Usted está aquí: lunes 25 de agosto de 2008 Mundo Rusia, dispuesta a sacar provecho de su victoria militar en Georgia

■ Sólo quiere negociar el plan de paz consensuado con Sarkozy

Rusia, dispuesta a sacar provecho de su victoria militar en Georgia

Juan Pablo Duch (Corresponsal)

Ampliar la imagen Ludmila Naneva es una de miles de civiles que huyeron de Tskhinvali por los ataques de la artillería georgiana y al volver a su casa el pasado fin de semana, sólo encontró ruinas Ludmila Naneva es una de miles de civiles que huyeron de Tskhinvali por los ataques de la artillería georgiana y al volver a su casa el pasado fin de semana, sólo encontró ruinas Foto: Ap

Ampliar la imagen Una embarcación de la guardia costera estadunidense se dirige hacia Georgia con ayuda para las víctimas del reciente conflicto bélico con Rusia. Esta nave se suma a la que llegó ayer al puerto georgiano de Batumi Una embarcación de la guardia costera estadunidense se dirige hacia Georgia con ayuda para las víctimas del reciente conflicto bélico con Rusia. Esta nave se suma a la que llegó ayer al puerto georgiano de Batumi Foto: Reuters

Moscú, 24 de agosto. Con su victoria militar sobre Georgia, al precio de empeorar la relación con Estados Unidos y los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Rusia demostró que, a partir de este precedente, no dudará en usar la fuerza para defender sus intereses, incluso si tiene que librar una guerra en territorio de otro país.

Abortada la operación del ejército georgiano para “restablecer el orden constitucional” en la separatista Osetia del Sur –la misma formulación que empleó Rusia para sofocar el independentismo en Chechenia, pero sin tener firmado, como Georgia, un acuerdo de cese el fuego con los osetios garantizado durante 16 años por un contingente de pacificación tripartito (Rusia, Georgia, Osetia del Sur)–, muchos se preguntan aquí qué va a pasar ahora en el Cáucaso.

Por lo pronto, Rusia se dispone a negociar –convencido de que como vencedor en la contienda puede imponer condiciones– un nuevo acuerdo de paz que sustituya al de Dagomys, concertado en 1992 y obsoleto desde el momento mismo en que Georgia atacó a Osetia del Sur, la madrugada del 8 de agosto anterior.

No va a ser una negociación fácil ni rápida. Moscú sólo acepta discutir el plan de paz de seis puntos, consensuado por los presidentes Dimitri Medvediev, de Rusia, y Nicolas Sarkozy, de Francia y en representación de la Unión Europea.

Si los cuatro primeros puntos –renuncia al uso de la fuerza; cese de las hostilidades; acceso a la ayuda humanitaria; repliegue del ejército georgiano a sus cuarteles habituales–, de hecho ya se cumplieron y no representan mayor problema, no puede decirse lo mismo de los dos últimos.

Rusia asegura haber cumplido el punto cinco, que obliga a su ejército a posicionarse en el límite de mediación anterior al comienzo de las hostilidades, pero mantiene fuera de Osetia del Sur, en territorio de Georgia, ocho retenes militares.

Argumenta que los acuerdos de Dagomys contemplan la creación de una franja de contención adicional en territorio de Georgia, aunque en los últimos años las tropas rusas permanecían sólo en Osetia del Sur, por cuanto el contingente de pacificación tripartito cedió esa función a la policía georgiana.

Este será uno de los asuntos a negociar más complejos, en la medida en que Rusia quiere sacar provecho de su victoria militar sobre un país que aspira a ingresar a la OTAN y, de su lado, Georgia utiliza esa presencia adicional de soldados rusos en su territorio, violatoria de su soberanía, para hablar de ocupación.

Tampoco será sencillo llegar a un entendimiento en torno al punto seis del plan Medvediev-Sarkozy, que plantea iniciar un amplio debate internacional sobre el futuro estatus de Osetia del Sur y Abjazia, la otra región separatista de Georgia.

Y no sólo debido a que, en teoría, deja abierta la puerta a la independencia, sino porque ese punto sustituyó otro que proponía Georgia y que, antes de empezar esta guerra, hubiera sido aceptado por Rusia: el respeto irrestricto a la integridad territorial de Georgia.

Ahora Rusia tendrá que escoger entre dos opciones, que implican ambas una mayor confrontación con Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

La primera es reconocer a Osetia del Sur –que incluso plantea ser admitida en la Federación Rusa para unirse con Osetia del Norte– y Abjazia como países independientes, más aún que sus recientes “asambleas populares” concluyeron con una petición formal a Rusia y el Parlamento local se reunirá esta misma semana para tomar una decisión.

La segunda es volver al statu quo que había hasta el 8 de agosto, pero ampliando su presencia militar más allá de Osetia del Sur y Abjazia, al menos hasta que se negocie un mecanismo internacional que garantice su seguridad y evite que Georgia vuelva a intentar resolver por la fuerza el problema del separatismo de estas dos regiones.

Se comenta que al interior del Kremlin hay serias dudas acerca de reconocer la independencia de Osetia del Sur y Abjazia, si antes no se celebran sendos referendos que cuenten con legitimidad internacional. Esto último no parece muy viable dado que miles de georgianos que habitaban en Osetia del Sur y Abjazia, a consecuencia de la guerra civil de los 90, tuvieron que huir a Georgia, razón por la cual la comunidad internacional no consideró válidos los plebiscitos que ya se han llevado a cabo ahí (desde 1991, tres en Osetia del Sur y uno en Abjazia).

Y mientras Rusia se define, y sopesa hasta qué punto le conviene ser sometida a aislamiento internacional y otro tipo de sanciones, la presión de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN irá en aumento. El Cáucaso seguirá siendo, durante largo tiempo, una región de inestabilidad y confrontación.

 
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