Usted está aquí: lunes 6 de octubre de 2008 Opinión Presupuestos multianuales

Néstor Martínez Cristo
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Presupuestos multianuales

Cada año, por estas fechas, en la Cámara de Diputados se intensifica de manera notable la actividad de los cabilderos de las distintas dependencias e instituciones del sector público que buscan terminar de amarrar, con los legisladores, un incremento de última hora en lo que constituirá finalmente el Presupuesto de Egresos de la Federación del año siguiente.

Por pasillos y oficinas del llamado Palacio Legislativo de San Lázaro pululan los cabilderos. Los teléfonos de los diputados que presiden las diferentes comisiones legislativas repiquetean con insistencia inusual durante todo octubre y la primera quincena de noviembre.

En ese peregrinar de los últimos días, de las horas previas a la definición del presupuesto federal, participan gobiernos estatales, secretarías de Estado, el Poder Judicial, organismos descentralizados y demás instituciones públicas.

Y conforme avanzan los días y se acerca el 15 de noviembre –fecha que por ley marca el límite para la aprobación del presupuesto– la incertidumbre aumenta las tensiones y crispa los nervios de los titulares de los más diversos organismos públicos.

De acuerdo con sus facultades constitucionales, la Cámara de Diputados recibe del Poder Ejecutivo el proyecto de Presupuesto de la Federación para el año que se aproxima. Y a partir de entonces, los legisladores inician el análisis conjunto y las negociaciones con los diversos sectores, a fin de realizar los ajustes al proyecto original que, a su juicio o a su muy particular entender, responderá de la mejor manera a las necesidades más apremiantes del país.

Para 2009, no obstante, el proyecto de presupuesto enviado por el presidente Felipe Calderón pudiera acotar al Legislativo, ya que pone particular énfasis en los recursos destinados a la lucha contra la delincuencia organizada, en detrimento de muchos otros rubros igualmente prioritarios.

Parece muy probable, entonces, que lo anterior repercuta de manera negativa en los montos de los recursos que el Presupuesto de Egresos de la Federación considere para el año entrante en sectores como desarrollo social, salud y educación.

Y es que es precisamente en estos tres sectores en los que ya no deberían tener cabida los cabilderos, las carencias institucionales ni las angustias que sufren, año con año, los personajes que encabezan las instituciones encargadas de proveer al país de los mínimos de bienestar, de seguridad social y de posibilidades de desarrollo.

Es también en esas áreas donde es preciso autorizar partidas presupuestarias multianuales, que liberen a las instituciones de la parálisis que provoca la incertidumbre anual de los presupuestos y que les permita, al mismo tiempo, llevar a cabo estrategias congruentes de planeación a mediano y largo plazos, hasta ahora ausentes en la administración pública.

Se dice que México ha estado sometido durante décadas a políticas sexenales, pero lo cierto es que en materia presupuestaria las ataduras y la parálisis de las instituciones se repiten irremediablemente cada año. Por eso es indispensable acabar con prácticas arcaicas, obsoletas, como es el cabildeo de fin de año en San Lázaro, y avanzar hacia fórmulas más modernas y eficientes que permitan trascender lo inmediato y establecer políticas a tres, cinco o 10 años.

La difícil situación por la que atraviesan los tres sectores ya mencionados obligan a ir más allá del discurso oficial y apostar a esquemas más novedosos. Efectivamente, son rubros que sin duda requieren mayores recursos, pero quizás por ahora sería un paso importante establecer, a cada uno de ellos, un porcentaje fijo e inamovible, del presupuesto federal.

El proceso de cabildeo de las dependencias de instituciones públicas es un esquema viejo, inoperante, desgastante, y hasta indigno.

Los presupuestos multianuales constituyen un tema que ha sido abordado ya por algunos legisladores como una opción real y necesaria; sin embargo, el planteamiento se ha dejado de lado y no se ha analizado con la profundidad y la seriedad requeridas.

Sería deseable, pues, que el Ejecutivo federal y la Cámara de Diputados se sensibilizaran ante la conveniencia de implementar los presupuestos multianuales, que han dado buenos resultados en otros países, y que sin duda darían más certidumbre y muy probablemente, arrojarían mejores resultados.

 
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