Usted está aquí: sábado 4 de octubre de 2008 Cultura Si hay un arte que no puede tener un museo, ése es la música: Jordi Savall

■ La magia y la intensidad de la cultura catalana se verán en el festival Cervantino

Si hay un arte que no puede tener un museo, ése es la música: Jordi Savall

■ “El silencio que el intérprete consigue en el público es la prueba de que ha tocado el corazón de las personas”, dice a La Jornada

■ El musicólogo y humanista se presentará en Guanajuato

Armando G. Tejeda y Pablo Espinosa (Corresponsal y enviado)

Ampliar la imagen Jordi Savall, en su casa-taller de Barcelona, durante la entrevista con La Jornada Jordi Savall, en su casa-taller de Barcelona, durante la entrevista con La Jornada Foto: Armando G. Tejeda

Ampliar la imagen "La partitura es una especie de mensaje codificado sobre el cual el intérprete saca su propia versión", manifiesta a La Jornada el musicólogo catalán Jordi Savall “La partitura es una especie de mensaje codificado sobre el cual el intérprete saca su propia versión”, manifiesta a La Jornada el musicólogo catalán Jordi Savall Foto: Armando G. Tejeda

Ampliar la imagen El músico y su inseparable viola da gamba El músico y su inseparable viola da gamba

Barcelona, 3 de octubre. La cultura catalana late con intensidad en estos días. En la Fundación Joan Miró se preparan las actividades por el primer cuarto de siglo luctuoso de ese Mozart de la pintura, mientras otros emblemas de Barcelona también palpitan: filas interminables para ingresar a La Pedrera, a la Sagrada Familia, al Parc Güel, pero también está a la vista lo habitualmente menos visible: la vanguardia, en el conjunto impresionante de museos de toda índole por las calles, callejones, callejuelas. Hay entonces magia y vida nutriente en la capital de Cataluña.

A unos cuantos días de que la cultura catalana viaje a México en un comité representativo que será protagonista del inminente Festival Internacional Cervantino (FIC) en Guanajuato, La Jornada obtuvo el privilegio de un acercamiento íntimo con uno de los mejores hombres que hay en el planeta, el maestro Jordi Savall, cuyo genio musical, rigor musicológico pero sobre todo su humanismo monumental lo ubican a caballo entre la trascendencia histórica y la sencillez humana al mismo tiempo: un genio de la música, lo llamarán en el futuro, pero también será recordado como un hombre sencillo. Esos son los valores verdaderamente trascendentes.

Mirada interrogadora

La obra que desarrolla Jordi Savall en su tránsito terreno puede medirse desde distintas luces: la del entendimiento, por sus aportaciones musicológicas, la luz del conocimiento, por sus virtudes como intérprete de la viola da gamba y la luz del amor, por la multiplicidad de efectos que causa su música, esa compañera de batallas, dolor, felicidad. Vida.

Savall habla con una voz cadente y armoniosa. Su palabra es tan reflexiva y serena como su mirada, que pareciera interrogar de forma doliente el por qué de tanto absurdo en la historia del Hombre. Porque este músico nacido en Barcelona en 1941 es alguien que cuando sujeta con sus manos y con su alma la viola de gamba –aquel instrumento en desuso que rescató del olvido–, se cuestiona “lo que somos y lo que deberíamos ser”.

Savall recibió a La Jornada en su casa, taller y templo en las afueras de Barcelona, donde vive rodeado de instrumentos antiguos –su herramienta de trabajo–, libros encuadernados en piel, con las hojas amarillentas y con infinidad de “tesoros” en su interior, puesto que la mayoría están relacionados con la historia de la música, pero de esa historia que “mutiló” la civilización Occidental, es decir, la anterior al siglo XIX.

–¿Por qué eligió la viola de gamba? ¿Es de verdad tan especial su sonido y tan parecido a la voz humana?

–Desde el principio me fascinó el sonido del instrumento. Es diferente a todos los instrumentos de arco, porque es el único que tiene siete cuerdas. También tiene parentesco con el laúd, porque tiene una resonancia bellísima.

“Es un instrumento grave pero también puede tocar muy agudo. En los graves es casi como un contrabajo de profundidad. Tiene esta ternura de sonido que lo hace muy cercano a la voz humana. Siempre se ha considerado en todas las épocas que era el instrumento que más podía imitar toda la expresión de la voz humana y esto siempre se ponía en el punto más alto de la escala de valores de los instrumentos.”

Siglos de amnesia

–¿Cree que esa necesidad que tiene desde pequeño de tocar música desconocida y que no había escuchado antes nació por una sensación de orfandad frente a la idea de que la historia de la música estaba incompleta, mutilada?

–No lo sé, pero pienso que es una cosa muy natural buscar en nuestras raíces, en nuestros orí-genes para encontrar respuestas o explicaciones. Y sobre todo en el arte, pues nos explica lo que somos y lo que deberíamos ser. Algo que más sorprende cuando se empieza a investigar sobre el pasado es el por qué de tantos siglos de amnesia en la música. Cómo puede ser que una civilización tan culta, como la occidental, haya olvidado la mayor parte del patrimonio musical histórico.

