Usted está aquí: martes 21 de octubre de 2008 Opinión Recesión y correlación de fuerzas

Marco Rascón
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Recesión y correlación de fuerzas

No es saludable estar atados a una economía tan enferma como ésta. La complejidad del sistema financiero mundial es una máscara perfecta para esconder el gran robo que significa la crisis y la recesión económicas actuales, pues el capital es igual que la materia: no se destruye, sólo se transforma, y si hay perdedores, hay ganadores, es decir, nuevos ciclos de concentración de riqueza y capital.

Este proceso mundial en México ya se refleja en nuevos procesos de concentración de capitales, restructuración del sistema bancario y las deformaciones habituales al operar las tasas de interés que manipulan el dinero y las reservas monetarias que llevan a la inflación y las devaluaciones.

Si en el fondo el dinero es deuda por los intereses que se pagan a los bancos, la falta de respaldo real, sustentado en la confianza de la circulación monetaria, es el tiempo de la gran especulación y del reacomodo de capitales que ya tenían alto nivel de influencia política en partidos, cámaras legislativas y decisiones gubernamentales.

En México aún no está claro cómo quedará la correlación de fuerzas entre grupos oligárquicos, pero sí se percibe de manera genérica que unos han jugado bien el juego perverso de la especulación y la recesión, mientras otros simplemente serán aplastados.

En el conjunto de la sociedad esto es un juego incomprensible por su complejidad, porque no es crisis de escasez, sino de sobreproducción, y sólo se especula con los valores que representan esa riqueza material a través del dinero y los valores financieros. Esto no quiere decir que será siempre así, pues es una enfermedad muy profunda del capitalismo y los dueños del mundo manifiesta en el poder de emitir moneda y crear valores artificiales que amenazan al mundo real de la producción y la creación de bienes para la satisfacción humana. Es tan absurdo, que si todos se curaran y pagaran sus deudas a los bancos, éstos desaparecerían, pues el negocio del dinero, del crédito, es endeudar, y bajo el robo de los intereses bancarios escondidos en el respaldo monetario hacen que el fetiche del papel se convierta en un valor, aunque no tenga respaldo.

Las relaciones políticas se han alterado en México, no por la recesión y la crisis, sino por los errores y la falta de visión estratégica a partir del resultado electoral de 2006. Si las elecciones fueran hoy, el PRI estaría casi a punto de ser la primera fuerza de los diputados en el Congreso. El PAN y el PRD, las fuerzas principales, que lo habían dejado en un lejano tercer lugar, han venido perdiendo fuerza por la polarización entre una visión torpemente optimista y la irresponsablemente catastrofista que apostó a la idea de la bancarrota del país.

Cuando la recesión y la crisis han llegado, pareciera que la bala no sólo mató al PAN en sus metas macroeconómicas, sino al mismo lopezobradorismo, que veía en el fracaso del gobierno su reposición en el poder. Fue, como se decía con la bala que asesinó a Luis Donaldo Colosio, que mató no sólo al candidato presidencial, sino a su crítico: Manuel Camacho.

Si el esquema de las estructuras de poder se ha alterado, el PRI se fortalece. El sindicato de gobernadores, que a su vez controla el Senado, se mantiene como la fuerza central a la que se enfrenta cualquier decisión gubernamental. Ellos son los que se reparten los excedentes petroleros y mantienen un alto nivel de gasto en obras públicas sin ton ni son que les deja grandes dividendos vía el contratismo. Los gobernadores no tienen control en el manejo del presupuesto porque son “estados libres y soberanos”, y cuando Felipe Calderón en su plan anticrisis libera el gasto en vez de contraerlo o dejarlo caer en restricciones salariales, como hicieron los gobiernos priístas en crisis pasadas, los gobernadores tienen un aval para seguir convirtiendo el valor del petróleo en cemento y de ahí obtener ganancias, vía corrupción.

El PRD, bajo el liderazgo lopezobradorista, ha perdido fuerza e identidad como representación de la izquierda, ha sido convertido en el hermano grandulón y corajudo del priísmo, en el ala vulgar del tricolor y en la tercera fuerza política, y llegará a 2009 disminuido, a hacer su lucha contra el PAN (hoy segunda fuerza) para ver quién es el enano de mayor estatura.

De manera genérica, la izquierda frente a la recesión y la crisis se ha quedado con la boca abierta. Sus teóricos e intelectuales, entusiasmados en la lucha por el poder, no han generado ideas para conducir las acciones y decisiones en cámaras legislativas, municipios y los estados que gobierna. Esto es una gran tragedia conceptual, política e ideológica, ya que recesión y crisis abren también la posibilidad de cambios y grandes reformas.

 
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