Usted está aquí: jueves 7 de agosto de 2008 Opinión Salón Palacio

Salón Palacio

Carlos Martínez Rentería
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■ La contracultura, sin embargo, se mueve...

Ojalá no fuera verdad que existe la amenaza de convertir el Centro Cultural del Ferrocarril de la ciudad de Pachuca en una plaza comercial, pero es un hecho. Sin embargo, debo ofrecer una disculpa y aceptar la aclaración signada (sábado 26 de julio en el Correo Ilustrado de La Jornada) por el señor Antonio Ocaranza, director de comunicación corporativa de Wal-Mart de México, pues, en esta ocasión, nada tiene que ver esta multinacional con el caso que nos ocupa.

La antigua estación de ferrocarriles fue construida en 1896, y desde hace 10 años fue entregada en comodato por Ferrocarriles Nacionales (en liquidación) al Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo, cuya titular, Lourdes Parga, asegura que en ningún momento ha recibido una notificación formal de esta venta, aunque afirmó: “me han pedido autorización vía Internet para hacer un levantamiento topográfico; incluso se están ofreciendo ya, por ese mismo medio, locales comerciales a nombre de la empresa Joma SA de CV, con el principal atractivo de que en ese lugar se construirá una Mega Comercial Mexicana”.

Lo bueno de todo, explicó Lourdes Parga, es que el gobernador Miguel Ángel Osorio Chong ya tomó cartas en el asunto para solicitar que no se concluya esta truculenta negociación (existen muchas irregularidades que rayan en el fraude); además, ya están informadas autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes y del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ojalá este caso no se convierta en uno más de impunidad que a diario padece nuestro patrimonio cultural.

La contracultura va

Cada vez que alguien cuestiona la vigencia del concepto “contracultura” me divierte pensar que el simple hecho de preocuparse por denostarlo resulte una reivindicación del mismo, pues, mientras siga vivo ese debate, la contracultura será igualmente vigorosa, al menos en su capacidad de provocación (y de la mía).

Durante los dos sábados pasados, mi amigo, el poeta y ensayista Heriberto Yépez, ha dedicado su columna Archivo hache, del suplemento Laberinto, a argumentar la caducidad de la contracultura, pero, de manera simultánea se contradice al reconocer que sigue vivita y coleando. Particularmente me menciona en su colaboración del 28 de julio, e inclusive reproduce opiniones mías que cuidadosamente anotó en un “papelito” mientras platicábamos durante nuestra reciente conversación en Oaxaca. Quizá en lo único en que no estoy de acuerdo con él es en que crea que yo, en alguna ocasión, pude molestarme por su negación de lo contracultural, pues, mi verdadera preocupación –como periodista y promotor cultural– ha sido propiciar un debate en torno a lo contracultural, pero nunca me he considerado un necio defensor sin argumentos del fenómeno.

He organizado, en años recientes: cinco congresos de contracultura (gracias a la complicidad del rector del campus Lagos de Moreno, de la Universidad de Guadalajara, Roberto Castelán); he publicado tres antologías al respecto, y he coordinado, al menos, una decena de seminarios, cursos y conferencias en universidades, cantinas y otros espacios.

Lo que menos me ha interesado es unificar criterios en favor o en contra de la contracultura. Creo que el simple hecho de que personajes inteligentes y talentosos, como el mismo Yépez, hayan aceptado participar y escribir amplios ensayos al respecto reivindica mi esfuerzo.

No me queda muy clara la postura de Yépez cuando en un mismo texto reniega de lo contracultural y reconoce mi teoría de que su vigencia es sólo un espacio simbólico de movimiento que en cada época marca la pauta de lo que no estaba consensuado con el deber ser cultural de ese tiempo.

No es necesario, ni posible, señalar con un dedo flamígero quién o qué es contracultural, ya que cumple la máxima del científico Galileo, cuando, al no poder sustentar su teoría de que la Tierra era redonda y que giraba alrededor del Sol (no por falta de talento, sino porque era hombre muerto si insistía en tal barbaridad), simplemente dijo: “Sin embargo se mueve”, así es la contracultura mi querido Heriberto, y bien lo sabes.

 
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