Usted está aquí: jueves 18 de septiembre de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ Parálisis ante las consecuencias de la recesión

No es el único en el gabinete non plus ultra de la “continuidad, pero el estado de ánimo del secretario de Hacienda, Agustín Carstens, sube o baja a ritmo de la volatilidad económico-financiera que reporta el vecino del norte. Dice el doctor catarrito que para efectos internos un día no afecta esa situación, pero al siguiente sí; que el martes pasado la sacudida económica en Estados Unidos “no nos preocupa”, pero para el miércoles esa misma crisis ya no sólo resultó “sin precedentes”, sino que “va a condicionar el comportamiento de la economía y las finanzas de México”; que 24 horas atrás teníamos una economía “fuerte; ya les dije que bien”, pero que siempre sí “habrá un menor crecimiento del PIB en el país”; en fin, que la caída “es transitoria”, pero que a la vuelta de las horas el resultado en 2008 será sustancialmente inferior al originalmente previsto.

Comentábamos ayer que de alto gramaje deben ser los valium que ingiere el doctor Carstens, porque en medio de la trifulca y con las severas sacudidas que vienen del norte plácidamente aseguró (el martes pasado) que en México “no hay preocupación, estamos bien, sí; ya les dije que bien, y tenemos una economía fuerte”. Ayer el panorama cambió, tal vez porque olvidó la pastilla en casa, y durante su comparecencia en la Cámara de Diputados el ex alto directivo del Fondo Monetario Internacional ya describió un panorama mucho menos plácido que el de la víspera.

A los legisladores les dijo que “la crisis sin precedente que vive Estados Unidos tendrá un efecto en el entorno externo e influirá en el desempeño de la economía de México. Ayer el banco central (del vecino del norte) anunció un crédito por 85 mil millones de dólares por 80 por ciento de las acciones de la compañía de seguros más grande en el vecino país del norte. Esto ejemplifica claramente la extensión de la crisis sin precedente, que sin lugar a dudas tendrá un efecto en el entorno externo que estará influyendo sobre el desempeño de nuestra economía… Estados Unidos vive la peor crisis financiera de los últimos 50 años… en 2008 habrá un menor crecimiento del PIB en el país… sin crisis en Estados Unidos, el crecimiento de México, corregido por el ciclo, habría sido de 4 por ciento, en lugar de 2.4-2.5 por ciento en el que estamos” (Notimex/El Universal).

El problema no es la lentitud del funcionario para reconocer públicamente que la economía mexicana se encuentra en graves aprietos, en el entendido de que parte importante de su chamba es no mandar señales de alarma a diestra y siniestra. Sin embargo, ha mostrado la misma lentitud, junto con el resto del gabinete y el inquilino de Los Pinos para, fuera del discurso, actuar, atajar, corregir, evitar, tapar, proteger, etcétera, etcétera, al país de las consecuencias de una recesión cantada desde cuando menos octubre de 2006, incluso por los propios funcionarios de la dependencia a cargo de Agustín Carstens.

A nadie sorprendió el estallido formal de tal sacudida, porque con muchos meses de anticipación se sabía lo que estaba por llegar, y actuaron en consecuencia, pero el gobierno mexicano en lugar de tomar cartas en el asunto se dedicó a pregonar la “fortaleza de la economía”, el “rumbo correcto”, la envidiable “solidez”, la “gran confianza” y el “navío de gran calado”, entre otros piropos, una práctica que de nada sirve cuando el huracán arremete a todo lo que da, especialmente en contra de un país que como México depende en grado sumo del vecino del norte, origen del “meteoro”. En suma, el “vamos bien” y nada nos despeina, es la versión económico-financiera de la “goliza” al crimen organizado (Calderón dixit).

De tiempo atrás se sabe que en 2008 la economía mexicana “crecerá” 35 por ciento menos que en 2007; que la inflación duplicará lo estimado en un principio; que la economía estadunidense “avanzará” la mitad de lo proyectado (si bien va); que decrecen las remesas; que las exportaciones han menguado; que las tasas de interés van al alza; que el flujo de inversión extranjera directa pierde terreno; que la captación fiscal va a la baja; que la generación de empleo es menor a la de por sí enclenque previsión original; que la pobreza extiende sus tentáculos, y que la carestía arrasa los bolsillos de los mexicanos, entre otros factores, y todavía se animan a decir en público, sin rubor alguno, que “vamos bien”, que los problemas “son transitorios”, que “México tiene una economía fuerte” y que “nos gustan los retos”.

En lo económico-financiero, como en lo político y social, hechos concretos, no “visitas de cortesía” (Margarita), “cambios de agenda” (Felipe) o “pensiones vitalicias” (Leonel) para encubrir torpezas, debilidades y estrategias equivocadas.

Las rebanadas del pastel

De la lectoría, con sumas y restas: “PMI Comercio Internacional –“filial” de Pemex, encargada de vender el crudo en el mundo y adquirir combustibles en el exterior–, rechazó dar a conocer el precio que paga por importar gasolinas, así como el volumen que de ellas se adquiere desde cada país. Refirió que el precio de compra de la gasolina o de sus componentes se encuentra clasificado como ‘información reservada en términos de ley’. Resulta contradictoria la existencia de una sociedad anónima dentro de Pemex, y que además clasifiquen como información reservada, la que puede obtenerse de los reportes que esta paraestatal frecuentemente publica en Internet. Con base en los reportes de indicadores publicados por la propia paraestatal a julio de 2008, se puede calcular con cierta aproximación el precio, y en promedio se pagó por los petrolíferos importados 121.7 dólares por barril. En ese mismo periodo, el precio promedio por barril para la mezcla mexicana fue de 98.9 dólares. Lo anterior nos indica que exportamos crudo a Estados Unidos a 98.9 dólares por barril, e importamos refinados a 121.7 dólares por barril. Se ha pagado una diferencia de 2 mil 657 miles de millones de dólares para la importación de petrolíferos, en siete meses que han transcurrido. Extrapolando, a fin de año la diferencia será de 4 mil 556 millones de dólares. Considerando una ganancia de las refinerías de al menos la mitad, resulta que las empresas refinadoras estadunidenses se habrán embolsado en un año 2 mil 278 millones de dólares. Esto significa que en tres años podrían amortizarse las refinerías requeridas, si Pemex invierte en ellas. Las preguntas obligadas son: ¿quién es responsable en México de que no se haya invertido en refinerías? ¿Por qué, si es tan rentable refinar petróleo, en la ‘reforma’ que propone el gobierno, pretende que sea maquilada la refinación de crudo por las trasnacionales?” (José Luis Apodaca Villarreal, [email protected]).

 
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