Usted está aquí: lunes 6 de octubre de 2008 Opinión China y la contaminación

Iván Restrepo

China y la contaminación

En agosto pasado, China demostró que es una megapotencia. Los Juegos Olímpicos celebrados en Pekín en bellas y modernas instalaciones fueron un éxito y un derroche de la más alta tecnología. Además, el país anfitrión sobrepasó por mucho en preseas de oro al tradicional ganador de esos juegos, Estados Unidos, quien apenas hace medio siglo patrocinaba contra el gigante asiático duras campañas de desprestigio bajo el lema de que había que acabar con “el peligro amarillo”. Hoy es su socio comercial y financiero del que obtiene muy buena parte de las mercancías que consumen los estadunidenses y de los insumos que utiliza su industria.

Si China se abrió un poco más al mundo con la justa deportiva, también el mundo comienza a saber más sobre lo que allí ocurre. Uno de los asuntos que inquietan por sus implicaciones globales es el costo ambiental y en salud que se paga por el enorme crecimiento de la nueva potencia y la elaboración de productos que no llenan los requisitos mínimos de seguridad.

Pese al todavía férreo control informativo y al ocultamiento de muchos de los problemas de contaminación que existen, es la misma población china la que los denuncia. El caso más reciente es la muerte de cuatro niños y 53 mil más afectados en su salud por ingerir leche en cuya elaboración se utilizó una sustancia prohibida por sus efectos nocivos en el organismo humano: la melanina.

Se sabe ya también que en China están las 15 ciudades más contaminadas del planeta. En la número uno, Linfen, sus 5 millones de habitantes padecen diversos males debido al arsénico, el dióxido de sulfuro y el monóxido de carbono que contiene el humo que arrojan sus fábricas, las cuales utilizan carbón como combustible. La calidad del aire de ésas y otras ciudades no mejora, pese a las promesas de las autoridades. Si cada vez se divulgan más los graves problemas que existen en los complejos industriales chinos, no es por los reportes oficiales, sino por los de los organismos internacionales relacionados con la salud y el ambiente, así como por la insatisfacción ciudadana, expresada a través de las incipientes organizaciones ecológicas locales.

Sin embargo, hay casos en que los datos provienen del propio gobierno. Un ejemplo son las condiciones en que trabajan quienes se dedican a la extracción de carbón, energético clave del país. Además de tener mala calidad de vida, los mineros trabajan en condiciones de alto peligro. Las autoridades reconocen la muerte por accidentes laborales de por lo menos siete mil mineros cada año. De la mano de la contaminación y el uso desmedido de recursos para sostener sus altos ritmos de crecimiento, van otros dos vicios: la mala calidad de los productos con que China inunda el planeta, y la piratería.

Diversos países han tomado medidas en años recientes para prohibir la importación de numerosos artículos peligrosos fabricados allí: desde juguetes y pinturas que contienen plomo, pasta dental y jarabes que han causado la muerte a decenas de personas, luces navideñas defectuosas, hasta comida para perros y gatos, crustáceos, pescado y otros alimentos que no reúnen los estándares de calidad internacional y afectan la salud.

Y en cuanto a la piratería, Mario Vargas Llosa comenta el grado de perfección del sistema: la camorra napolitana trae “copiadores” chinos a Italia para que luego elaboren en su país imitaciones perfectas de los modelos de grandes marcas de bolsas, trajes, entre otros artículos de lujo que luego se venden a precios bajos en las calles de Nueva York París, Madrid, Londres o México.

Si todos esos productos circulan por el mundo se debe a la falta de control de las instancias oficiales y por la corrupción. Sólo así se explica que en Europa se encontraran recientemente leche y dulces que contienen melanina, pese a que está prohibida su importación desde hace ocho años. La corrupción también se globalizó. Pero no hay duda de que China no necesita ser la reina de los piratas del planeta ni afectar la salud y la calidad de vida de su población y la de otros países para ser una gran potencia. Tiene los conocimientos para hacer las cosas correctamente sin crear internamente desigualdad social, política y económica.

 
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