Usted está aquí: martes 30 de septiembre de 2008 Economist Intelligence Unit ¿Invierno nuclear?

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Crisis en EU

¿Invierno nuclear?

Cuando Warren Buffet, gurú de las inversiones, dijo que los derivados eran “armas financieras de destrucción masiva”, se refería precisamente a una crisis como la actual. Parte de la razón por la cual los inversionistas están tan nerviosos por la salud de las empresas financieras es que no saben qué tan expuestas están al mercado de derivados crediticios. Es doblemente preocupante que el desplome de Lehman Brothers y el casi colapso de la aseguradora AIG ocurran antes de que entren en vigor reformas útiles, como una cámara de compensación central para derivados.

Una bancarrota del tamaño de la de Lehman tiene tres impactos potenciales sobre el mercado de 62 billones de dólares de CDS (credit default swaps), donde los inversionistas compran seguros contra la falta de pago corporativo. Los swaps se habrían multiplicado si AIG hubiese quebrado también. La aseguradora tiene 441 mil millones de dólares en exposición en derivados crediticios. Muchos fueron otorgados a bancos, los cuales habrían sufrido un duro revés en su capital si AIG hubiera quebrado. No es sorprendente que la Reserva Federal haya tenido que intervenir.

El primer impacto concierne a contratos sobre la propia deuda de Lehman. Como “evento crediticio”, la bancarrota provocará la liquidación de los contratos, conforme a las normas establecidas por la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA, por sus siglas en inglés). Los que vendieron seguros contra la quiebra de Lehman perderán mucho. Sin embargo, Lehman parecía riesgoso desde hace tiempo, así que los inversionistas tuvieron la posibilidad de disminuir su exposición.

El segundo efecto se relaciona con contratos donde Lehman era una de las partes, esto es, comprador o vendedor de swaps. Por ejemplo, un inversionista o un banco podrían haber comprado una swap como seguro contra una quiebra de AIG, con Lehman como contraparte. Es evidente que esa protección quedaría nulificada si Lehman no podía liquidarla. Hasta el viernes anterior a su bancarrota, Lehman habría podido pagar la fianza que la contraparte hubiese reclamado. Después de ese día, el comprador quedó expuesto a los movimientos de precios que se dieran antes de que pudiese anular el contrato.

El tercer efecto repercutirá en el mercado de obligaciones de deuda colateralizada (CDO, por sus siglas en inglés), que tantos problemas causó el año pasado. Los denominados CDO incluyen un paquete de swaps; una quiebra de Lehman podría causar grandes pérdidas a los titulares de los tramos de más riesgo.

Los enterados dicen que la mayor exposición podría estar en la tasa de interés del mercado de swaps, que es muchas veces mayor que el de derivados de crédito. Mediante la tasa de interés swap, una de las partes acepta cambiar una obligación a tasa fija por otra expuesta a tasas flotantes o variables. Dependiendo de si la tasa sube o baja, uno terminará debiendo dinero al otro. Los bancos que contrataron con Lehman podrían haber estado bien hasta el viernes, cuando el banco todavía pagaba las fianzas. Pero no después.

Aunque la ISDA tiene normas para cubrir esos eventos, la magnitud de Lehman en el mercado (su posición neta en derivados será de cientos de miles de millones de dólares) hace que esta quiebra sea una prueba severa. Inevitablemente habrá litigios. La buena noticia es que los mercados de swaps no se paralizaron después del 15 de septiembre. Pero la reacción puede venir con retraso. Las armas de destrucción masiva de Buffett podrían dejar atrás una nube tóxica.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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