Usted está aquí: martes 7 de octubre de 2008 Política El voucher

José Blanco

El voucher

El río suena y habla en boruca del sistema voucher educativo, y lo hace a propósito del llamado problema de los “rechazados”. Se habla de “rechazados”, pero el tema no ha sido estudiado a escala nacional. Los aspirantes tienen pies, caminan, se desplazan por cualquier lado de la geografía nacional y pueden demandar educación superior (ES) en muchas universidades.

En efecto, a gran número de “carreras” de una proporción importante de las universidades del país acuden estudiantes de muchos estados, en cantidades que es necesario medir, pero se trata de un número significativo. En los 10 o 12 últimos años se ha configurado un modelo de migración de aspirantes a ingresar a la ES que sencillamente no conocemos.

Unos cuantos datos permiten entrever de qué tamaño puede ser ese fenómeno que empaña absolutamente el tema de los “rechazados”. En un estudio que tuve ocasión de coordinar en 2004 para los aspirantes a ingresar a ES en la zona metropolitana de la ciudad de México (ZMVM), fueron hallados los siguientes datos: el estudio incluyó 39 Instituciones de Educación Superior (IES), que representaban 81 por ciento de quienes quedaron inscritos para el ciclo 2004-2005.

Esas 39 IES recibieron 338 mil 416 solicitudes que formularon 237 mil 783 aspirantes. La diferencia de algo más de 100 mil entre una cifra y otra son solicitudes duplicadas (o multiplicadas), debido a que esos aspirantes solicitaron ingreso a dos o más de esas 39 IES. Este fenómeno ocurre no sólo en la ZMCM, sino en muchas otras áreas del país. Primer punto: 30 por ciento de las solicitudes no eran “rechazados”, sino simples duplicaciones de solicitudes.

En el ciclo anterior al referido, egresaron de los bachilleratos del Distrito Federal 67 mil 210 alumnos. Una aproximación nacional de 2003 estimó que entre 20 y 25 por ciento de los egresados no solicitan ingreso a la ES, porque, debido a sus necesidades, buscan incorporarse a los mercados de trabajo. Sobre esa base tendríamos una cifra del orden de 53 mil aspirantes. Pero en los hechos fueron ¡237 mil 783! Si tenemos en cuenta a los egresados del estado de México, éstos fueron 66 mil 845. Una parte irá al mercado de trabajo, otra ingresará a las IES del estado de México, y una más hará solicitud en el DF. Probablemente alrededor de 40 a 45 por ciento de los solicitantes se explique por los egresados del bachillerato del DF más los provenientes del estado de México. El resto tiene diversas explicaciones, pero la principal son los solicitantes que se desplazan de cualquier parte de la República.

En otras dimensiones, esto mismo pasa en Guadalajara, en Monterrey, en Puebla, etcétera; prácticamente no hay universidad pública que no tenga “rechazados”. Entre tanto continuamos sin saber cuál es la dimensión real nacional de los “rechazados”. Un estudio nacional nos mostraría que se trata de una cifra sensiblemente inferior a la que muestran anualmente los medios.

De otra parte, hay varios tipos de “rechazados”. Una parte también significativa de los solicitantes, no cumple con los requisitos de ingreso establecidos por las IES. ¿Podemos llamar a este grupo “rechazados”? No lo son de las universidades, lo son del sistema educativo de nivel 3.

Vienen después los que las universidades califican de aptos para ES, pero sus políticas educativas, al establecer un máximo de ingreso por “carrera”, según la percepción que del mercado tienen las IES, no pueden recibirlos; no tienen cupo. Los mercados de 10 carreras superdemandadas están supersaturados. Éste es un tema con muchas más complejidades, que está en espera de su estudio.

¿Cuáles “rechazados” son elegibles para otorgarles un voucher? Nadie puede tener la menor idea, que no fuera démosle uno a quien lo solicite, que no parece una política educativa muy brillante.

La lógica del sistema voucher es subvencionar la demanda en lugar de financiar la oferta, es decir, en lugar de financiar a las IES públicas. El derecho de elegir la institución, que se alega en el sistema voucher, exigiría un piso mínimo de igualdad entre las IES, puesto que no hace sentido contar con el derecho de escoger la peor. Ese piso mínimo de igualdad en México no existe. Por el contrario, uno de los rasgos más visibles del conglomerado de IES mexicanas es precisamente las enormes brechas que existen entre las mismas. De este modo la “elección libre” resulta dependiente de los requisitos de ingreso de las universidades públicas, que reciben con mucho la mayor parte de la demanda. Es así que han de “elegir” una “universidad” cátcher (o patito).

Así, el voucher es una erogación pública que se distribuye entre diversos rubros. Uno de ellos es la ganancia por estudiante que reciben los empresarios de unas instituciones que difícilmente admiten la denominación de universidades: son las instituciones educativas lucrativas particulares (más de mil 500).

Es desde luego una mala política de gasto educativo, erogar de ese modo los recursos públicos: un traspaso del erario a un empresario de la educación. No hay duda que es mejor gastar ese dinero en ampliar la oferta educativa de las universidades públicas susceptibles de crecer y hacerlo también en cerrar las brechas entre estas instituciones, así como continuar mejorando la calidad del conjunto.

 
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