Usted está aquí: lunes 18 de agosto de 2008 Política El ataque del oso ruso

Gonzalo Martínez Corbalá
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El ataque del oso ruso

Según información del diario El País, Rusia ampliaba su ofensiva terrestre y aérea el lunes 11 de agosto tras rechazar una tregua y de que Georgia anunció la retirada de sus tropas de la región independentista de Osetia del Sur, enclavada en Georgia, con una frontera relativamente pequeña con Osetia del Norte y comunicada por el Túnel de Roki, estratégico pasaje enclavado en las montañas del Cáucaso que comunica a ese país con Osetia del Norte, a su vez ubicada dentro de Rusia.

No bien Georgia había dado la orden de retirada de sus tropas de Tsjinvalí, capital de la región separatista de Osetia del Sur, ofreciendo un alto al fuego que hasta la noche de ese lunes Rusia no sólo ignoraba, sino que advertía a los georgianos que mantendría los combates mientras no se retiraran los soldados que habían iniciado aparentemente el conflicto, ingresando a Osetia del Sur el 7 de agosto.

La aviación rusa comenzó bombardeos, a pesar de la oferta de Georgia de retirar sus tropas de Osetia del Sur, contra objetivos situados al sur de Osetia como un aeropuerto militar cercano a Tbilisi, capital de Georgia, y de gran importancia estratégica en relación con el oleoducto transcaucasiano que habría de arrancar de Baku, la legendaria ciudad petrolera situada en el mar Caspio hasta Tbilisi, con rumbo a la costa mediterránea de Turquía, país vecino de Georgia al oeste de Armenia y de Azerbaiyán, configurando la frontera surgeorgiana hasta las costas del mar Negro, donde se ubica hacia el noroeste de Georgia, Abjazia, objetivo militar de los rusos por su postura rebelde e independentista como Osetia del Sur, que supuestamente desencadenó el ataque ruso, que incluye el despliegue de buques moscovitas precisamente frente a la costa georgiana en el mar Negro.

El avance del ejército ruso para el martes 12 había continuado imparable, llegando a cercar la ciudad de Gori, a 60 kilómetros de la capital georgiana, mientras que abrían simultáneamente el frente de Abjazia al oeste del país.

El jueves 8, los soldados georgianos habían atacado, en una reacción inmediata al conflicto desatado el miércoles en Osetia del Sur, sin calcular seguramente la reacción rusa, que de esta manera puso en marcha la mayor operación militar desde la caída de la Unión Soviética, en 1991, contra otro país, mostrando enorme poder militar para desplegar con gran celeridad y eficacia a su ejército que desde Osetia del Sur penetraba hasta Gori, poniendo en aprietos a los georgianos que se retiraban para defender Tbilisi.

Moscú exigía el martes 12, es decir, un día antes de cumplir una semana el conflicto, la rendición incondicional de los soldados georgianos, ubicados en la otra región separatista de Abjazia, abriendo un segundo frente por el que se adentró hasta la localidad de Senaki, ubicada también en la costa del mar Negro consolidando su dominio sobre esta región estratégica para los rusos, ofensiva fulminante que provocó el pánico del presidente pro occidental Mijail Saakashvili, quien llegó a dar el espectáculo de salir corriendo al oír el ruido de un avión que sobrevolaba la zona, sin que realmente hubiera lanzado cohete alguno sobre ella (El País, 12/8/08).

Por otra parte, el avance ruso provocó la inmediata exigencia del presidente George W. Bush al Kremlin de que cesara los ataques. La respuesta del primer ministro Putin no se hizo esperar, y tan rápidamente como movilizó a su ejército le contestó acusándolo de ayudar a Georgia, llevando primero a los soldados georgianos que había proporcionado el presidente Saakashvili para participar en Irak, y que repatrió tan pronto como se inició el conflicto con las regiones separatistas de Osetia y de Abjazia, para participar en este nuevo conflicto, que en resumidas cuentas no se sabe bien a bien quién empezó, aun cuando el ataque del valiente presidente Saakashvili se evidenció cuando atacó a Osetia del Sur, y ha levantado en diversas esferas internacionales un duro criticismo por esta provocación a los rusos, considerada evidentemente innecesaria (New York Times, Kramer y Barry, 13/8/08).

La Unión Europea reaccionó en el acto, enviando el martes 12 a Nicolas Sarkozy, presidente de Francia y de la Unión Europea, para que viajara a Moscú y negociara una tregua en su entrevista con el presidente de Rusia, Dimitri Medvédev, y el primer ministro Vladimir Putin para tratar de implantar un plan de paz que pusiera fin a la crisis que se había extendido ya para estas fechas en territorio de Georgia.

El plan trataría de incluir el respeto de la integridad territorial de Georgia, el cese inmediato de las hostilidades y el restablecimiento de la paz que reinaba en la zona antes del inicio del conflicto, y comprometiendo a Georgia a no recurrir a la fuerza en el futuro, lo que parece ser que satisfizo a Rusia, que no dejó de insistir en calificar a Georgia de país agresor. Todo ello provocó además que se convocara en Bruselas a los ministros europeos del Exterior para tratar lo referente al conflicto armado y al resultado de las gestiones francesas, tanto en Tbilisi como en Moscú, una semana después de iniciada la guerra en el Cáucaso.

La Comisión Europea fue contundente en el llamamiento que hizo a Rusia el lunes 11 para que cesara sus acciones militares en Georgia, considerando que el traspaso de la frontera georgiana por las tropas de Moscú dio una dimensión mayor e imprevisible al conflicto.

El viernes 15 de agosto la prensa internacional comentó que Rusia violó el alto al fuego y mantiene la presencia de tropas rusas en tres ciudades georgianas. Moscú respalda la independencia de Osetia del Sur, pero se resiste a replegarse de Georgia, en abierto desafío a la exigencia del presidente Bush y del propio gobierno georgiano de Tbilisi, que solicitaba a la Corte Internacional de Justicia que dictara una orden urgente para que Rusia pusiera fin a la “limpieza étnica y a las violaciones de derechos humanos en Georgia”. Es decir, parece ser que el conflicto real se plantea ahora entre el Kremlin y Tbilisi, no se ve todavía una posibilidad inmediata de que se restablezca la paz.

 
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