Usted está aquí: lunes 27 de octubre de 2008 Cultura Café Tacvba devolvió a los jóvenes el FIC y la Alhóndiga de Granaditas

■ En Guanajuato, operativo policiaco sin precedente y comportamiento ejemplar del público

Café Tacvba devolvió a los jóvenes el FIC y la Alhóndiga de Granaditas

■ Por “accidente”, un policía dejó escapar gas lacrimógeno

■ Al conjuro del rock concluyó el festival artístico cultural más importante del país

■ Militares y fans compartieron azoteas

Pablo Espinosa, Merry MacMasters y Carlos García (Enviados y corresponsal)

Ampliar la imagen La pasión por los tacubos impulsó un intento de portazo La pasión por los tacubos impulsó un intento de portazo Foto: José Antonio López

Guanajuato, 26 de octubre. Un operativo policiaco sin precedente y un comportamiento ejemplar de los jóvenes que asistieron al concierto del grupo Café Tacvba en la Alhóndiga de Granaditas marcó el punto final de la edición 36 del Festival Internacional Cervantino.

Durante la tarde de ayer, en Guanajuato permeó un ambiente de tensa calma, temores contenidos y la adrenalina a flor de piel: miles de jóvenes llegaban para abarrotar el tradicional foro, en un día catalogado de insólito por propios y extraños.

Si por la mañana las calles lucieron solitarias, en contraste, en los alrededores de la célebre explanada ya estaban apostados infinidad de seguidores de los tacubos, como son conocidos entre la banda los intérpretes de Ingrata, la cual corearon a las 20:48 horas.

Larga fue la espera para escuchar a Café Tacvba, pues para muchos comenzó la mañana del viernes, cuando la ciudad amaneció con docenas de jovencitos y sus escasas pertenencias sentados en las afueras del teatro Juárez.

Ayer por la tarde, las horas fueron de una tediosa espera para que el juvenil público ingresara de manera ordenada, pero eso sí, bajo severas medidas de seguridad al lugar en que la agrupación cerró –de manera exitosa y sin graves incidentes negativos– el festival artístico cultural más importante del país.

A las cuatro de la tarde en punto, exactamente cuatro horas antes del inicio del concierto, inició el ingresó paulatino a la Alhóndiga. Las interminables filas que se formaron en las serpenteantes calles avanzaban de manera mesurada, con el ánimo festivo de los espectadores, que no perdieron la calma en ningún momento.

En tanto, eran evidentes múltiples elementos de seguridad: pelotones de policías vestidos de civil infiltrados entre el público, todos con un gafete color limón, mientras que miembros del grupo especializado Shark, ataviados de negro con gris, se apostaban muy cerca del escenario ampliado ex profeso.

Varios militares se dejaron ver también en los techos de las casas ubicadas a un costado de la explanada, mientras otros de sus compañeros iban y venían en vehículos oficiales. Pero las azoteas también se llenaron de fanáticos de los tacubos que pudieron pagar los 200 pesos que se pidieron para acceder a varios de esos lugares.

Entre los ánimos encendidos de la gente y el nerviosismo común que se respiraba en esa sede natural del FIC, llamaron la atención varios perros de ataque en manos de “guardianes del orden”, colocados en los rígidos retenes y los arcos detectores que dosificaban el ingreso a la Alhóndiga, que hacia las 18 horas ya estaba saturada.

Las personas que no habían logrado entrar para presenciar el concierto, se mostraban tranquilas a las seis de la tarde. Paulatinamente se fueron acomodando en la calle lateral que permite cierta visibilidad del escenario, además, los organizadores colocaron tres pantallas de seis por ocho metros, aproximadamente, en las calles aledañas, con el fin de que el espectáculo estuviera al alcance de aquellos que no pudieron entrar a la Alhóndiga.

Momentos de tensión

Por cuestiones de índole operativa, los organizadores ampliaron el pit del escenario alrededor de seis metros y no permitieron la colocación de ninguna silla. Sólo las gradas metálicas permanecieron intactas en la parte superior de la explanada.

A las siete de la noche se agudizó la tensión, pues el aforo a la Alhóndiga estaba a su máxima capacidad, por lo que se tuvieron que cerrar las puertas de acceso. Ello motivó que cientos de jóvenes quisieran dar el clásico portazo.

Granaderos con escudos lo impidieron, no obstante, por “accidente” un policía dejó escapar gas lacrimógeno. Así se justificó el uniformado al ser cuestionado por algunos reporteros que tosían por efectos del químico. Dos muchachos del público se desmayaron por los apretujones, pero de inmediato fueron atendidos por los paramédicos.

Los organizadores decidieron terminar con la peligrosa espera. Doce minutos antes de lo programado, Café Tacvba cumplió con la cita cervantina. Con una rola tranquila, Sino, los ánimos se relajaron al máximo, o más bien se prendieron para que, al conjuro del rock tacubo (que se prolongó hasta las 21:30) se lograra lo que hace muchos años no se veía: devolver a los jóvenes el histórico foro de la Alhóndiga de Granaditas.

 
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