Usted está aquí: martes 9 de septiembre de 2008 Opinión Distintas formas del universo carcelario

33º Festival de Toronto

Leonardo García Tsao
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Distintas formas del universo carcelario

Toronto. Ganadora de la Cámara de Oro en el pasado festival de Cannes, Hunger (Hambre), del británico Steve McQueen, ha sido objeto de polémica por su tratamiento de un tema escabroso: la situación de los presos del Ejército Republicano Irlandés (ERI) durante el periodo conocido como the troubles. Como se sabe, los activistas se negaban a aceptar su condición mientras no fueran reconocidos como prisioneros políticos, y 10 de ellos encontraron la muerte tras una sostenida huelga de hambre.

McQueen filma la consecuente represión de las autoridades carcelarias y, finalmente, la agonía de Bobby Sands (Michael Fassbender) como una serie de estilizadas viñetas. En un estilo similar al ensayado por el francés Alain Cavalier en Libera Me (1993), la tortura y el sufrimiento humano se vuelven objeto estético, lo cual ejerce un efecto distanciador. Inclusive, elementos escatológicos, como las heces que cubren las paredes, toman el aspecto de un action painting de interesantes texturas. Salvo en una secuencia de 15 minutos en que Sands conversa con un sacerdote, resuelta casi toda en un solo plano, la ideología del ERI pasa a segundo término mientras se privilegia mostrar a esos mártires seglares en sus cuadros de suplicio.

Precisamente por eso, Hunger produce una neutralidad emocional. Mucho más elocuente resultaba, por ejemplo, Some Mother’s Son (Terry George, 1996), que abordaba el mismo tema pero desde el punto de vista de las madres de los presos. El tratamiento era más convencional, si se quiere, pero bastante más efectivo.

Otra forma de ejercer la represión se vio en el documental Witch Hunt (Caza de brujas), de los estadunidenses Don Hardy y Dana Nachman. Con el aspecto de un trabajo para la televisión –está hecho en video digital–, la película describe el proceso ilegal por el cual, en 1984, varias personas de clase obrera de la ciudad californiana de Bakersfield fueron acusadas y condenadas de pederastia, porque el fiscal de distrito –de cumplidas ambiciones políticas– emprendió una campaña de coerción y engaño de testigos infantiles para encarcelar a personas inocentes. Sin ambiciones formales, el documental ilustra qué tan aterradoramente arbitrario puede ser un sistema jurídico cuando es regido por turbios intereses políticos, amparados en un puritanismo de base. El actor Sean Penn funge como productor ejecutivo... y también narrador. En el futuro se recomendaría que, dada su tendencia a murmurar sus diálogos, se limitara a cumplir sólo la primera función.

Una tercera película también se ha referido a una situación de confinamiento, pero en un sentido más amplio. Wendy and Lucy, tercer largometraje de Kelly Reichardt, narra el dilema de la joven viajera Wendy (Michelle Williams), quien se descubre impotente cuando, sin dinero, debe enfrentar, en un pueblo de Oregon, la descompostura de su auto y la desaparición de su perra Lucy, su única compañía, después de que la chica ha sido detenida por robar comida canina. Con trazos sencillos y económicos, la directora pinta un cuadro de indiferencia social basada en la dependencia económica, en el que la transición a la nada es dictada por algo tan elemental como no poseer tarjeta de crédito.

La directora nunca cede al sentimentalismo que parecería inevitable con el elemento de la mascota perdida. Y gran parte de la sobriedad se debe al desempeño de Williams, quien expresa con la sola mirada una mezcla de indefensión y fuerza interior. Wendy and Lucy concluye de manera ambigua, pero deja abierta una ventana de esperanza.

Después de tres días de festival, uno también siente cierto encierro, al pasar la mayor parte de ese tiempo en el conjunto de salas Varsity, donde se llevan a cabo la mayoría de las proyecciones de prensa e industria. Así, uno se entera nomás de oídas de que Brad Pitt asistió a la premier de Burn After Reading, y que causó tumultos; que Jennifer Aniston pidió no coincidir con él en su visita a Toronto para promover Management; que el director Guy Ritchie, en la función de su película RocknRolla, no fue acompañado por su célebre esposa... (Y si quieren saber más de esos temas, no es ésta la publicación que deberían leer.)

 
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