Usted está aquí: jueves 14 de agosto de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ México, medallista en incremento en el número de pobres

■ “Recuperar el pudor”, antídoto contra agresiones a las mujeres

En la ingrata perspectiva que se avizora para el supuesto “navío de gran calado” (Calderón dixit) la realidad de nuevo impone su ritmo, pues resulta que la crisis alimentaria siempre sí pega fuerte y su impacto ya no es “bastante equilibrado”, como temerariamente afirman en Los Pinos. Si las cosas no se corrigen y los precios de la canasta básica se mantienen al alza, entonces la estadística mexicana (con todo y Sojo, si es que llega) no tendrá más remedio que reconocer un feroz incremento en el número de depauperados que sobreviven en el país.

En el contexto latinoamericano, México obtendría medalla de plata, compartida con Paraguay (la de oro correspondería a Guatemala), en el incremento en el número de pobres si los precios de los alimentos (concretamente maíz, arroz, trigo, semilla de soya y carne) no detienen su marcha ascendente. Y la información no proviene de algún calenturiento integrante del “círculo rojo”, sino de uno de los organismos financieros más pulcros y decididos en la defensa de la política económica impuesta en el país desde hace 26 años, esto es, el Banco Interamericano de Desarrollo.

Así, de acuerdo con las estimaciones del BID, un aumento de 30 por ciento en los precios de la canasta básica (fundamentalmente en los citados líneas arriba) equivaldría a un explosivo crecimiento de 33 por ciento en la tasa oficial de la llamada pobreza alimentaria en México, un indicador que pasaría del actual 20.6 por ciento de la población total del país a 27.5 por ciento. Esa es la perspectiva inmediata para la economía que, según Felipe Calderón, “está llamada a ser una de las más importantes del mundo” (allá por el año 2040, según la maltrecha bola de cristal del inquilino de Los Pinos).

México resulta el más vulnerable en el contexto latinoamericano. En idéntica situación, y considerando el citado aumento en los precios de los alimentos, ningún otro país de la región registraría un deterioro tan pronunciado como en el “navío de gran calado” (33 por ciento). Ni siquiera Haití, que ya es mucho decir.

Con estas cifras el BID deja en claro que para evitar una “agudización de los niveles de pobreza” como resultado del “shock de precios internacionales” en los alimentos, México deberá destinar recursos equivalentes a 2 por ciento de su producto interno bruto, pero no para aminorar la tasa oficial de pobreza en ese renglón, sino para dejar las cosas tal cual estaban a finales de 2006, es decir, antes de que éste fuera un país “para vivir mejor”.

Por cortesía del BID, y en el citado contexto, va un tour por América Latina: la región debe fortalecer sus programas sociales para aliviar el impacto de los altos precios de los alimentos entre los 71 millones de pobres en la región (se refiere a la llamada pobreza alimentaria). Así, más de 26 millones de personas (de ellas, 7.5 millones serían mexicanos) en América Latina y el Caribe pueden caer en la extrema pobreza si se mantiene dicha situación.

Las familias de bajos ingresos se dirigen hacia una mayor pobreza si los altos precios de los productos agrícolas tales como el trigo, el arroz y la semilla de soya permanecen constantemente altos, y los países fallan en aumentar tanto su producción agrícola como los ingresos de los pobres. Ellas gastan la mayor parte de sus escasos recursos en alimentos y tienen insuficientes activos y ahorros para enfrentar el costo creciente de los artículos de primera necesidad, y si otras opciones no están disponibles el incremento de los precios obligará a las familias a reducir su dieta aún más.

Los países de América Central y del Caribe, que importan grandes cantidades de alimentos, se encuentran en una situación de mayor riesgo en cuanto a una posible agudización de los niveles de pobreza. Por ejemplo, Haití necesitaría transferir a los pobres el 12 por ciento de su PIB para mantener los niveles de consumo anteriores a la crisis; Perú necesitaría 4.4 por ciento de su PIB; Nicaragua 3.7; Honduras 2.69; Guyana 2.21 y México 2.

Para calcular el impacto de los altos precios de los alimentos en relación con la pobreza, el BID considera 30 por ciento de incremento en los precios del maíz, arroz, trigo, semilla de soya y carne. Este enfoque supone que el incremento internacional de los precios será transferido íntegramente a los consumidores. También, que los consumidores no cambiarán hábitos de consumo y que la producción de alimentos no responde a las señales del aumento de precio. El precio mundial de los alimentos creció en promedio 68 por ciento entre enero de 2006 y marzo de este año de 2008, tendencia que se reforzó en el trimestre siguiente. El alza ha sido particularmente aguda para algunos productos alimenticios básicos, como el maíz y el trigo, cuyos precios más que se duplicaron en ese mismo periodo.

El BID subraya que el citado aumento provoca más pobreza. La tasa de pobreza alimentaria en Chile, por ejemplo, se incrementaría 5 puntos porcentuales (de 12.3 por ciento de la población total a 17.2), al igual que en Brasil; en Guatemala 8 puntos; en México 7 puntos porcentuales, lo mismo que en Paraguay; en El Salvador 6 puntos; en Costa Rica 4 y en Haití 2.4 puntos.

El BID recomienda “poner en marcha políticas concretas que fomenten la producción agrícola interna, incluyendo la disminución de las barreras comerciales, para que los productores puedan beneficiarse con los altos precios del mercado externo. Los gobiernos deben racionalizar la importación de alimentos y mejorar el transporte y la logística, para reducir los costos a los consumidores. Los gobiernos de la región están tomando en cuenta la adopción de distintas políticas para enfrentar el incremento de los precios de los alimentos, incluyendo el control de precios, subsidios, restricciones a las exportaciones y distribución de alimentos. Esas políticas han sido a menudo poco efectivas, porque benefician a los hogares que no las necesitan”.

Las rebanadas del pastel

Alabado sea el Altísimo: tras sesudas deliberaciones la Iglesia católica encontró el remedio científico para evitar que las mujeres sean “blanco de agresiones sexuales”. Basada en los adelantos del Siglo XVI, esta trasnacional recomienda “recuperar el pudor”, a la par que “dejar de lado prendas pequeñas, escotadas y ajustadas; no usar ropa provocativa, cuidar miradas y gestos, no permanecer a solas con un hombre, aunque sea conocido (el cardenal Norberto, por ejemplo), no admitir pláticas o chistes picantes, no permitir familiaridades del sexo masculino y pedir ayuda cuando se sospeche de una mala intención”. La pregunta es si esta máxima también se aplica a curas pederastas.

 
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