Usted está aquí: miércoles 6 de agosto de 2008 Opinión Astillero

Astillero

Julio Hernández López
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■ Buenas intenciones (electoreras)

■ Usar el caso Martí

■ Hipocresía policial

Ampliar la imagen CLAUSURA SIMBÓLICA DE LA DIRIGENCIA PERREDISTA. Integrantes de Izquierda Unida durante su movilización de ayer ante la sede del sol azteca CLAUSURA SIMBÓLICA DE LA DIRIGENCIA PERREDISTA. Integrantes de Izquierda Unida durante su movilización de ayer ante la sede del sol azteca Foto: José Carlo González

El licenciado Calderón escogió mal el momento y el escenario desde los cuales pretendió erigirse en figura convocante de unidad nacional sin partidismos. Lo hizo durante una gira guerrerense de inauguraciones y promesas que coincidió con los amarres finales del panismo estatal para postular candidatos a presidencias municipales y diputaciones locales (lo que provocó que la presencia felipense fuese tomada como ayuda a ciertos personajes, sobre todo en Taxco) y con las protestas de otros partidos porque a su entender el puntual santoclosismo pinolero pretende favorecer los intereses blanquiazules en el arranque de las campañas electorales. Felipe Unitario se inspiró además en el ejemplo del gobernador virtualmente panista, que transcurre en el PRD mediante su propia corriente partidista personal, Zeferino Torreblanca, quien le llevó a Buenavista de Cuéllar, un municipio, presidido por un médico priísta, que se ha convertido en una especie de ruta turística de pluripartidismo para llevar: PAN, PAN-PRD y PRI en demostración teatral de que se puede trabajar “sin distingos” partidistas.

La impugnada visita de promoción electoral a Guerrero fue utilizada, además, para tratar de convertir el caso del adolescente asesinado por sus secuestradores, Fernando Martí, en capital político calderónico y para lanzar un oportunista llamado (“respetuoso, y también enérgico”) a las autoridades de la ciudad de México para que entren en acuerdos con la administración federal que considera que sus servicios policiacos funcionan bastante bien y que si el marcelismo se dejara de politiquerías no sucederían tantas desgracias criminales. Primero que nada, el licenciado Calderón estableció la indignación que ha generado la agresión fatal a “un joven de una familia muy querida por nosotros y muy conocida en la ciudad de México”. Luego estableció que “más agravia a la sociedad (...) que el núcleo de la banda estuviera integrado por policías, en este caso del Distrito Federal, que son los encargados de cuidar a los ciudadanos”, aunque también mencionó que en Jalisco hubo un asesinato de seis personas en el que participó un agente estatal. En cambio, la administración federal, dijo su gerente, “sin escatimar un solo recurso” ha hecho “un esfuerzo sin precedentes”, una “guerra sin cuartel” contra los delincuentes, a tal grado que, actualmente, “la policía, por ejemplo, se ha convertido en un verdadero enemigo de los delincuentes, la federal”. Por todo ello, el jefe de lo que dice que sí ha funcionado convoca a sus adversarios, que considera ineficaces, para que se pongan de acuerdo y dediquen “nuestra actividad pública y los recursos de la gente, no a actividades políticas que dividen a los mexicanos”, sino a resolver los asuntos de la seguridad pública.

Convocado a dejar a un lado las diferencias políticas y a emprender el camino conjunto de la depuración policiaca capitalina, Ebrard dijo que sí ha habido coordinación con el ámbito federal y se negó a entrar en la contienda a la que se le quiere llevar. No lo dijo el ex jefe de Joel Ortega y Rodolfo Félix Cárdenas, pero los nombramientos de éstos en el gabinete capitalino significaron una forma de concesiones mutuas entre las administraciones felipense y marcelina, a tal grado que en la crisis del News Divine hubo quienes, en el más alto nivel de la observación jurídica y política, han asegurado a esta columna que el comportamiento de Ortega, por ejemplo, obedecía más a los intereses federales que a los del propio Ebrard, e incluso se ha mencionado la posibilidad de que el citado Joel sea rehabilitado en algún cargo calderónico. Del ex procurador Félix Cárdenas pocos tenían dudas de que sus lealtades no estaban necesariamente en la oficina principal de lo que fue el Departamento del Distrito Federal. Y los actuales encargados de esas áreas saben muy bien la importancia de mantenerse en coordinación con sus pares pinoleros. Entonces, ¿cuál es la motivación real del declarante Calderón, en tierra de pluralidades falsas y con llamados de tintes electoreros? ¿El caso Martí será ahora utilizado facciosamente como muestra de supuestas eficacias federales y pifias capitalinas?

Astillas

Abel Maldonado comenta: “El fino y elegante minuto de silencio institucional y casi gubernamental no es más que la certificación oficial ISO-900000 de la ineptitud y mediocridad de los aparatos del país en materia de seguridad. Hoy se hizo públicamente patente, pero cuántas veces ese silencio ha sido institucionalmente aplicado a todas esas voces que claman justicia por el hijo, el padre o el hermano asesinado, por la mujer brutalmente violada”... Gladis da Fontoura dice que otros crímenes igualmente horribles y condenables “no han merecido la misma atención y sensibilidad de parte de los medios, la sociedad y las autoridades. Parece ser que la única diferencia es el poder económico de la familia de la víctima. ¿Por qué Ebrard asume un caso como de su ‘más alto interés’ y no lo hace, por ejemplo, cuando una joven embarazada es muerta en Iztapalapa y extraído su feto? ¿Es que hay mexicanos de primera, de segunda, de quinta? Y tú, Julio, ¿por qué no te planteaste esta misma pregunta?”... Encabezados por Beatriz Pagés Rebollar, seis diputados priístas presentaron ayer una propuesta de añadido al texto de reforma energética de su partido, con acento en los asuntos de corrupción y sindicalismo. En los mandos de las bancadas de tres colores hay preocupación por la posibilidad de que los acuerdos tomados en las alturas con el calderonismo no sean aceptados plenamente por las bases legislativas y que puedan darse ciertas muestras de inconformidad o de abierta oposición al papel de engaño (la misma gata calderónica, pero revolcada por Manlio) que les pretenden imponer... Y, mientras Calderón promueve expresamente, como prometió a la vicepresidenta Fernández de la Vega, que los españoles residentes en México tengan derecho a votar en las elecciones presidenciales mexicanas (no sólo mediante campañas propagandísticas negativas marca Solá, o con funcionarios estratégicos de origen ibérico, como Mouriño), ¡hasta mañana!

 
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