Usted está aquí: lunes 11 de agosto de 2008 Política Fernando Martí y los otros secuestros

Iván Restrepo

Fernando Martí y los otros secuestros

Conocí en los años 60 al patriarca de la familia Martí en su tienda de artículos deportivos en el centro de la ciudad. Hoy esa familia llora la pérdida de Fernando, el menor de la dinastía, asesinado por quienes lo raptaron hace poco más de dos meses. En decenas de esquelas y declaraciones a los medios, empresarios y organizaciones deportivas, funcionarios y políticos se solidarizan con los Martí Haik y reprueban un crimen que ha conmovido a la ciudadanía. La Comisión Permanente del Congreso guardó un minuto de silencio mientras el licenciado Felipe Calderón asistió a la misa en memoria del joven estudiante. El cardenal Rivera exigió acabar con la ola criminal que azota a México.

Que del grupo asesino presuntamente formen parte agentes judiciales de la capital, politizó el caso. Así, Calderón reclamó que el gobierno citadino gaste recursos en plebiscitos (legales por lo demás) en vez de destinarlos a resolver los problemas que afectan a la gente. Si la lógica presidencial funcionara, los cientos de millones de pesos gastados por el Ejecutivo en convencer a la ciudadanía de las bondades de su proyecto de reforma para privatizar Pemex hubieran estado mucho mejor invertidos en dotar de armas y equipo a los agentes federales para que enfrenten con éxito al crimen organizado.

De paso, Calderón debió reprochar al etílico gobernador de Jalisco dedicar dinero público a las obras celestiales que patrocina el cardenal Sandoval. Ese dinero serviría para combatir a la delincuencia en Jalisco, donde hace unos días asesinaron con crueldad a los seis integrantes de la familia Bautista Campos. Entre las víctimas había dos pequeñas. Del grupo que los mató formaba parte un agente antisecuestros.

Calderón Hinojosa también se sumó a la ola de críticas contra el Gobierno del Distrito Federal por la falta de coordinación con las instancias federales en materia de seguridad. El jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, sostiene que sí la hay y que funciona.

Empeñados en sacar provecho de la tragedia, voceros de la derecha, así como los integrantes del partido en el gobierno federal, casi culparon a Ebrard Casaubon por la muerte del joven Martí Haik.

Muchos nos preguntamos por los olvidos oficiales y privados a la hora de los duelos y las condenas: el asesinato de don Jorge Palma, de 61 años, el chofer que llevaba a la escuela a Fernando y que pagó con su vida intentar defenderlo, no mereció siquiera unas palabras para lamentarlo. En cuestión de esquelas, condenas de los grupos empresariales, minutos de silencio de los diputados y senadores y pésames públicos de los funcionarios, ¿no valen nada los más de 60 secuestrados (desde menores de edad hasta ancianos) que han perdido la vida en este año? ¿Tampoco la familia masacrada en Jalisco? En cambio, el secretario de Gobernación hizo públicas las más sentidas condolencias a los deudos de don Marco Iván del Rincón (integrante de una distinguida familia militante del PAN), asesinado cruelmente en Sinaloa. Las familias de las demás víctimas se olvidan. ¿Cosas del dinero y la militancia?

Reviso los secuestros registrados oficialmente en Jalisco, Baja California, Veracruz, Guanajuato, Guerrero, Sinaloa, San Luis Potosí. Ya fueron olvidados, y en los pocos casos en que se detuvo a los delincuentes se comprobó que algunos eran integrantes de la fuerza pública. ¿No prometieron Fox y Calderón profesionalizar los cuerpos policiales, eliminar y sancionar a los malos elementos, modernizar el sistema judicial y acabar con la impunidad? En el barco sin brújula que es el aparato de seguridad pública, la dama que preside el grupo antisecuestros en la Procuraduría General de la República dijo en entrevista con Ciro Gómez Leyva que esa dependencia no interviene en la solución de los casos y que no se enteraron del secuestro del joven Fernando hasta que apareció muerto. Distinto opinan la familia Martí Haik, funcionarios públicos, empresarios y algunos comunicadores. El secuestro era un secreto a voces.

El martes, luego de la misa en memoria de Fernando, su hermana dijo a Calderón y a su esposa: “Nos tiene abandonados”. También a muchos más, víctimas del crimen organizado y la ineptitud oficial.

 
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