Usted está aquí: sábado 18 de octubre de 2008 Cultura Poniatowska: si no hay verdad y justicia, el 2 de octubre puede asolarnos de nuevo

■ La periodista dictó una conferencia magistral por los 40 años de la matanza estudiantil

Poniatowska: si no hay verdad y justicia, el 2 de octubre puede asolarnos de nuevo

■ Los jóvenes de hoy, más informados, sí están actuando, subrayó la escritora

■ “Tlatelolco es incoherente, contradictorio, pero la muerte no lo es”, dijo la colaboradora de La Jornada

Ericka Montaño Garfias

Ampliar la imagen Elena Poniatowska, antenoche, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, durante la charla de la que destacó la necesidad de esclarecer la matanza del 2 de octubre como el mejor homenaje a los caídos Elena Poniatowska, antenoche, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, durante la charla de la que destacó la necesidad de esclarecer la matanza del 2 de octubre como el mejor homenaje a los caídos Foto: Francisco Olvera

¿Son iguales los jóvenes de ahora a los de 1968?

“Esa pregunta se me ha hecho en muchas ocasiones. Respondo que los jóvenes son siempre iguales y los de hoy están mejor informados que antes”, dijo la periodista y escritora Elena Poniatowska al comenzar una conferencia magistral en el contexto del 40 aniversario de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas.

En el Centro Cultural Tlatelolco, la colaboradora de La Jornada advirtió: “si no hay verdad y justicia, el 2 de octubre puede asolarnos de nuevo”.

Su ponencia no fue sólo un reconocimiento a los caídos durante esa gesta y la demanda de que se enjuicie a los responsables, también fue un reconocimiento a tres jóvenes que en las recientes semanas saltaron a los medios de comunicación: Andrés Gómez Emilsson y Mario Virgilio Santiago, quienes increparon al presidente Felipe Calderón; y a la joven que levantó una pancarta de protesta contra el ex presidente Carlos Salinas en la presentación de su libro en Oxford. “Los jóvenes sí están actuando”.

Durante más de una hora Elena, la Poni, hechizó al auditorio con su voz, con la narración de lo que fue el movimiento estudiantil, de los testimonios de aquellos que lo vivieron y que ella recogió en La noche de Tlatelolco, libro que Ediciones Era publicó en 1971, no sin que antes el editor Tomás Espresate recibiera amenazas. A ella, recordó, no la amenazaron con una bomba, sino ofreciéndole un premio que no aceptó.

Tenían esperanza en el cambio

Poniatowska leyó páginas y páginas –ante un público embrujado– para hacer un recuento de lo que fue el 68, desde la guerra de Vietnam hasta el movimiento hippie y los hongos de María Sabina, cantó y contó las consignas de la época, como: “Entre más hago el amor más ganas tengo de hacer la revolución”, “El poder absoluto abusa absolutamente”, “Debajo de los adoquines está la playa”.

Hubo movimientos juveniles en varios países motivados por la incertidumbre ante el futuro, pero “ninguno tan violento como en México” que se preparaba para recibir los Juegos Olímpicos, que se inauguraron 10 días después de la matanza. Quienes participaron en las protestas estudiantiles “tenían esperanza en el cambio”.

Cuatro décadas después, dijo, todavía no conocemos la cifra exacta de muertos, miles fueron llevados a prisión y al Campo Militar número 1. En la plaza había hombres y mujeres, niños y ancianos; además de los estudiantes, estaban amas de casa, vendedores ambulantes, gente que iba pasando. Y de pronto el helicóptero y las tres luces verdes de bengala que marcaron el inicio de la balacera, de los asesinatos por la espalda. Eran las 18:10 horas y llovía. Los disparos decrecieron 29 minutos después, “pero no cesaron”. Al día siguiente el silencio de los medios de comunicación. “Salvo honrosas excepciones, la censura silenció las conciencias”.

Quizá, aventuró Elena Poniatowska, “nos preguntemos siempre por qué, la noche triste de Tlatelolco a pesar de todas sus voces y testimonios sigue siendo incomprensible. Tlatelolco es incoherente, contradictorio, pero la muerte no lo es.”

La del 2 de octubre es una de las matanzas más evidentes de los comienzos del terrorismo de Estado en América Latina, dijo la escritora, y agregó que también fue punta de lanza de otros movimientos, de otras epopeyas como la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el de resistencia pacífica encabezado por Andrés Manuel López Obrador.

Respecto de la gesta del 2 de octubre “no pretendemos hacer justicia por mano propia, pero señalar a los culpables es la única manera de que la historia no la escriban sólo los poderosos. Es la única manera de hacer más habitable un país en el que mueren de hambre 5 mil niños al año.

“Es de toda justicia que Tlatelolco pertenezca a la Universidad Nacional Autónoma de México. Es de toda justicia recordar al rector Javier Barros Sierra. Es de toda justicia señalar a los responsables en esta explanada que hubo una matanza. Esclarecer el hecho es el mejor homenaje que podemos hacer a los muertos y desaparecidos. Qué gran vergüenza mirar la plaza día tras día sin saber cuántos ni quiénes eran.

“La tarea corresponde a todo México, a cada quién desde su lugar. Es nuestro legado a los universitarios para que el crimen de Estado en el que participaron todas las instituciones no quede impune, si no lo logramos seguirán los criminales corrompiendo a nuestro país. Si no hay verdad y justicia el 2 de octubre del 68 puede asolarnos de nuevo.”

 
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