Usted está aquí: sábado 11 de octubre de 2008 Opinión Los de Abajo

Los de Abajo

Gloria Muñoz Ramírez
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■ Resistencia garífuna

Llevan cuatro siglos resistiendo, primero a la esclavitud y después a las agresiones militares por parte de varios países europeos, migraciones forzadas y desastres naturales. Las amenazas más recientes son el despojo de las tierras que ocupan ancestralmente. Se trata de desaparecer a las comunidades garífunas de Honduras, pues habitan territorios de maravillas naturales que ambicionan las empresas turísticas. Una historia que no por común es menos indignante. Hace menos de un mes fue asesinado el pescador Guillermo Norales. Su muerte se suma a los atropellos protagonizados por las fuerzas armadas acantonadas en áreas protegidas hondureñas.

Como es costumbre, la represión acompaña a la gran inversión, la opinión de los pobladores no cuenta y la destrucción de recursos naturales es indiscriminada. La población garífuna de Cayos Cochinos ha sufrido en carne propia la aplicación de los planes turísticos para esa zona. Su población de pescadores artesanales ha sido reprimida a balazos.

La historia de los garífunas data de 1635, cuando dos barcos españoles que llevaban esclavos hacia las Indias Occidentales procedentes de Nigeria naufragaron cerca de la isla de San Vincente. Los esclavos sobrevivientes consiguieron su libertad y terminaron mezclándose con los indígenas isleños, llamados caribes rojos, formando el pueblo garinagu, conocidos hoy como garífuna o caribes negros.

Hoy la mayoría de los garífunas vive a lo largo del mar Caribe en el golfo de Honduras, al sur de Belice, en la costa de Guatemala (alrededor de Livingston), en la isla de Roatán, así como en las ciudades costeras de Honduras y Nicaragua, y continúan subsistiendo de la pesca, la siembra de yuca, frijol y el plátano.

La ambición por sus tierras se inició en 1992, cuando la empresa turística Marbella y otros inversionistas extranjeros, con la complicidad de autoridades civiles y militares, usurparon el derecho de propiedad de la comunidad garífuna de Triunfo de la Cruz, en el municipio de Tela. Ante la amenaza de perder los derechos sobre sus territorios, las organizaciones comunales y nacionales realizaron una serie de denuncias, logrando suspender algunas acciones de usurpación iniciadas por empresarios de turismo. De Triunfo de la Cruz es Guillermo Norales, el pescador asesinado en septiembre.

La decisión de los garífunas, señala Miriam Miranda, de la Organización Fraternal Negra Hondureña, es el rechazo rotundo a la megaindustria del turismo en su territorio: “¿Por qué viene esta gente a quitarnos nuestros recursos? No son bienvenidos”, advierte.

 
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