RIO UCAYALI, CANTAMARA, PERU 1996.

FOTO: RICKY DAVILA

Presos de Atenco

Infamia que no termina

 

Gloria Muñoz Ramírez, San Salvador Atenco. Francisca y don Paco, padres de Óscar, y Maribel, madre de Julio César, hilvanan relatos desgarradores del cambio de sus vidas a partir de los días 3 y 4 de mayo del 2006, días en que sus hijos fueron víctimas de secuestro, golpes, torturas  y cárcel, durante el operativo policiaco con que el gobierno de Enrique Peña Nieto reprimió al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) y a cientos de personas que ni siquiera pertenecían al movimiento.

El 21 de agosto Óscar y Julio César fueron sentenciados a 31 años 11 meses y 15 días de prisión por el delito de secuestro equiparado. Alejandro, Pedro, Juan Carlos, Jorge, Adán, Narciso, Inés Rodolfo y Eduardo recibieron la misma sentencia de más de tres décadas de encierro, mientras que a Ignacio del Valle, dirigente del FPDT, se le condenó a 45 años que se suman a los 67 años y 4 meses previamente dictados, dando un total de 112 años y 4 meses, por el delito de secuestro equiparado en la modalidad de autoría intelectual. Sus compañeros Héctor Galindo Goicochea y Felipe Álvarez, presos también en el penal de máxima seguridad del Altiplano (Almoloya de Juárez), enfrentan penas de 67 años. Por otra parte, a pesar de las pruebas documentadas de torturas, asesinatos, violaciones y demás vejaciones perpetradas por los cuerpos policiacos, ninguno de los implicados está preso.

Maribel Ramos Rojas es empleada de un establecimiento Aurrerá y madre soltera de Julio César Espinoza Ramos: “Mi hijo sólo me tiene a mí y yo sólo lo tengo a él”. Julio tenía 18 años cuando fue detenido en la gasolinera de Tocuila, en un retén montado por la policía durante el conflicto suscitado en Texcoco y Atenco el 3 de mayo del 2006. “Él fue secuestrado por esos policías y lo terrible es que ahora lo acusan a él de secuestro equiparado, haciéndolo un preso político. Ahora ya tiene más de 20 años. Él se dedicaba al deporte y al comercio en San Pablito Chiconcuac y le ayudaba también a su abuelita en la crianza de su ganado. No pertenecía al FPDT… nosotros no sabíamos nada del movimiento; al paso de las cosas nos fuimos enterando. Ahora nos hicieron parte del movimiento, al haberlo hecho preso político. Y pues ya estamos viendo más cosas…”

¿Cómo se encuentra  Julio César?

–Cuando me habla por teléfono parece ser muy fuerte para que yo no me caiga, pero el día que lo visité era otra persona, totalmente quebrantado, diciendo: ¿Por qué me condenan a tantos años de cárcel? ¿Por qué estoy aquí si no hice nada? ¿Por qué nos dan una sentencia tan grande, cuando a los verdaderos secuestradores, los que mutilan, matan, violan, pueden salir a la calle? Solamente nosotros por ser pobres tenemos que ver a nuestros hijos tras las rejas. Él tenía tantas ilusiones, él se dedicaba al futbol… En 2006 recibió un reconocimiento por ser el campeón de goleo, y ahora sus ilusiones se ven truncadas, y todos esos sueños se quedan detrás de esos muros de la prisión.

 

El ambiente en la cabecera de San Salvador Atenco es festivo. Es septiembre y el gobierno municipal prepara la fiesta patriótica oficial. A un costado de la plaza, en el auditorio municipal que recuerda las batallas dadas por el FPDT en el 2001-2002 para evitar la construcción de un aeropuerto en sus tierras, se prepara otro festejo. La gente va y viene con tomates, chiles, hojas de maíz, carteles, tarimas, sillas y todo lo que habrán de utilizar para dar “El Grito por la libertad”. Trinidad Ramírez, esposa de Ignacio del Valle, no para. Anda puebleando invitando a la gente al acto y explicando casi casa por casa lo que significan las nuevas sentencias y la urgencia de continuar la lucha.

Esta pequeña mujer forjada en la lucha con un esposo preso, una hija prófuga y otro hijo liberado recientemente, señala que la situación actual “nos da la pauta para más unidad. Nos estamos haciendo más fuertes”.

 “Pensamos que todo estaba preparado, pues la sentencia se anuncia justo durante la reunión de seguridad y la discusión sobre los secuestros, el narcotráfico y el crimen organizado. Toda una burla que estuvieran hablando de seguridad, cuando al inseguridad ellos la han originado. Para nosotros no hay seguridad; para los ricos, sí. Cómo es posible que se atrevan a comparar a alguien que defiende la tierra y sus derechos con alguien que secuestra, asesina, mutila, viola y demás. Tenemos derecho [a la tierra] y tenemos derecho de defendernos”, señala esta mujer campesina de hablar pausado.

Trini, como mejor se le conoce, da cuenta del proceso jurídico “totalmente amañado, con delitos fabricados. Es absurdo que la declaración de un comandante la hayan generalizado para todos. Jurídicamente los abogados han probado su inocencia, pero ellos simplemente dicen: no. Así se llegó a esas sentencias. Es completamente político lo que estamos viviendo”.

Ignacio del Valle, relata su esposa, tomó la noticia con calma. “No hay diferencia” dijo “45 años  más no hacen diferencia”. Él está seguro de que van a salir todos y desde la cárcel de máxima seguridad nos manda ánimos.

 

Francisca Pacheco y Francisco Hernández son padres de Óscar Hernández Pacheco. Sin parar de llorar un solo momento, Francisca ofrece su relato: “El día que lo agarraron iba a ver a un familiar que estaba muy mal. Lo agarraron en la carretera. Le pegaron, le abrieron la cabeza, la cara. Tenemos una foto donde le están pegando, y un policía tiene una mitad de tabicón para pegarle en la cabeza. Esto fue el 3 de mayo. Ese día pasó a la casa. Le pregunté dónde iba y me dijo ‘voy a traer la niña…’ Estábamos desayunando, me dijo que regresaba para comer…”

Los dos padres diabéticos de más de 60 años, aunque parece que tienen más, sufrieron doblemente la sentencia a Óscar, pues les habían notificado verbalmente que saldrían libres en una semana. “Yo iba pasando por aquí y oí que lanzaban cohetes desde el auditorio. Vine y me habló Trini, y me dio la noticia. Mis hijos no que-rían, pero fui al penal y ahí sentí que yo ya no era yo”.

Óscar tenía 28 años cuando lo aprehendieron. Es padre de dos hijos y tres de sus hermanos son parte del FPDT. Ni él ni sus padres participaban. Relata don Paco: “En este tiempo hay veces que no puedo verlo, por el trabajo. No hay dinero. Se le tiene que dejar un poco de dinero, comida, y hacemos el esfuerzo para ir y dejarle su encargo. Y ahí son 500, 600 pesos que se gastan nomás en un día. Imagínese, y luego sin dinero”.

Con la voz entrecortada, apenas audible, Francisca lanza una pregunta que nadie le ha respondido: “Me dicen que mi hijo es peligroso porque es secuestrador… pero cómo va a ser secuestrador, ¿a quién secuestró?”

Antes, recuerda, “teníamos mucho miedo, no nos acercábamos al movimiento. Creíamos que nos iban a agarrar. Pero ya no tenemos miedo. Ya fuimos al Molino y nos rodeó dos veces la policía y yo ya no tuve miedo. Dije: si me agarran, pues ya estaré allá con mi hijo”.

 

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