Usted está aquí: viernes 31 de octubre de 2008 Economía México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ Del simple “catarrito” a la pulmonía financiera

■ Quema de las reservas

¿En la inmortalidad de quién y en la solidez de qué cosa pensaban el Ejecutivo y su destartalado aparato de gobierno cuando públicamente se animaron a decir que para México el terremoto económico-financiero no pasaría de una “gripa” o, de plano, de un simple “catarrito”?

Lo anterior, porque, más allá del tradicional discurso fatuo del inquilino de Los Pinos y los integrantes de su gabinetazo, de tiempo atrás los focos rojos se encendieron y los principales indicadores económicos, sociales y financieros del país –incluso los oficiales– comenzaron a mostrar signos de deterioro.

Sólo ellos sabrán en qué “inmortalidad” y en cuál “solidez” pensaban, qué les “impidió” leer correctamente las señales, los motivó a agarrar el micrófono para hablar de la maravillosa economía y las robustas finanzas nacionales, y los animó a diagnosticar “catarritos” y “gripas”. Tan pasmados quedaron, que sólo hasta que el agua comenzó a inundar la casa se atrevieron a decir que “la pulmonía es mucho más grave de lo que esperábamos y, por tanto, la consecuencia ha sido mucho más grave” (Agustín Carstens), que la sacudida “fue mayor a lo esperado (…) y ha tomado por sorpresa a muchos países, incluyendo México”, y que “es prioritario rescatar a la economía (porque) la crisis en Estados Unidos sí tendrá efectos en México” (Calderón).

Perfilada desde octubre de 2006, la “turbulencia” (eufemismo gubernamental para la crisis) no provocó la menor roncha en las siempre vigilantes “autoridades” del país y sólo se animaron a reaccionar, como en tantos otros casos, cuando el problema había reventado. Como siempre, ahora las justificaciones suplen a las explicaciones, aunque el discurso fatuo lo mantienen, y a la velocidad del rayo queman reservas internacionales e inyectan recursos públicos (que siempre sí había) a diestra y siniestra para “evitar”, dicen, “males mayores”… pero a los grandes corporativos.

Son precisamente las “autoridades” económico-financieras las que antes que nadie tienen a la mano las cifras reales de lo que pasa, aunque posteriormente las maquillen para divulgación pública. Pero aun así, la mayoría de los indicadores registran deterioro (suave en algunos casos, drástico en otros, pero permanente en todos) desde finales de 2006, es decir, cuando se cantó la cercanía de una nueva recesión en Estados Unidos, aunque mucho más profunda que la previa (finales de 2000). No les importó y, a cambio de acciones preventivas, abundancia de discursos fatuos.

Así, por ejemplo, el propio Banco de México advierte que “la desaceleración que registró la actividad económica en la primera mitad de 2008 se acentuó en el tercer trimestre. Tal evolución comprendió a toda la gama de indicadores: demanda interna y externa, producción y empleo. Asimismo, en ese periodo se acrecentó el debilitamiento de los indicadores de confianza y de clima de negocios. En el tercer trimestre el crecimiento anual del producto fue modesto y menor al observado en el primer semestre. En efecto, con base en la información disponible, se estima que en dicho periodo el crecimiento anual del PIB haya resultado de alrededor de 1.7 por ciento, luego de que en la primera mitad del año se situó en 2.7 por ciento (2.6 y 2.8 por ciento en el primero y segundo trimestres)”.

El problema es que, desde el cuarto trimestre de 2006, el de por sí raquítico comportamiento económico mexicano ha ido menguando aún más y el “crecimiento” estimado para el tercer trimestre de 2008 resulta ser, cuando mucho, equivalente a una cuarta parte del registrado en igual periodo de 2006. Si 2007 fue un año mediocre en este renglón, el presente será mucho peor, con miras a un 2009 que puede ser espeluznante. Nada se hizo para corregir esa mediocre tendencia, aunque en los hechos nada se hizo en los últimos 26 años.

La actividad industrial reporta una caída permanente a partir de junio de 2006. El sector de la construcción no ve la suya desde marzo de ese mismo año y la minería apenas encontró un pequeño respiro en junio de 2008, tras dos años de caída tras caída. De hecho, el Banco de México reconoce que “al cierre de septiembre pasado la minería acumuló ocho trimestres consecutivos mostrando tasas anuales negativas”. Desde el arranque de 2005, la producción manufacturera reportó caídas con algunos respiros, pero a partir de mayo de 2006 el descenso ha sido permanente, y este sector es uno de los pilares exportadores del país.

La producción petrolera se llevó a límites verdaderamente de riesgo, y a partir de 2006 comenzó el descenso y el problema pudo superarse –hasta septiembre– gracias a los elevadísimo precios internacionales, pero el gobierno no metió un centavo para abrir nueva zonas de explotación en espera de su privatización y el sagrado “rescate” del capital trasnacional.

El consumo también se fue al caño y desde mayo de 2006 la caída ha sido permanente. Desde entonces, fuertes caídas registran el sector de tiendas de autoservicio y departamentales, y el de vehículos nuevos (el desplome comenzó en 2005), entre otros, mientras los indicadores inflacionarios muestran alza sostenida desde el tercer trimestre de 2006.

Paralelamente, el descenso en los indicadores de masa salarial y remuneraciones medias en términos reales comenzó en mayo de 2006; se registró un intento, por llamarle de alguna manera, de recuperación para caer en picada a partir del quinto mes de 2007 y llegar a la lona en septiembre de 2008, lo que no quiere decir que allí quede la cosa. Por el contrario, para 2009 el pronóstico es bastante severo.

El gasto de inversión presentó una desaceleración a tasa anual a partir de la segunda mitad de 2006, la cual se acentuó en 2007 y en los primeros meses de 2008. “No obstante –anota el Banco de México–, en el segundo y tercer trimestres del año su crecimiento registró una mejoría, que se reflejó en mayores incrementos de las importaciones de bienes de capital. El dinamismo de esas adquisiciones en el exterior se concentró en ciertas empresas que llevan a cabo proyectos de inversión en sectores específicos (siderurgia, automotriz, minería, telefonía, electricidad e industria electrónica). En contraste, las importaciones de bienes de capital del resto de las empresas en su conjunto mostraron debilidad”.

Por el contrario, la tasa oficial de desempleo abierto no ha parado de crecer desde octubre de 2006, y a septiembre pasado alcanzó su mayor nivel en cuatro años, mientras en calderolandia se reportan “cifras históricas en generación de empleo”. Desde junio de 2006 la afiliación de trabajadores permanentes y eventuales urbanos en el IMSS ha ido en picada. La mayor caída se observa en los trabajadores de la construcción y las manufacturas. Las exportaciones no petroleras no ven la suya desde enero de 2006, cuando comenzó el desplome, y así por el estilo.

Todo lo anterior “no lo vio” la “autoridad”, que hoy quiere apagar el fuego.

Las rebanadas del pastel

Y tu papá también (léase el de Juan Camilo Mouriño).

 
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