Usted está aquí: jueves 25 de septiembre de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ Los electores de EU deberían aprovechar la experiencia mexicana y evitar errores a la hora de votar

Más allá de lo que por sí solo pueda lograr Barack Obama, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos tiene un enemigo de mucho mayor peso y contundencia que su par demócrata: el desastre económico de la “era Bush” junior, que en sólo siete años acumuló dos recesiones y, como regalo de salida, una crisis financiera de pronóstico reservado y con un costo fiscal mucho mayor que el de su aventura guerrera en Irak.

A los gringos, como a tantos otros, se les puede dorar la píldora con guerras inventadas y armas “de destrucción masiva” que nunca aparecieron, pero no cuando sus bolsillos comienzan a menguar como resultado de los lesivos efectos de una política económica devastadora, que cancela puestos de trabajo y aumenta los precios, como la puesta en práctica por el texano y su banda de empresarios.

En este renglón, como en tantos otros, John McCain regularmente resbala. Apenas comenzaba septiembre, cuando el senador por Arizona alabó la “fortaleza de nuestra economía” y, producto de ella, prometió al electorado “reducir impuestos, recortar la tasa fiscal y detener el gasto de 700 mil millones de dólares anuales en países que no nos quieren”.

Pues bien, de entrada el candidato republicano tendría que corregir públicamente su promesa de reducir impuestos y recortar la tasa fiscal, porque si cubrir los gastos derivados de la invasión a Irak de tiempo atrás es insostenible, sumarle el costo del “rescate” financiero planeado por su compañero de partido, George W. Bush, es verdaderamente un suicidio, económico, financiero y político. Y en ambos casos los dineros salen de los contribuyentes, a quienes el senador por Arizona aseguró les aligeraría la carga fiscal. ¿De dónde, entonces, sacará para pagar la guerra, el “rescate” financiero y, a la vez, reducir impuestos?

Además es previsible que los electores le cobren una de las ligerezas más escalofriantes de las muchas por él cometidas a lo largo de su campaña: “los fundamentos de nuestra economía son fuertes”, dijo orondo al inicio de septiembre, para corregir, detonada la bomba económico-financiera y a escasas seis semanas de las elecciones presidenciales: “la economía está en crisis; los fundamentos (financieros) están amenazados y en riesgo porque hay algunos en Wall Street que han tratado a Wall Street como si fuese un casino”. Y si lo anterior no fuera suficiente, se animó a redondear el patinón con un oportunismo por demás deplorable: “hace dos años advertí que la situación se deterioraba y era inaceptable… y la red de amiguismo y corrupción en Washington tiene participación directa y es una de las causas de la crisis financiera en la que estamos hoy… yo sé cómo repararla y cómo hacer las cosas”.

Pero, como bien subrayan los publicistas del candidato demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, “¿cómo va John McCain a enderezar la economía, si aún no entiende que está estropeada? El senador ha estado en Washington durante 26 años y no ha levantado ni un dedo para reformar las regulaciones que podrían haber prevenido la crisis. Propone recortes de impuestos por 200 mil millones de dólares para los grandes corporativos, pero ni un solo centavo para los más de 100 millones de estadunidenses preocupados por sus ahorros y su capacidad para pagar sus hipotecas”. Así, los electores del vecino del norte deberían sacar raja a la reciente experiencia mexicana, para evitar errores garrafales a la hora de sufragar, y evitar que accidentes de la política lleguen a palacio de gobierno.

Como se menciona, a paso ligero McCain pasó de “los fundamentos de nuestra economía son fuertes”, a “la economía está en crisis y los fundamentos amenazados”, y de esto último asirse para intentar posponer el primer debate con su oponente demócrata (cuyo resultado se adelanta “mortal” para el senador de Arizona), toda vez que, dijo, “ha llegado el momento de que ambos partidos se unan para solucionar este problema” (la debacle económico-financiera) y (él) “participar en la discusión en el Congreso sobre el paquete de rescate financiero propuesto por el gobierno de Estados Unidos”.

Con una enorme sonrisa, Obama rechazó la “invitación” de McCain, porque “ahora es más importante que nunca que los estadunidenses escuchen a los candidatos; es este momento cuando necesitan oír a la persona que, dentro de unos 40 días, será responsable de lidiar con este desastre”.

Y para redondear tanto el desastre nacional como el personal, el senador por Arizona “ha sido vinculado con la firma Freddie Mac, hipotecaria que forma parte del origen de la crisis económica y a la cual investiga el FBI por posibles abusos que llevaron al colapso actual en Estados Unidos. Durante las semanas pasadas McCain negó toda relación entre su líder de campaña, Rick Davis, con la firma hipotecaria; aseguró que nadie de su equipo recibió dinero mensualmente de dicha empresa. Sin embargo, The New York Times informó que fuentes anónimas revelaron que Davis recibió, hasta finales de 2005, aproximadamente 15 mil dólares mensuales como consultor. La empresa de Davis mantuvo contratos con la firma Freddie Mac durante varios años y los rompió cuando inició la crisis”. A su vez, el diario El País sostiene que “McCain había asegurado poco antes de estallar el polvorín financiero que los fundamentos de la economía eran sólidos, pero tuvo que rectificar y afirmar que algunos han tratado Wall Street como un casino. Y, tras la información publicada por el diario neoyorquino, algunos empiezan a acusar a los asesores más cercanos de McCain de beneficiarse de ese casino. Wall Street ha sido, hasta la crisis fuente de asesoramiento y de fondos para republicanos y demócratas” (El Universal), mientras el Fondo Monetario Internacional incrementó a 1.3 billones de dólares (cerca de 10 por ciento del PIB estadunidense) el costo real del “rescate” financiero en el “motor del mundo”.

Con ese tipo de candidatos, para qué inventan enemigos.

Las rebanadas del pastel

La siempre unida famiglia financiera del sector público cobija a uno de sus capos, mediante rigurosa omertá, y desdeña al Legislativo en su investigación en contra del ex secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, quien a su vez habría protegido a uno de los empresarios consentidos de los últimos cuatro sexenios, Roberto Hernández Ramírez, en una suculenta jugada (3 mil 500 millones de dólares) en la que el perdedor, como siempre, resultó ser el erario. Resulta que el mismísimo procurador fiscal de la Federación, Javier Leynez Potisek, y el presidente de la CNBV, Guillermo Babatz Torres, dejaron plantados a los integrantes de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, ante quienes deberían aclarar la compra-venta, libre de impuestos, de Banamex a Citigroup. Mientras, Roberto Hernández se asolea en alguna de sus muchas haciendas en el bello sureste mexicano.

 
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