Usted está aquí: sábado 27 de septiembre de 2008 Mundo La crisis bancaria domina el primer debate sobre política exterior

■ América Latina, borrada del cara a cara entre McCain y Obama, anoche en Estados Unidos

La crisis bancaria domina el primer debate sobre política exterior

■ Vamos ganando la guerra en Irak: el republicano; la belicosidad, poco sabia, responde el demócrata

David Brooks (Corresponsal)

Ampliar la imagen Un instante durante el primer debate presidencial entre el republicano John McCain (izquierda) y el demócrata Barack Obama, anoche en la Universidad de Mississippi Un instante durante el primer debate presidencial entre el republicano John McCain (izquierda) y el demócrata Barack Obama, anoche en la Universidad de Mississippi Foto: Reuters

Nueva York, 26 de septiembre. El primer combate cara a cara entre los candidatos presidenciales de los dos partidos nacionales tenía como tema la política exterior, pero la crisis financiera inevitablemente fue el asunto central en este primero de tres debates que se celebrarán antes de las elecciones generales, el 4 de noviembre.

De hecho, el tema ocupó los primeros 40 de los 97 minutos que duró el intercambio. El debate mismo estaba amenazado por las maniobras políticas en torno a la crisis financiera, y sólo hasta esta mañana el republicano John McCain anunció que acudiría, tras proponer que se postergara el encuentro hasta lograr un acuerdo legislativo para el rescate financiero.

Tal vez lo más notable es que durante los 57 minutos que el debate se enfocó en política exterior, América Latina desapareció. Sólo hubo una mínima referencia a Hugo Chávez y Raúl Castro al discutirse si se debía o no negociar con personas como el presidente de Irán.

Los acentos

El debate, con un solo conductor, Jim Lehrer, de PBS, manifestó la estrategia de cada candidato. McCain repitió una y otra vez que su contrincante “no parece entender” los asuntos de política exterior al responder sobre la estrategia en Irak, Pakistán, Afganistán, Rusia y más. Para subrayar su experiencia, el republicano frecuentemente recordó sus viajes por el mundo y que “he estado involucrado en casi todos los principales incidentes de seguridad nacional de este país durante los últimos 26 años”. Intentó resaltar su independencia como senador al oponerse a algunas políticas de su partido y buscó distanciarse del presidente George W. Bush.

Barack Obama trató de enfatizar el “juicio” cuestionable de su contrincante en asuntos exteriores, repitiendo que la decisión apoyada por McCain de invadir Irak fue equivocada, recordando que no fue rápida, ni fueron recibidos como liberadores y que no había armas de destrucción masiva, como en ese entonces sostuvo McCain, y que fue un error abandonar el terreno en Afganistán, así como la misión de encontrar a los responsables del 11-S.

Una y otra vez, Obama intentó ligar a McCain con Bush, recordando que su contrincante había votado con el presidente 90 por ciento del tiempo. McCain, subrayó, continuaría con las “políticas fracasadas de los últimos ocho años” de Bush.

También hubo la batalla de pulseras: primero McCain contó que una madre le solicitó que llevara la pulsera de identidad militar de su hijo, muerto en combate en Irak, pidiéndole que “su muerte no sea en vano”, o sea, que se ganara la guerra y que las tropas no regresen derrotadas. Obama respondió: “yo también tengo una pulsera” de una madre que le dijo que la portara con la promesa de que haría lo posible para que ninguna otra familia tuviera que sufrir lo que ellos al perder su hijo en esa guerra.

McCain insistió en que “estamos ganando la guerra en Irak”, y que la propuesta de Obama de iniciar un retiro con fechas establecidas llevaría a la derrota. Obama sostuvo que los costos humanos y más de 10 mil millones de dólares al mes gastados es esa guerra eran resultado de una decisión poco sabia de usar la fuerza.

