Usted está aquí: domingo 9 de noviembre de 2008 Opinión El síndrome de la Malinche

Javier Jiménez Espriú*
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El síndrome de la Malinche

Dos recientes acontecimientos que han hecho que “retiemble en sus centros” nuestra tierra, han desvelado, o ratificado, para ser más preciso, el lamentable “síndrome de la Malinche” que caracteriza a nuestro gobierno.

Me refiero al primero: hace unos días la secretaria de Energía se lamentaba públicamente de que habría dificultades para aprovechar las oportunidades que ofrecía la reforma energética recientemente aprobada por el Congreso, en vista de la carencia de ingenieros capaces para enfrentar los retos tecnológicos y la necesidad de mayor capacidad de ejecución que exige la situación de nuestra industria petrolera. No puedo sino manifestar mi total desacuerdo con la secretaria. No hay carencia de ingenieros capaces en México, sino exceso de funcionarios incapaces en los mandos de nuestro sector energético que piensa, como lo ha manifestado desde que se presentó la iniciativa presidencial, que sólo con la intervención de técnicos y empresas extranjeras podemos resolver nuestros problemas.

Repito lo dicho en varias ocasiones: “Hay entre los mexicanos un importante grupo de compatriotas altamente capacitados en todas las áreas de la industria petrolera, tanto en la paraestatal como en el sector académico, en el Instituto Mexicano del Petróleo, en las jubilaciones prematuras y en empresas privadas a donde los ha llevado la inconsistencia de las políticas públicas, que conocen la verdad de todos los pasos de la industria, de las condiciones de nuestras reservas, las formas de optimizar la producción, los tiempos y formas para la búsqueda de nuevos yacimientos, para la adquisición de las tecnologías necesarias en la industria y para la formación del personal requerido. En suma, capaces de atender las necesidades actuales y futuras de nuestra industria fundamental, sin necesidad de compartir una sola molécula de nuestros hidrocarburos ni entregar parte de los beneficios de la industria a la participación privada”.

Voy con el segundo: el siniestro del pasado martes, en el que perdieron la vida destacados servidores públicos, y que con razón y por diversas circunstancias ha consternado a la sociedad mexicana, dio pábulo a otra muestra del desprecio oficial por los técnicos mexicanos o la desconfianza en sus conocimientos o en su honestidad. La primera reacción, hecha pública por el secretario de Comunicaciones y Transportes, fue comunicar a la sociedad –seguramente para nuestra tranquilidad, según su criterio– que ya se había solicitado la presencia de expertos estadunidenses e ingleses para las investigaciones de lo sucedido.

Termino mi comentario con uno de los consejos que en mi libro Cartas a un joven ingeniero, escribí para los futuros profesionales mexicanos: “Para atender con más eficiencia los problemas de la sociedad, es necesario actuar con la mente abierta y los prejuicios desterrados. En beneficio propio –el de tu comunidad y el de tu persona–, hay que evitar caer en los excesos de quienes desprecian lo que nosotros hacemos y ven con admiración e incluso con actitud servil, todo lo que viene de allende nuestras fronteras –conducidos por el ancestral síndrome de la Malinche”.

¡… y cuando éste caracteriza al gobierno!…

* Académico de honor. Academia de Ingeniería

 
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