Usted está aquí: lunes 11 de agosto de 2008 Economía El avance de China, producto de políticas y trabajo, no milagro, señalan académicos

■ Su poderío surgió del campo, con las reformas impulsadas tras la muerte de Mao Tse Tung

El avance de China, producto de políticas y trabajo, no milagro, señalan académicos

Guillermo García Espinosa

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Ampliar la imagen Fábrica textil en la provincia china de Anhui Fábrica textil en la provincia china de Anhui Foto: Ap

08.08.08 es un número de triple fortuna para los chinos, pero, en un país donde los guarismos son una señal cabalística, nada parece producto del azar ni es casual que ésa haya sido la fecha del comienzo de los Juegos Olímpicos de Pekín, como tampoco es producto de la suerte que China haya recuperado la condición de potencia comercial –que perdió en el siglo XVI– después de que en 1978 lanzara su plan de libre mercado Deng Xiao Ping, el líder que restableció el orden tras la muerte del fundador del gobernante Partido Comunista Chino, Mao Tse Tung, en 1976.

“China no es un milagro”, dice Enrique Dussel Peters, coordinador del Centro de Estudios México-China de la Universidad Nacional Autónoma de México

“Es el resultado de políticas y del trabajo, de la extracción de plusvalía masiva de personas que sufrieron durante décadas para elevar su nivel de vida; los economistas a veces llamamos milagro a situaciones que no se pueden explicar con facilidad, pero aquí no hay nada de milagros.”

Una insaciable sed de materias primas ha guiado a China hacia todas las regiones del mundo, desde su periferia en Myanmar (la antigua Birmania) hasta Bolivia, en el corazón de Sudamérica, y Nigeria, en la costa occidental de África. El petróleo, el hierro y la soya son los tres productos que particularmente ha buscado China, pero no los únicos.

Alicia Puyana, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, afirma que China saltó repentinamente en las estadísticas comerciales de América Latina en el último lustro, con la compra de carne, trigo, soya y minerales de Chile, Brasil y Argentina.

Poder de negociación

Pero el asunto va más allá de las estadísticas. Una demostración de su poder de inversión y negociación se dio en Bolivia en 2006, cuando el presidente Evo Morales decidió adjudicar a empresas extranjeras la explotación parcial del yacimiento de hierro El Mutún, uno de los más grandes del mundo, con reservas estimadas en 40 mil millones de toneladas.

Bolivia tenía ofertas de empresas de Brasil (EBX), Argentina (Siderar), India (Jindal) y Holanda e Inglaterra (Mittal), pero la propuesta de la china Shandong Luneng fue arrebatadora y Morales se vio obligado a estudiar durante tres meses la decisión.

Los mil 200 millones de dólares ofrecidos por los brasileños y los 2 mil 100 millones de dólares de los indios no eran comparables con los 5 mil millones de dólares de la empresa con sede en Pekín, que incluía la construcción de un ferrocarril que uniría por primera vez las líneas del este y el oeste de Bolivia, así como una conexión con el puerto peruano de Tacna, de donde saldría el hierro al país asiático.

Lo anterior hizo que el Congreso peruano se metiera sorpresivamente en el debate, con un pronunciamiento en favor de toda inversión que ayudara a la habilitación inmediata de Tacna, aunque al final, en marzo de 2007 la concesión fue otorgada a Jindal, que aceptó una fuerte carga fiscal de Bolivia.

Ese mismo mes, el gigante asiático anunció que sus reservas en moneda extranjera habían llegado hasta el último día de abril a mil 200 billones (millones de millones) de dólares, lo que explica la capacidad de compra de las empresas chinas, algunas de las cuales –en ramos estratégicos– están todavía bajo el control del Estado y de los órganos cúpula del Partido Comunista Chino.

Ese poderío económico comenzó en el campo, a consecuencia de las reformas impulsadas por Deng –al mismo tiempo que Ronald Reagan y Margaret Thatcher hacían lo propio en Estados Unidos y Gran Bretaña–, pero sobre todo a raíz del boom comercial de los años 90 –efecto de un nuevo impulso al libre mercado– y del ingreso de Pekín a la Organización Mundial de Comercio, en diciembre de 2001.

“Los primeros empresarios chinos fueron campesinos”, explica el historiador de El Colegio de México Romer Cornejo, dedicado al estudio de China desde hace 28 años.

“Cuando se desmantela el sistema de las comunas y se establece el sistema de responsabilidad familiar, donde cada persona se hace cargo de qué cultiva, por qué y cómo, comienza a haber un proceso de acumulación de capital. Y algunos con espíritu empresarial empiezan a dar servicios y a comprar maquinaria; se forman las primeras pequeñas empresas en los mercados libres del campo.

“Surge luego otro sector del empresariado en las ciudades, con el comercio y las empresas manufactureras, que producían artículos de baja calidad, como juguetes, canastas, cosas de bajo valor agregado. Más tarde otros empresarios comienzan a vincularse con trasnacionales y compañías que tienen que ver con el cambio tecnológico.”

 
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