Usted está aquí: miércoles 24 de septiembre de 2008 Opinión ¿La Internet nuestra de cada día?

Javier Aranda Luna

¿La Internet nuestra de cada día?

La revolución digital es más que un lema. El flujo de la información procesada en decenas de miles de computadoras conectadas a la Internet ha cambiado muchas prácticas de las sociedades modernas y lo seguirá haciendo.

No es casual que el candidato demócrata Barack Obama haya apostado por la Internet como medio para promover su campaña en la lucha por la presidencia del país más poderoso de la historia. Por la web, Obama no sólo ha dado a conocer su plataforma política sino ha reclutado miles de voluntarios y adeptos y millones de dólares. Si triunfa, será el primer político beneficiado por la red del ciberespacio; si no, habrá trastocado las formas de hacer política de manera irreversible.

Obama no es él único que ha visto las posibilidades de cobertura e inmediatez que ofrece la Internet. El matemático ruso Grisha Perelman dio a conocer, en 2002, la solución de la Conjetura de Poincaré, sobre la naturaleza del espacio, en un blog de 473 páginas, enunciado que durante casi un siglo los matemáticos más brillantes no habían podido resolver.

Pero como toda herramienta, la web ha sido utilizada también por el lado oscuro de la sociedad: las bandas de pederastas y secuestradores han encontrado en ella un medio ideal para localizar a sus víctimas. Hace unos días nos enteramos que organizaciones criminales se valen de la información de comunidades como hi5, Wayn, Facebook y otras para perpetrar sus crímenes, como el que terminó con la vida del adolescente Fernando Martí y que la famosa Familia Michoacana usa la red para distribuir sus comunicados. El horror de los descabezados de Mérida terminó de darse a conocer en Internet.

Sobran los ejemplos sobre las posibilidades de la Internet: el día de la invasión rusa a Georgia fue reforzada con una serie de ataques de terrorismo cibernético contra el presidente de aquel país que lo mantuvieron incomunicado varias horas.

Sin embargo, las posibilidades de la red pudieron medirse claramente a escala mundial por el pánico que provocó en las grandes trasnacionales y gobiernos de todos los países por el posible colapso de todas las computadoras en el año 2000 pues, decían sus fabricantes, los ordenadores sólo ha-bían sido programados hasta la fecha del 31 de diciembre de 1999.

Ahora sabemos que esa profecía negra no se cumplió, pero también sabemos que cuando la red se ha caído con virus como el famoso Iloveyou del año 2000 ha ocasionado pérdidas millonarias.

Empieza a circular, bajo el sello editorial del Fondo de Cultura Económica, Googléame, de la filóloga francesa Barbara Bassin.

Este libro es un estudio interesante sobre las “otras posibilidades” de la Internet, como son las que representan los famosos motores de búsqueda. A diferencia de la Internet que se ha caracterizado por la libre circulación de datos, los famosos buscadores como Google o Yahoo, refiere Bassin, se han convertido en una forma de control informativo, con todas las consecuencias que ello implica.

Gracias a Yahoo, por ejemplo, han sido ubicados y detenidos opositores al régimen chino y, por el algoritmo de su motor de búsqueda, es posible conocer la frecuencia de las palabras utilizadas por cada uno de los usuarios del correo electrónico.

Cada vez que usted utiliza su correo, los servidores ordenan y contabilizan su vocabulario y esa información puede ser utilizada para dirigirle, por ejemplo, publicidad personalizada. Los buscadores son, nos recuerda la autora de Googléame, servicios de empresas cuyo interés primordial es hacer dinero más que facilitar el libre y democrático flujo de la información. Si así fuera, el ordenamiento de los distintos “buscadores“ sería el mismo, similar al de los diccionarios, y no es así.

Mucho se ha dicho que la información es poder y lo consigna, desde hace siglos, la Biblia, cuando nos recomienda “que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda”.

Creo que hoy más que nunca podemos decir con certeza que todo, en última instancia, es información: cada proceso biológico, cada imagen, cada política pública o proceso empresarial es posible reducirlo a un conjunto de datos ordenados –puestos en forma– de determinada manera. ¿No un cromosoma es el responsable de la determinación del sexo? ¿Y no es el sencillísimo lenguaje binario el que ha hecho posible el milagro de la Internet? Googléame es un interesante acercamiento a ese mundo donde la información digital puede desestabilizar la economía de un país o modificar nuestros gustos musicales.

Si la revolución digital ha empezado, nos conviene reflexionar sobre algunas de sus consecuencias.

 
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