Un pediatra mexicano en Mozambique
Felipe García de la Vega es un médico mexicano de 36 años. En el hospital de Pemba, donde trabaja, una provincia de Cabo Delgado, en Mozambique, sólo existe un pediatra, aunque la población tiene más de 10 mil habitantes.
Sus ojos ven diariamente la muerte a causa de diarreas crónicas, hambre, la prevalencia del VIH y demasiada miseria. Estos motivos lo han llevado a tomar la decisión nada fácil de prestar sus servicios en aquellas zonas del mundo donde los profesionales como él escasean.
Y es que en Mozambique, según se lee en las cartulinas que levantan decenas de africanos que se rebelan con cantos en los pasillos de la 17 Conferencia Internacional sobre el VIH/sida, sólo hay 377 doctores, 3 mil 961 enfermeras y un millón 300 personas que viven con el virus.
En otro de los cartones que enseña una mujer, mientras sus caderas protestan al ritmo del coro, se lee que en Ruanda tienen un registro de 168 doctores y 250 mil personas con VIH y, en Lesotho, un país que se encuentra hasta el sur en el mapa del continente africano, y en el cual la esperanza de vida es de 37 años –uno más que Felipe– hay 270 mil personas con el virus, mil 217 enfermeras y el registro de médicos ya ni lo escriben en la cartulina.
“¿Así, cómo van a cuidar de los enfermos?”, pregunta el mexicano y, a la vez, recuerda que tampoco es posible contar con esos médicos porque muchos de ellos tienen que realizar labores administrativas o hasta políticas.
Felipe ha trabajado también en zonas marginadas de Perú y ha luchado por el acceso a los medicamentos esenciales para los enfermos de VIH a través de campañas realizadas por la organización internacional Médicos sin Fronteras.