–¿Y por qué de la música, y no ha ocurrido en el resto de las bellas artes?

–Tengo una teoría muy personal que explica esto. Necesitamos situarnos en 1450, cuando en el mundo europeo se descubre mediante los árabes la existencia de toda la civilización griega. Este redescubrimiento de la cultura griega producirá uno de los cambios culturales más impresionantes, el Renacimiento, y que fue un momento de creación total de nuevas formas.

“Y, ¿qué pasó? Que los creadores descubrieron la belleza de las estatuas griegas, de los avances arquitectónicos, de la literatura, de la filosofía… menos de la música. No había ninguna música que pudieran escuchar ni ninguna partitura.

“Así que no hubo Renacimiento musical, porque no había un modelo sobre el cual renacer. No existió.

“Hasta principios del siglo XIX se produjo el gran shock, que es cuando Mendelssohn dirigió en Berlín la primera interpretación fuera de su época de La pasión según San Mateo. Enton- ces se dan cuenta de que 80 años antes había un genio que había compuesto una música maravillosa que ningún compositor del momento era capaz de hacer. Y con este mensaje se inicia la recuperación de los grandes maestros.”

–Pero eso ocurrió hace nada, en términos históricos ayer mismo o hace sólo una hora…

–Así es. Comentaba Aldous Huxley, quien era un amante de la música, que no entendía como es que se había producido esta terrible amnesia cultural en la cual siglos y siglos de belleza musical habían estado sepultados bajo capas de modernismo. Éste nos había ocultado la belleza del pasado. Y ahora es cuando en realidad estamos viviendo un renacimiento musical; estas obras renacen porque ahora hay artistas que han aprendido a tocar los instrumentos y a entender el estilo de estas épocas. Por primera vez podemos escuchar en un mismo día la última creación de Stockhausen y un programa de cantatas de Bach.

–Y antes de las partituras más antiguas, ¿qué pasó?

–Las partituras más antiguas que se pueden leer son del siglo VIII. Y antes la música existía, como existe hoy día en todos los países orientales: se hacía, se cantaba y se transmitía por tradición oral. Llegar a escribir la música nunca ha sido una necesidad en el mundo oriental. Una interpretación de una raga india es prácticamente imposible de escribirla en notas porque es tan irracional, los ritmos tan variados y siempre tan diferentes. Esto sólo se puede aprender por tradición oral. Y son legados que perviven, porque hay una tradición perfecta de maestros a alumnos.

–Y en Occidente esto se eliminó por completo…

–En Occidente estamos marcados por el mito de Edipo; si no matamos al padre no podemos ser. Si el alumno no es mejor que el maestro rápidamente se considera fracasado. O de una generación a otra. Y siempre estamos gestionados por la belleza de la juventud. Creo que eso es una de las mayores debilidades del mundo occidental, porque estamos gobernados por algo que es efímero. No hay nada más efímero que la juventud, mientras la sabiduría y el conocimiento con la edad van aumentando y enriqueciéndose. Y son cada vez más valiosos.

Emoción, belleza e intensidad

–Y la música también es efímera…

–Claro. La música es el arte más efímero que existe. No la puedes atrapar. Incluso al escuchar un disco, cuando se ha terminado se queda en tu memoria. En ese sentido la música es el arte de la memoria por excelencia. Por eso es tan importante que en la interpretación de la música haya emoción, belleza e intensidad.

“La música existe sólo cuando se canta, se toca. Si hay un arte que no puede tener un museo es la música. Ésta es siempre viva. La partitura es una especie de mensaje codificado sobre el cual el intérprete saca su propia versión.”

–En su indagación por la historia de la música, ¿no ha sentido en algún momento rabia u odio por tantos episodios oscuros en los que la música es triste protagonista?

–Odio, no. Nunca. Porque creo que la música es un arte que tiene sus propios valores. Y no la hay buena ni mala. Ahora bien, puede haber la utilización de músicas para objetivos negativos: por ejemplo, en el Tercer Reich se utilizó para aumentar el espíritu nacionalista germanófilo y el espíritu nazi de forma tremenda. También en Las Cruzadas se utilizó para convencer a las personas de ir a matar judíos.

“Siempre ha sido así, pero creo que la música nos habla mediante la emoción profunda y nos toca el corazón por un camino que no pasa por el intelecto. No tenemos que entenderla. Ésta tiene un aspecto esencial que le da una fuerza particular: tiene una dimensión espiritual. Cuando perdemos la capacidad de ser sensibles a la dimensión espiritual, entonces pasa lo que pasó en la Alemania nazi o en Las Cruzadas.

“Es una deformación de la decadencia humana, en la que hay ciertos momentos en los que nos atrae más la superficie que el interior. Como nos pasa hoy día, estamos más fascinados por la belleza de los cuerpos y menos de la belleza del interior de las personas. Esto es típico de la decadencia de una civilización que ha perdido el equilibrio entre lo bello y lo espiritual.”

