Usted está aquí: jueves 11 de septiembre de 2008 Cultura Juan Villoro desmenuza “la difícil sencillez” para entender la literatura

De eso se trata, nueva obra del escritor, reúne ensayo-cuento o relato-ensayado

Juan Villoro desmenuza “la difícil sencillez” para entender la literatura

■ La función del ensayista consiste en esa extraña comunión de compartir un hecho estético, dice

Mónica Mateos-Vega

Ampliar la imagen Juan Villoro, ayer, durante la entrevista con La Jornada Juan Villoro, ayer, durante la entrevista con La Jornada Foto: Carlos Ramos Mamahua

El ensayista literario debe ser una suerte de guía de turistas por el mundo de las letras, con la destreza para ofrecer, de manera alternada, rarezas para el viajero frecuente y hospitalidad para el recién llegado, afirma Juan Villoro (DF, 1956) a propósito de su libro De eso se trata (Anagrama), en el cual reúne diversos ensayos que obsequian al lector una rica travesía por las lecturas que han forjado la narrativa del autor.

No es aventurado, sino descriptivo, afirmar que en estos textos Villoro propone un nuevo género: el ensayo-cuento, el relato-ensayado, pues a la par de un profundo análisis de la obra de autores como los clásicos Miguel de Cervantes, William Shakespeare o Goethe, lo mismo describe la facha de Casanova, detalla en crónica casi periodística un seminario de Harold Bloom o cuenta anécdotas desconocidas de Rousseau.

El disfraz de Hemingway

En entrevista con La Jornada, Juan Villoro explica: “Como escribo ficción fundamentalmente, me interesa mucho que en la vida de los personajes aparezca su conexión entre lo que fue su destino y la literatura.

“En algunos casos es muy sencillo, pero en otros la vida de un autor puede ser un ocultamiento. Por ejemplo, Hemingway tenía una actitud de gran juerguista, macho que iba a cazar leones a África, donjuán impenitente, aficionado a ir a las guerras y estar cerca de los escenarios de violencia, esquiador, devoto de la pesca, una especie de hombre de acción machista tipo Indiana Jones. Pero era una coraza, un disfraz que se ponía para que lo dejaran en paz en su trabajo literario, que era muy riguroso, exigente y del que no quería hablar.

“Entonces, trato de relacionar eso en los ensayos para hacerlos más cercanos a la emoción, pues a veces es un género frío, normalmente analítico, donde se busca deducir qué hizo un autor, desmontarlo racionalmente, pero no siempre se transmite la emoción que te dio leerlo.

“A mí me gustaría que la impronta de narrador me ayudara a que estos ensayos se leyeran con cierta emoción, que el lector sintiera, como decía Nabokov, un escalofrío en el espinazo al enterarse de cosas.

“Pero, por supuesto, el mejor efecto de un libro como De eso se trata es poder incitar a un lector a que lea a esos autores. Me veo un poco como el cartero en una novela epistolar, donde lees las cartas de los personajes, pero alguien tuvo que llevarlas para que estuvieran ahí. El ensayista es justamente ese intermediario.”

El libro de Villoro se inicia con una crónica-ensayo acerca Shakespeare, en la que alude a una traducción de Hamlet, realizada por Tomás Segovia, que propone al famosísimo diálogo “ser o no ser”, la frase: “de eso se trata”.

“En otras traducciones al español suena forzado eso de “he ahí el dilema’ o ‘esa es la cuestión’. Curiosamente la mejor solución es la más difícil de lograr, porque es la más sencilla. Por eso le puse a mi libro De eso se trata, para aludir a la difícil sencillez que muchas veces tiene la literatura para ser entendida y a la función de traductor que tiene el ensayista, quien trata de acercar a nuestro tiempo y nuestra lengua a un autor que parece más remoto de lo que en verdad es”.

Villoro reitera que la función del ensayista “es como hacer un viaje en compañía, donde te detienes ante un paisaje excepcional y de repente señalas un pequeño detalle que a lo mejor el otro no ha visto y entonces se da esa extraña comunión de compartir un hecho estético.

“El gozo del arte aumenta al ser compartido. No se trata de un placer egoísta, sino proselitista. Por eso, en este libro he tratado de compartir mis entusiasmos.

“Escribir ensayos es como un streap tease al revés. Aquí no te desnudas, sino muestras algo de ti, pero no de una manera directa, sino poniéndote cosas encima: lecturas, épocas, narrativas de otro tiempo y otra tradición, y a partir de eso reflejas tus gustos, irritaciones, impaciencias o incapacidades como lector. Con el ensayo haces tu retrato mental. En ese sentido, el ensayo tiene esa condición de autobiografía indirecta.”

Un libro es como un espejo

“En este libro –prosigue Villoro– aparecen autores que han sido muy trabajados: Onetti, Chéjov, Lowry. Pero como decía Lichtenberg, un autor que traduje y que me ha marcado mucho: un libro es como un espejo, si un mono se asoma a él no puede ver reflejado a un apóstol.

“Cada quien ve en un libro algo de lo que lleva adentro, por eso, son esa arriesgada oportunidad de vernos por dentro y un libro sólo está completo, sólo existe cabalmente, cuando alguien le aporta su lectura.

“Por eso la lectura es la forma más generosa de la intelectualidad en la literatura, porque es el momento en el que te entregas a la obra de otro y la completas.”

–¿En qué genero se siente más cómodo, en la narrativa de ficción o en el ensayo?

–La verdad, en ninguno. Todos me ponen nervioso, me causan tensiones y problema. Siempre cuesta trabajo porque está el estilo, el hecho que ya se escribió algo antes y no se quiere repetir, se pertenece a una tradición.

“Escribir es un placer, un vicio, pero también un gran problema. En los géneros tengo neurosis distintas, porque en un ensayo tengo que ser más informativo, claro y preciso que en un cuento o una novela, donde puede quedar algo medio difuminado, para que otras generaciones lo interpreten después. En cambio, el ensayo es directo, o en un artículo periodístico no te puedes dar el lujo de que te entiendan en 20 años, tienes un contrato con la verdad.

“Pero en casi todo lo que escribo hay una relación bastante clara entre lo muy cotidiano y la tradición cultural. Trato de que se mezclen vivencias anodinas, digamos, los misterios de lo diario, con el peso de la tradición, con elementos de teología, política o filosofía incluso, claro, con matices distintos.”

Juan Villoro prepara una novela para jóvenes titulada El libro salvaje, una nueva escala en su generosa travesía por el inagotable mundo de las letras.

 
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