Usted está aquí: miércoles 15 de octubre de 2008 Política Amén

Arnoldo Kraus

Amén

Amén con acento. Amen sin acento. Con acento, como dictan las reglas gramaticales. Sin acento, y en cursivas, para referirme a la película del cineasta Costa-Gavras. Amén para escribir acerca del fin de la siniestra era Bush, y para evocar todo tipo de esperanzas por el inicio de una nueva etapa en este mundo tan golpeado. Amen para recordar el mensaje del director griego: la película muestra la indiferencia y la complicidad del Vaticano y de varios países que no sólo toleraron, sino que se convirtieron en cómplices del régimen nazi con tal de salvaguardar sus intereses.

Amén y Amen como metáfora de la falta de acción y del silencio, cuyas imbricaciones son muchas y cuyos resultados se reflejan en la pésima salud del mundo contemporáneo. Amén: Bush se va en pocos días y el mundo sigue. Amén, como prueba de la existencia de una divinidad, en la cual, después de los destrozos generados por Bush y su equipo, es probable que haya que creer. Las pruebas hablan: a pesar de las behetrías de la cohorte del presidente de Estados Unidos la Tierra continúa girando.

El mundo no se recuperará pronto de los desmanes producidos durante los ochos años de los gobiernos de George W. Bush, pero es poco factible, a pesar de los inimaginables destrozos en la economía mundial, que las cosas empeoren. Se requeriría una contumacia seguramente inalcanzable para que la situación del orbe se deteriorase más; las únicas posibilidades de equivocarme serían que ganase la dupla McCain-Palin, que el primero falleciese y Palin tuviese que asumir la presidencia o que Bush resucitase; de acuerdo con estudios epidemiológicos, por su edad, McCain tiene, aproximadamente, 15 por ciento de probabilidades de morir en los próximos cuatro años. A Bush y a su equipo se le recordará por sus incontables errores. Muchos permanecerán como cicatrices en la historia de Estados Unidos y otros se manifestarán como heridas difíciles de restañar en todo el mundo.

Además del incalculable daño emanado por los dislates de Bush, los analistas tendrán que explicar los motivos que le permitieron, como presidente, no sólo birlar, sino convertir en cómplices, en ocasiones parcialmente y en ocasiones totalmente –pocas veces fue absoluta la oposición–, a otros gobiernos y al pueblo estadunidense. Bajo su égida sobresalen ambos hechos: los daños infringidos y el silencio y la complicidad. Ambos preocupan igual.

En cuanto a los daños infringidos, el mundo que deja George W. Bush es peor que el mundo antes de George W. Bush. La economía hecha trizas, la guantanamización de la ley como muestra de amoralidad, las mentiras sobre Irak como negocio, la invención de la justicia en torno a las guerras de Irak y de Afganistán como génesis del terrorismo, los nexos con los dueños de Wall Street como sinónimo de ceguera en los rubros económico y social, el fracaso absoluto de los diálogos entre israelíes y palestinos como falta de liderazgo, la connivencia con los sectores más atrasados de la derecha cristiana que se empecinan en negar el valor de la ciencia con el consecuente resurgimiento del creacionismo y de otros fundamentalismos, el deterioro de las relaciones de Estados Unidos con la mayoría de los países latinoamericanos, su tozudez, con tal de no disminuir la producción en su país, para aceptar que el cambio climático se debe a las acciones del ser humano, y un larguísimo etcétera que dejo en manos del lector.

Algunos de los incisos previos, de acuerdo con Jeffrey Sachs, constituyen La amenaza antintelectual estadunidense (El País, 4 de octubre de 2008). Bush es eso: un antintelectual profesional, de corazón y de raigambre. Cobijado por el poder de su ignorancia desoyó todo lo que pudo y erosionó la confianza de incontables seres humanos. ¿Fue acaso Bush quien dijo “el que nada sabe nada teme”?

El problema de la complicidad y del silencio es complejo y plantea cuestiones espinosas cuya génesis es la subordinación al poder. A nivel casero, su relección, amañada y cuestionada; a nivel internacional, sus pactos con Aznar, Blair, Berlusconi y Putin, entre otros, crearon una atmósfera que paulatinamente se fue enrareciendo hasta terminar en la catástrofe que ahora vivimos. Escribo catástrofe porque ésa es la realidad del mundo contemporáneo. Bush fue una calamidad. A pesar de su falta de carisma y sabiduría hizo lo que quiso y deshizo lo que pudo. Así de endeble es el mundo, así de frágil es el ser humano.

Amén y Amen. Amén porque la Tierra sigue a pesar de Bush. Amen porque tenemos la obligación de leer, y de releer, las lecciones de la historia y los descalabros del ser humano, para intentar, aunque sea con poco éxito, restarle silencio al silencio e indiferencia a la indiferencia.

 
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