Usted está aquí: martes 4 de noviembre de 2008 Opinión Los herederos del petróleo

Marco Rascón
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Los herederos del petróleo

Hoy en Estados Unidos eligen un nuevo presidente para enfrentar al nuevo mundo multipolar, donde el asomo de un fraude electoral, como el de 2000, incendiaría ciudades enteras estadunidenses, y no sería con un absurdo llamado al bloqueo de la avenida Pensilvania en Washington, a manera de táctica para desinflar el coraje, como sucedió en México en 2006, que, tirando la frustración por el drenaje de Paseo de la Reforma, resolvió la sucesión presidencial.

Mientras esto pasa en el imperio, en México acabamos de ver concluida una disputa por la herencia de la riqueza petrolera, que revela el país que somos ahora, las visiones del presente y del futuro de las fuerzas políticas gobernantes.

Fue un debate y una conclusión que acercaron a los extremos, hasta el punto de servir a los contrarios. El ex presidente Vicente Fox dijo que la reforma era “pírrica”, coincidiendo con su adversario Andrés Manuel López Obrador, quien aseguró que era el “reparto a pedazos de la nación”. Los herederos, protagonistas directos de la reforma, se desconcertaron pero al mismo tiempo celebraron, cada uno por su parte y bajo sus interpretaciones, que habían triunfado.

Lo más cierto es que el petróleo se acaba, queda poco y, mientras se debatía y ahora se celebra, los herederos más audaces, los 32 gobernadores, sin control alguno se han dedicado a gastar ese patrimonio en obras que no tienen sustento de prioridad, transformando el valor del petróleo en cemento, puesto a diestra y siniestra, y ganando para sus cofradías y sectas millones en contratos asignados discrecionalmente.

Eso sucede en todo el país, pues los 32 gobernadores repartieron la espada del poder en 32 pedazos donde cada uno tiene una parte de la herencia petrolera para gastarla como le dé la gana.

La disputa actual por el petróleo en México refrendó que Petróleos Mexicanos (Pemex) es de los mexicanos como patrimonio nacional y puede que haya mejorado en cuanto a sus mecanismos de inversión para buscar más petróleo en tierra y aguas. No obstante, no se asegura por estos solos hechos que el recurso energético nuestro que necesita el mundo sea para garantizar las necesidades de la sociedad mexicana en el futuro, en términos de calidad y sustentabilidad, pues si los excedentes de este valor se siguen aplicando para los pagos del gasto corriente de los gobiernos, los subsidios a la ineficiencia empresarial y financiera (rescate de Comercial Mexicana) y la clase política en forma de prerrogativas, entonces estaremos frente a los mismos herederos despilfarradores de siempre, pues hay que recordar que el petróleo es propiedad de la nación desde 1938, pero que, después de la Segunda Guerra Mundial, ha servido para la construcción de oligarquías, clientelismos, corporativismos sociales, corrupción y estructuras de control charro.

Unos herederos proponían cambios y reformas; otros, el priísmo, querían desde la oscuridad que la herencia se quedara como estaba, pues ellos eran beneficiarios y se consideraban los albaceas que habían dispuesto a lo largo de décadas toneladas de recursos para aceitar el sistema de control político. El financiamiento de las grandes campañas publicitarias contra los opositores de todo tipo provino del petróleo mexicano. Con estos mismos recursos se cubrieron los déficit de los depilfarros para dar poder al presidente en turno; se pagaron rescates como los de 1995-96, transfiriendo toneladas de crudo a las reservas estadunidenses.

Hoy, cuando baja el precio mundial del petróleo por la recesión y las crisis financieras y monetarias, el valor de la herencia se ha reducido frente al incremento mundial de precios en un mundo interconectado. Vamos a ganar menos y todo nos costará más.

Bajo estas nuevas condiciones, el futuro del petróleo en el mundo no es la privatización, lo cual favoreció a los herederos de refrendar que el petróleo es de toda la familia; sin embargo, sigue sin control ni conciencia de las prioridades para invertirlo en el país.

Lo que debería ser un recurso etiquetado sólo para gastarlo en aspectos que nos aseguren el futuro como nación integrada, con un Estado fuerte, un sistema de bienestar justo y donde se garantice que el trabajo es el principal valor para generar riqueza, debería estar destinado a educación y tecnología.

Educación y tecnología, y no cemento, debería ser el destino del valor del petróleo hoy y para mañana. Seguirlo ofreciendo como reparto en forma de despensas, becas, prerrogativas, subsidios y rescates financieros nos llevará a crisis más profundas que las actuales.

El petróleo trae muchos beneficios, pero también maldiciones. Con actitud de herederos despilfarradores, hemos dejado de ver el futuro en el valor del trabajo. La fuerza laboral la hemos entregado al extranjero, peor que el petróleo, siendo la principal riqueza del país, mientras en el mismo despilfarro festejamos que el petróleo es nuestro y defendiéndolo incorrectamente construimos el mal país que ahora somos.

 
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