En los intercambios sobre qué hacer con Rusia, Pakistán, Corea del Norte y sobre todo Irán, McCain enfatizó su “experiencia” y Obama destacó que lo primero es “rescatar el prestigio de Estados Unidos en el mundo” con una visión renovada. Se enfrentaron sobre si uno negociaba sin condiciones con líderes de regímenes enemigos, sobre todo con el de Irán; McCain insistió en que la posición de Obama “no sólo es ingenua, sino peligrosa”, y Obama señaló que el propio asesor de McCain, Henry Kissinger, acababa de proponer eso.

Al final, McCain resumió: “Obama no cuenta con la experiencia y juicio” para ser presidente y comandante en jefe y “yo no necesito capacitación para ese trabajo”. Obama insistió en que se requiere otro enfoque donde el presidente “envía un mensaje al mundo” de que Estados Unidos buscará recuperar su imagen como ejemplo internacional.

Por supuesto, McCain, como en toda ocasión, hizo un par de referencias a su tiempo como prisionero de guerra en Vietnam, mientras que Obama, como habitúa, recordó su historia personal de ser hijo de un inmigrante africano que veía a Estados Unidos como tantos en el mundo, la tierra de gran promesa donde cualquiera que trabajaba duro podía lograr sus sueños.

Que el tema de política exterior fuera sustituido en gran medida por el de la crisis financiera, en principio beneficiaba a Obama. Los expertos y los sondeos registran que por amplio margen, el electorado confía más en Obama que en McCain en el manejo de la economía y de política interna, mientras el republicano es favorecido en asuntos de seguridad nacional y política exterior.

Obama dijo que la crisis financiera local “es el veredicto final sobre ocho años de políticas económicas fracasadas de Bush apoyadas por McCain”, de que el mercado resolvería todo sin regulaciones del gobierno. Se pronunció en favor de un plan de rescate que proteja a los contribuyentes y los intereses de las familias trabajadoras, que “enfrentan su propia crisis financiera cada mes aun antes de esta crisis”.

McCain también respondió con tonos populistas: la crisis, dijo, es en parte resultado de “la avaricia” de Wall Street y la falta de responsabilidad de políticos. Se presentó como el gran luchador contra la corrupción de la clase política en Washington. E intentó pintar a su contrincante como el “senador más liberal” que sólo desea aumentar el gasto federal, mientras él buscaba recortarlo junto con los impuestos para impulsar la economía.

Obama respondió que el gasto federal y el déficit se incrementaron justo bajo el gobierno del partido Republicano y que McCain había aprobado esos presupuestos promovidos por Bush y, por tanto, sólo representaba la continuación de esas políticas, que tienen “la noción equivocada de que el mercado puede resolver todo sin regulaciones”.

Millones de televidentes (se pronosticaba que 40 millones) escucharon a quienes desean relevar al presidente más reprobado de la historia contemporánea. Pero como casi todos los actos políticos aquí, las formas son igual y/o hasta más importantes que el fondo.

Por ello durante los últimos días los analistas, periodistas y expertos ofrecían sus opiniones sobre qué esperar en el debate, qué ver, y casi todo giraba en torno, no a las posiciones de los candidatos, sino cómo sería su “actuación”.

Por ejemplo, que McCain no nutriera la idea de que es demasiado viejo, y que Obama se proyectara como no demasiado joven, que el republicano no mostrara su famosa tendencia de enojarse, y que Obama dejara de presentarse como demasiado alejado y tranquilo. Que se cuidaran de gestos que podrían ser interpretados como arrogantes o impacientes y más.

Cuando concluyó el intercambio, los expertos y periodistas analizaron cómo cumplieron su papel como actores, quién veía hacia la cámara, cómo se miraban o no entre sí, si parecían tranquilos.

Tanta presión, un público masivo –tal vez el más grande que tendrán en esta elección en un solo acto– y todo vestido como un performance. Tal vez por eso se desarrolló en el Ford Center of Performing Arts de la Universidad de Mississippi.

 
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