Usted está aquí: lunes 27 de octubre de 2008 Opinión Una nave que hace agua por todas partes

Iván Restrepo

Una nave que hace agua por todas partes

Ni siquiera logran armar la estrategia que alivie la crisis mundial y ya los que se quedaron con el dinero mal manejado de bancos y aseguradoras buscan dónde invertirlo con seguridad. Uno de los sitios es América Latina por sus incalculables recursos naturales, mano de obra abundante y barata, y legislaciones a modo de los intereses trasnacionales. Así, por ejemplo, las empresas estadunidenses dedicadas a la siembra y procesamiento de productos agrícolas no tendrán necesidad de utilizar las tierras de su país ni la mano de obra migrante, ya que ahora podrán sembrar en suelo mexicano las cosechas que requieren grandes corporaciones, como Bunge Ltd y Arccher, Daniela Midland o Veg Packer. La fórmula para facilitar la inversión es asociarse con empresarios mexicanos a fin de utilizar tierras “ociosas” de pequeños y medianos propietarios, o de ejidos y comunidades indígenas. Además, tendrán la mano de obra calificada que, a falta de empleo, viene de regreso del vecino país.

Dado que el gobierno mexicano no cuenta con programas para utilizar racionalmente la tierra de los distritos de riego y de buen temporal, ni para dar trabajo a millones de jornaleros agrícolas, serán las trasnacionales de alimentos las que aprovechen las ventajas comparativas. Tal como hacen las maquiladoras y las plantas armadoras de coches.

De igual modo actuará el capital de Asia. Fuentes confiables informan de la presencia de “gestores” financieros chinos y coreanos interesados en ocupar parte de la tierra “virgen” de la península de Yucatán. La idea es asociarse con comunidades o propietarios de tierra actualmente cubierta de selva a fin de desmontarla y dedicarla luego a cultivos con demanda en Asia. Los nuevos conquistadores desembarcarían por Quintana Roo.

Mientras tanto, los pobres de América Latina de nuevo sufrirán más que otros los efectos de la nueva crisis, especialmente por el incremento de los precios de los alimentos.

En la región hay casi 80 millones de personas en extrema pobreza que dedican más de la mitad de su ingreso a comprar su comida. De ellos, 15 millones viven en nuestro país, aunque algunos especialistas consideran que son más. Lo que ganan no les alcanza para cubrir sus necesidades de alimento, vestido, calzado, vivienda, salud, transporte y educación básica. El aumento de precios de los dos últimos años se estima en 70 por ciento, pero los tres alimentos más demandados son el maíz, el arroz y el trigo, que lo hicieron en 128, 100 y 163 por ciento, respectivamente. Los avances económicos que la región registró en el pasado reciente cayeron en unos meses y se calcula que la pobreza extrema afectará a otros 30 millones de habitantes.

Al analizar las causas de este deterioro, el licenciado Calderón suele atribuir a otros no pocos de los problemas que sufrimos. Por ejemplo, dependencia alimentaria. Sin embargo, son las políticas económicas vigentes las causantes de que el país no produzca los alimentos básicos que demanda la población. Ello explica por qué, luego de que los campos de Sonora, fueron cuna de la revolución verde, de registrar records en la producción de granos, de ser potencia mundial en irrigación agrícola (7 millones de hectáreas), hoy tengamos que traer de Estados Unidos y Canadá el trigo que consume nuestra población. Que de allí proceda una parte sustancial del arroz, el maíz blanco, el sorgo, el maíz amarillo y la leche en polvo.

Ante la especulación de los que siempre devalúan el peso, el gobierno carece de una estrategia para reducir en lo posible los efectos de la crisis mundial; tampoco existe una que aliente el empleo en el campo y las ciudades para abatir la pobreza y la marginación.

En contraste, los funcionarios se disponen a celebrar el bicentenario de la Independencia. Una forma de hacerlo dignamente sería garantizando la seguridad alimentaria, rompiendo la dependencia del exterior en productos básicos. Existen los recursos humanos y físicos para lograrlo. Pero, como hemos visto en otros campos de la vida nacional, faltan el capitán y el equipo que, en medio de la tormenta, lleven a buen resguardo la nave que ya hace aguas por todas partes.

 
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