajo de 78% en 2002 y más por abajo que cualquiera de los otros 23 países incluidos en el sondeo.

La profundidad de la angustia varía con la edad. La generación baby-boom (personas de 43 a 62 años) está más abatida que los jóvenes o los ancianos, según Pew. Casi 55% de los boomers creen poco probable que su ingreso mantenga el ritmo del costo de la vida el próximo año, comparados con 44% de los de 18 a 42 años y 43% de quienes tienen 63 o más. Muchos boomers cuidan simultáneamente de menores y padres enfermos o con problemas financieros.

La gente se acostumbró a una prosperidad extraordinaria. Hoy es probable que los pobres tengan más refrigeradores que el estadunidense promedio en 1971. Los votantes jóvenes no recuerdan una recesión seria, pues la anterior fue a principios de los años 90. Algunos incluso no comprenden que los declives cíclicos son normales. Sólo 18% cree que está peor que sus padres cuando tenían su edad. Pero las elecciones dependen de preocupaciones a más corto plazo. Cuatro de cada cinco estadunidenses dicen que ahora es más difícil mantener una manera de vivir de clase media que hace cinco años. Tal vez esto signifique que Obama perderá la elección.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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