–Además de que se empobrece el concepto de belleza…

–Así es. Estamos muy lejos del concepto de belleza que decía L’Fontaine, cuando hablaba de la gracia más bella que la verdad. Porque dice que la belleza nos impacta, nos sorprende, pero la gracia nos toca el alma. Y lo que se necesita para vivir no son impactos ni sorpresas, sino que nos toque el alma. Pero hoy existe un divorcio entre lo espiritual y lo estético.

Fuerza curativa y pedagógica

–¿No tiene la sensación de que proyectos musicales que pugnan por propagar esta gracia más bella que la verdad, de hacer que la música sea una vía para encontrar la paz entre los pueblos, como ha hecho usted mismo o Daniel Barenboim, provocan airadas reacciones en contra?

–Siempre ha habido personas que ponen obstáculos y se aprovechan del conflicto, ya sea políticamente o para ganar adeptos. Creo que hoy es evidente que no nos queda mucho tiempo. Llevamos más de 6 mil años que todo lo que pasa en el mundo, todo, se ha decidido mediante las armas. Todos los países que existen se han concretado con la guerra.

“Un pueblo que es dominado con la espada, con la sangre, nunca olvida. Y más tarde o más temprano esto le va a pesar. Mientras que lo que se conquista implica injusticia y drama, un día esto vuelve a salir y vuelve a empezar.

“Lo que pasó en Vietnam no se puede entender si no conocemos lo que pasó en el Vietnam colonial francés. Lo que pasó el 11 de septiembre no se entiende sin lo que se hizo con las guerras de Golfo, el bombardeo de Bagdad dos veces consecutivas y de una forma tan brutal.

“También me pregunto por qué España nunca ha pedido perdón por lo que hicimos en América Latina. Nadie representativo de este país ha ido ahí y ha dicho que sentimos mucho lo que hicimos aquí y ha pedido perdón. Y habrá que hacerlo. Hemos visto cómo la canciller de Alemania ha pedido perdón por lo que pasó en la época nazi, y si lo comparamos con lo que nosotros hicimos en América hay que ver cuántos millones de nativos murieron a causa de nuestro descubrimiento. Cuántas culturas destruimos a causa de nuestra codicia.

“Es curioso que esa misma Iglesia que ha impulsado, financiado y protegido obras maravillosas y únicas de la historia musical, sea la misma que bendecía aquellas atrocidades.

“Utilizamos la belleza para cautivar el interés. Y la música para atraer a los indígenas y poderlos convertir a nuestra religión. La música servía como trampa, en cierta forma, pero al mismo tiempo fue positivo porque también nos inspiramos de esta música y se creó algo parecido a un diálogo. En la que nos ha quedado de aquella época podemos ver influencias del carácter y de la forma de ser de aquellos habitantes.

“Pero creo que la belleza de una composición musical compuesta en la misma Iglesia, donde quizá unas habitaciones más allá se estaba torturando y destrozando a las personas de una forma bestial durante la Inquisición, creo que una cosa no justifica la otra. La fuerza espiritual que tiene una Iglesia o una composición es independiente, incluso de la creencia misma que la ha promovido. El arte no tiene color político ni religioso.”

–Usted también es un defensor del silencio, ¿por qué?

–Claro. Pues la música, en instrumentos como la viola de gamba o el laúd, se crea a partir del silencio. Sin el silencio estas músicas no pueden existir. Alguien decía que el sonido de la viola de gamba es el que más se acerca al silencio. Los italianos decían que el sonido más bello de una canción es aquel donde no se sabe cuándo termina el sonido y empieza el silencio. Y eso es lo que da la emoción, que está muy ligada a la fragilidad y a la ternura. La fuerza de la música no está en su potencia. El silencio que el intérprete consigue en el público es la prueba de que su arte ha tocado el corazón de las personas. Es un intercambio de energía increíble, entonces cuando sientes la emoción y el silencio que provocas en el público es como bañarte en un balneario de energía pura y de serenidad.”

–La cultura occidental también ha olvidado, o marginado, la idea de la música como herramienta para curar no sólo el alma, sino también enfermedades.

–El filósofo Raimon Panikkar decía que es muy difícil vivir en un mundo donde no hay paz, pero que es imposible vivir sin la paz en el corazón. Y la música, quizá con el amor, son las dos únicas cosas que nos aportan paz, por esto creo que siempre ha sido un arte que ha tenido una connotación curativa, medicinal y educativa.

“Cuando el bebé nace no entiende ninguna lengua. Está en un estado cuasi virgen; tiene su alma y su sensibilidad abierta. Y el primer mensaje que recibe de sus padres no es mediante las palabras, porque no las entiende, sino de nuestra forma de cantar las palabras. Es el canto que transmite el amor, la ternura y todo el afecto que tenemos.

“Por eso la música es tan esencial para la evolución de los seres humanos. Mientras pueda continuar ayudándonos con su poder, la música tiene una función muy importante. Es evidente que con nuestra revolución, con nuestro desarrollo cada vez más tecnológico y racional, hemos perdido elementos que existían en la antigüedad –y que existen hoy día– en los que la música sirve para curar a las personas. La música es un elemento que nos aporta mucha paz y creo que esto es muy importante.”

 
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