Usted está aquí: jueves 2 de octubre de 2008 Opinión Lecciones del rescate

Orlando Delgado Selley
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Lecciones del rescate

Sorpresivamente los legisladores estadunidenses rechazaron el “Plan de rescate de la industria financiera”. Pese a las intensas presiones, y por razones muy diferentes, 94 demócratas y 132 republicanos se opusieron y lograron que, por lo menos, se enmienden aspectos fundamentales de la propuesta llevada a votación. Argumentaciones muy distintas sostienen la oposición demócrata y la republicana al plan de rescate.

Para los demócratas el fundamentalismo de mercado promovido por el gobierno de Bush y los de los países desarrollados han permitido que las grandes empresas financieras de ese país se apropien de una parte enorme del excedente mundial a través de la venta de todo tipo de papeles representativos de operaciones crediticias. Las intermediarias financieras han desviado utilidades de las actividades productivas hacia la compra-venta de paquetes financieros, mermando la capacidad de un crecimiento sostenido en la producción de bienes y servicios, por otro apoyado en la especulación.

Rescatar a “la industria financiera” implica proteger a quienes se han beneficiado de un mercado que opera acotado por sus propias reglas, que quedan superadas por nuevos paquetes estructurados complejos. Además, el plan otorga una amplia discrecionalidad a la tesorería estadunidense para decidir qué rescatar, a quiénes y a qué precio. Por ello, pese a las obvias consecuencias negativas, 40 por ciento de la bancada demócrata votó en contra.

Para los republicanos el asunto es diferente. Su oposición tiene un contenido ideológico y práctico. La parte más conservadora de ese partido sostiene que la lógica del mercado funciona en muchas industrias y que en esta “industria” particular es inconveniente que la intervención estatal le impida funcionar. Si las empresas financieras se equivocaron deben perder su capital, como pasa en la industria textil, automotriz, etcétera. Las consecuencias tendrían que pagarlas también los que invirtieron en esos papeles buscando ganancias exorbitantes. Además, votar ese rescate tendrá un costo electoral que no están dispuestos a pagar.

Todo indica que una nueva versión del plan de rescate finalmente se aprobará. Sin embargo, ha quedado claro que los representantes legislativos no responden a los acuerdos de sus liderazgos parlamentarios, sino a sus propios intereses, que incorporan de algún modo el de sus electores. No ocurrió eso en 1998, cuando los legisladores del PAN y del PRI aprobaron el rescate de los dueños de la “industria bancaria” mexicana que habían quebrado a sus empresas con prácticas indebidas. Desafortunadamente, los electores no castigaron a los partidos que les endeudaron con un billón de pesos. Así que nuestros legisladores y los del norte no son iguales, pero tampoco lo son los electores.

La crisis financiera no se resolverá con el rescate planteado. Simplemente se amortiguará, lo que no es menor. El impacto en la economía mundial será importante y de larga duración. Lo que puede esperarse es que otras empresas quiebren, que el dólar siga debilitándose y que la recesión se instale. No es alarmismo recordar la crisis de 1929-33. Para América Latina el enorme costo de esa crisis provocó que modificáramos el patrón de acumulación con el que funcionábamos. Pasamos de un patrón primario-exportador a la industrialización basada en la sustitución de importaciones, lo que después de la guerra mundial permitió un largo auge en la región.

Hoy estamos frente a una crisis que anuncia el final del patrón de acumulación neoliberal y que provocará mutaciones estructurales. En muchos países latinoamericanos están aprovechando las circunstancias para superar el fundamentalismo de mercado que rigió la política en el subcontinente más de 20 años, proponiéndose modificaciones que beneficien a la mayoría de la población.

En México los neoliberales siguen en el mando. No se han dado cuenta de que su proyecto histórico no cumplió con lo ofrecido y está en retirada. Su fracaso es evidente, pero insisten en mantener el rumbo. La evolución de la situación mundial llevará a que los electores los pongan en su lugar.

 
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