Usted está aquí: lunes 18 de agosto de 2008 Opinión La pinza financiera

León Bendesky
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La pinza financiera

Durante el último año el escenario de la economía mundial ha estado dominado por la crisis financiera desatada en el mercado hipotecario de Estados Unidos, por las repercusiones del alto precio del petróleo y las alzas de los alimentos y las materias primas industriales. El rasgo predominante ha sido el de la incertidumbre y la volatilidad que, finalmente, han impactado ya en forma generalizada en el crecimiento económico y la inflación.

En los países más ricos las cifras del crecimiento del producto en el primer semestre del año indican ya sea una menor tasa de expansión que la de un año atrás, como es el caso de Estados Unidos o, de plano, un registro negativo como ocurre en Europa.

En el conjunto de la zona del euro la contracción productiva fue de 0.2 por ciento en el segundo trimestre; en el caso de Japón la tasa fue de -0.6 por ciento la primera caída en siete años. En Europa, la inflación sobrepasó 4 por ciento anual y en Estados Unidos se ubica ya en 5.6 por ciento.

Las perspectivas económicas para el segundo semestre son incluso menos favorables, los precios del petróleo seguirán siendo altos y volátiles provocando distorsiones y la disminución del consumo privado agravará las tendencias recesivas, mientras que los precios seguirán presionados al alza. Ya hay signos, también, de que los mercados de trabajo se aflojan y que aumenta el número de parados.

Por otro lado, los circuitos del crédito siguen estando trabados debido a los ajustes que tienen que hacer los grandes bancos comerciales en sus cuentas por las pérdidas ocasionadas por las hipotecas chatarra. A pesar de las cuantiosas inyecciones de recursos que han provisto la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, persiste la restricción del crédito y eso reduce los fondos disponibles para la inversión de las empresas.

El proceso de la globalización enfrenta ahora una serie de fuertes presiones que no se limitan solamente a la fragilidad financiera y económica que se extiende por diversas partes. Hay, además, una serie de conflictos políticos que agrandan los riesgos, el más reciente es la violenta incursión militar de Rusia en Georgia. Pero un recorrido por el mapa muestra las tensiones que aumentan en intensidad.

Hay que sumar, pues, estos elementos para advertir el entorno de creciente conflicto que se está configurando. Las expresiones sociales de esta situación son ya visibles de muy variadas maneras como sucede de modo notable en las medidas en contra de los inmigrantes que se toman en Italia, en el seno de la Europa rica reformada.

Ante las condiciones económicas que se expresan en la combinación de un menor crecimiento del producto y el aumento de la inflación, las autoridades monetarias rebajan las tasas de interés para tratar de relajar las restricciones. No hay muchos instrumentos disponibles para hacer frente a esta perversa combinación macroeconómica y el tiempo necesario para conseguir un ajuste va a ser largo.

El Banco de México ha reconocido de manera abierta esta situación internacional y su efecto adverso en esta economía. En el anuncio de política monetaria, emitido el pasado viernes 15 de agosto, se reconoce la desaceleración económica general y se advierte que en Estados Unidos se prevé poco o nulo crecimiento en la segunda mitad del año. Según el diagnóstico del banco central, a pesar de que los registros del desempeño de la economía mexicana en el primer semestre no indicaron un deterioro significativo, los datos más recientes ya muestran una mayor debilidad.

La inflación anual hasta julio fue de 5.39 por ciento y, según el diagnóstico oficial, el mayor crecimiento del índice de los precios no se genera por el lado de la demanda, sino que proviene de las condiciones de la oferta, básicamente por los productos energéticos y los alimentos.

Así es que establece como una prioridad de la política monetaria, “reforzar el anclaje de las expectativas de inflación de mediano plazo” y para ello fija su objetivo de la tasas de interés interbancaria de un día en 8.25 por ciento, es decir, un cuarto de punto porcentual por encima de la meta anterior. Esto quiere decir que opta por castigar la demanda (de las familias y empresas) para intentar frenar la escalada de los precios.

En contraste con lo que pasa en Estados Unidos y en Europa, donde las presiones conjuntas de la desaceleración de la actividad productiva y el aumento de los precios se enfrentan con menores tasas de interés, aquí las tasas suben. Con ello se afecta la cadena de los costos financieros a lo largo de la economía. Así que se encarecerán los créditos y el famoso CAT (costo anual total) tenderá a aumentar.

En las tarjetas de crédito esos costos superan en algunos casos el ciento por ciento anual, calculado sobre la base de un saldo de 10 mil pesos sobre el que se paga sólo el mínimo requerido (según puede verse en la información estadística de la Asociación de Bancos de México). Tampoco es ésta una condición favorable para que haya mayor financiamiento a las empresas.

Otra vez se está configurando un escenario económico en el que la pinza financiera se va a cerrar sobre los grupos de la población a los que se ha alentado en los últimos años a adquirir más deuda: hipotecas, autos, tarjetas de crédito. Las autoridades han sido, de nuevo, muy laxas con los bancos en esta materia y la regulación no ha sido prudente como marcan las pautas internacionales.

 
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