Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de octubre de 2008 Num: 709

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos poemas
ARNOLDO KRAUZ

Voces
YANNIS DALLAS

Velvet Revolver y Libertad
SAÚL TOLEDO RAMOS

John Connolly: victorias pírricas
JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

Cantata (fragmento)
CARLES DUARTE

João Guimarães Rosa: gran señor y gran señora
RICARDO BADA

Los cien años de João Guimarães Rosa
HAROLD ALVARADO TENORIO

Bordar canciones
JUAN MANUEL GARCÍA entrevista con JUANA MOLINA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Hugo Gutiérrez Vega

ALLENDE Y LA DEMOCRACIA (IV DE V)

En su discurso tapatío censuró a las exaltados que, sin saber un gramo de marxismo, dictan cátedra y señalan los caminos que deben seguirse para llegar a la democracia del proletariado. “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica, pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil.” Puso el ejemplo del grupo Avance para ilustrar su punto de vista: Avance era el grupo más vigoroso de la izquierda. Un día se propuso que se firmara un manifiesto (esto pasó en 1931) para crear en Chile los soviets de obreros, campesinos, soldados y estudiantes. Allende dijo que esa era una locura y una propuesta torpe y poco realista. No quería firmar como estudiante algo que mañana, como profesional, no iba a aceptar. El grupo Avance tenía cuatrocientos miembros; 395 votaron la expulsión de Allende. “De los cuatrocientos que éramos sólo dos permanecieron en la lucha social”, afirmó, los demás son banqueros, latifundistas y políticos de la burguesía. “Me echaron por reaccionario, pero los trabajadores de mi patria me llaman el compañero presidente.”

Combatir el dogmatismo y el sectarismo fue la recomendación que hizo Allende en Guadalajara a los estudiantes revolucionarios. “La lucha ideológica debe llevarse a niveles superiores, la discusión es para esclarecer, no para imponer determinadas posiciones.” Esta debe ser la escuela de lucha política en la que se formen las nuevas generaciones que, ante todo, deben estar muy conscientes de que “la revolución necesita a los técnicos y a los profesionales”. El primer deber del estudiante revolucionario es estudiar, asimismo el primer deber del escritor es escribir bien, y el del obrero es desempeñar eficientemente su trabajo. En el panorama de la revolución hay muchas variantes y debemos conocerlas todas para poder propiciar la llegada del hombre nuevo. No era ajeno Allende –su discurso final así lo demuestra– a la idea de que la revolución debe propiciar la aparición de un hombre nuevo, libre de egoísmo y avaricia, solidario y seguro de que está construyendo una nueva y mejor sociedad. Al final de esa sección de su discurso, lamentó la cruda politización de algunos estudiantes universitarios que colocan en segundo lugar sus obligaciones escolares. “El dirigente político universitario tendrá más autoridad moral sí acaso es también un buen estudiante universitario.”

Se opuso, además, al sectarismo y, para demostrarlo, puso como ejemplo a su gobierno, en cuya base había marxistas, laicos y cristianos (la izquierda cristiana formó parte de la Unidad Popular). “Respetamos el pensamiento cristiano. No olvidemos que Cristo echó a los mercaderes del templo.” Advirtió que el poder eclesiástico formaba parte del aparato de coherencia interna del sistema capitalista, pero observó los movimientos ligados a la teología de la liberación y encontró muchos rasgos comunes con el programa socialista. Fue enfático cuando afirmó que el sectarismo, el burocrático y el dogmatismo congelan las revoluciones. Las convierten en dictaduras y las inclinan al crimen y a la persecución de los llamados disidentes, esgrimiendo el flaco argumento de la pureza revolucionaria.

Instó a los trabajadores de la cultura artística a perfeccionar sus disciplinas, a innovar y a buscar, con libertad absoluta, las propias visiones del arte. Allende pensaba en los primeros años de la revolución rusa, en Zamiatin, Esenin, Maiakovsky, Lunacharsky, Malevich, Bulgakov, Eisenstein, Pudovkin, Vertov, en fin, en todos aquellos que buscaron una nueva estética que vendría a enriquecer el pensamiento revolucionario. Más tarde vendría Dzanov, con su estalinista discurso sobre el realismo socialista, a liquidar la vida artística de la Unión Soviética. La experiencia del teatro tal vez sea la más elocuente. Glenny habla del teatro del estalinismo de la siguiente manera: “Abortos nacidos del aburrimiento y del didactismo. Si el cine de Hollywood descansa en el principio del boy meets girl, el cine y el teatro estalinistas nos dicen que boy meets tractor.” Allende, en varios discursos hechos ante intelectuales y artistas, aseguró que su régimen respetaría la total libertad de expresión artística y así lo cumplió. No hubo tiempo de que floreciera esta nueva actitud. La garra militar canceló el esfuerzo y la censura más cerrada y franquista se extendió por todos los campos del arte chileno. Neruda murió a los pocos días del golpe y muchos artistas buscaron asilo en la embajadas; mi país recibió a cerca de 10 mil chilenos refugiados (era la época en que México era tierra abierta para todos los perseguidos del mundo. Esa tradición empezó a desaparecen con Salinas y acabó por completo con el régimen de la derecha que ahora padecemos). Muchos de los exiliados eran profesores, escritores, músicos, artistas plásticos. Todos ellos vinieron a enriquecer el panorama artístico mexicano.

Tenía Allende un agudo sentido de la historia y, por eso, en su discurso de Guadalajara, pidió a los jóvenes no apartar la mirada de Hidalgo, Morelos, Juárez, Zapata, Villa y Lázaro Cárdenas. Todos ellos fueron ejemplo de coherencia ideológica y de entrega generosa de sus esfuerzos y, en varios casos de sus vidas, a la causa de la independencia, la libertad y la justicia social. Conminó a los jóvenes a aprender de los proletarios, de las madres coraje, de los trabajadores, de los campesinos, de los habitantes de las barriadas proletarias, las grandes verdades sociológicas. Ese contacto enriquecía a todos los participantes en el proceso revolucionario. Calificó el proceso chileno, siguiendo el pensamiento de Pablo Neruda, como “un Vietnam silencioso”. Ya se movía el terrorismo de la derecha por las calles de las ciudades y los villorrios chilenos, los militares velaban sus armas, la itt movía sus tentáculos, el embajador yanqui hacía visitas estratégicas (Kissinger apuntaba con sus ojos miopes al mapa de Chile), el Episcopado más reaccionario (hubo algunos ejemplos notables de sacerdotes que se opusieron a la barbarie golpista. Pensemos en el Cardenal Silva Henriquez) y el Pentágono hacían sus cuentas, las damas cursis caceroleaban por las calles de Santiago y el presidente, impasible como Juárez, encontraba su mejor respaldo en el imperio de la ley y el respeto al orden constitucional, en fin, un Vietnam silencioso se estaba fraguando día a día, y los espadones sacaban filo a sus armas asesinas y esperaban las instrucciones del imperio para dar el golpe.

(Continuará)

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