Usted está aquí: sábado 1 de noviembre de 2008 Capital Después de casi 500 años regresó el juego de pelota al Zócalo

■ La atracción, parte central de la megaofrenda de muertos

Después de casi 500 años regresó el juego de pelota al Zócalo

Ángel Bolaños Sánchez

Ampliar la imagen Aspecto de la ofrenda que ocupa la plancha del Zócalo Aspecto de la ofrenda que ocupa la plancha del Zócalo Foto: José Antonio López

Un saque de pique de Gustavo Lizárraga, del equipo de Ah Puch, el Señor de la Muerte de los mayas, y un certero caderazo de Luis Manuel Lizárraga, del equipo contrario, el de Mictlantecuhtli, dios azteca del inframundo, definió, a unos minutos del final el octavo juego de pelota en la temporada de fiesta de muertos 2008 del Zócalo capitalino.

La bola cruzó limpiamente por el arillo del talud y la proeza fue ovacionada por un expectante auditorio que, sin tomar posición por uno u otro contendiente, vio recompensada su espera durante casi 30 minutos de jugadas continuas.

Son, sin embargo, 487 años los que debieron pasar desde el último juego de pelota que se realizó antes de la caía del imperio azteca. El deporte mesoamericano por excelencia regresó a la antigua Tenochtitlán en una réplica de la cancha que, los vestigios arqueológicos, ubican sepultada a sólo 50 metros de ésta, bajo la Catedral Metropolitana, explica Alberto Dogart Murrieta, coordinador artístico de la ofrenda monumental del Día de Muertos en la plaza de la Constitución, que cada año monta en estas fechas el Gobierno del Distrito Federal.

El escenario, creado por el colectivo Última Hora del Faro de Oriente, es por sí solo un atractivo visual para un público –habituado a una cancha de 105 metros de largo por 68 de ancho y dos porterías–, que habrá de descifrar sus múltiples significados, desde el ollin, símbolo del movimiento; el tzompantli de 13 cráneos, y los caracoles cuya posición señalan los caminos, por un lado al inframundo y por el otro al tlalocan.

Bajo el sol del mediodía, los dos equipos, que en realidad son uno, el de los hermanos Lizárraga: Luis Manuel, Raúl, Efrén, Edgar, Gustavo, Ramiro, Miguel Ángel, Christian Geovani, Humberto y José Encarnación, además de César Osuna y Armando Acosta, oriundos todos ellos de La Mora Escarbada, en el municipio de Mazatlán, Sinaloa, salen a representar lo que para ellos significa el juego de la vida y la muerte, con una pelota de látex que tiene una antigüedad de 92 años y más de tres kilos de peso.

A la cancha del ulama en el Zócalo se accede por una bóveda del inframundo maya, por la calle de Francisco I. Madero, pero hay que llegar temprano antes de cada exhibición, para alcanzar lugar en las gradas.

Ayer, la afluencia de gente al Zócalo para apreciar el juego de pelota y el conjunto de montajes que completan la ofrenda de muertos: la vecindad del Callejón del Cuajo, de la Familia Burrón; el Mictlantecuhtli monumental; los hornos de pan, los murales de semilla; la otra bóveda del inframundo por Veinte de Noviembre, con figuras de José Guadalupe Posada y personajes de la lucha libre; las ofrendas delegaciones y hasta una carroza funeraria de 1929, entre otras, fue tal que debió cerrarse la avenida Plaza de la Constitución y otras calles aledañas a la circulación vial.

Además de reforzar la seguridad en el Centro Histórico, la Secretaría de Seguridad Pública capitalina estableció desde las 18 horas de ayer un operativo especial con más de 2 mil 500 uniformados en los 112 panteones del Distrito Federal, con 434 vehículos, que concluirá hasta las primeras horas del 3 de noviembre.

 
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