Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de noviembre de 2008 Num: 714

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Los mermas
ROGER VILAR

La noche es blanca
YANNIS KONDÓS

Línea 1
LEANDRO ARELLANO

Margo Glantz ensayista
RAÚL OLVERA MIJARES

Otoño Líquido
ANDRÉS ORDÓÑEZ

Karajan tras la partitura del gesto
CARLOS PINEDA

Juan de la Cabada: imagen y palabra
AMALIA RIVERA

De la Cabada guionista
RAFAEL FERNÁNDEZ

Contra la voluntad de originalidad
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ entrevista con JOSEP GUINOVART

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Contra la voluntad de originalidad

Miguel Ángel Muñoz
entrevista con Josep Guinovart

Barcelona. España. Con la muerte reciente de Josep Guinovart (Barcelona 1927-2007), desaparece uno de los últimos grandes renovadores de la materia, de la abstracción y del informalismo europeo. Hay artistas que alcanzan la universalidad en virtud de un misterioso proceso de sostenida presencia o identificación con un entorno al mismo tiempo indefinible y muy concreto. Este fue, sin duda, su caso. A partir de 1960 recurre al color y deja atrás la época sórdida y apagada de las maderas quemadas; utiliza el fibrocemento y produce obras de denuncia, de gran preocupación social y política, testimonios críticos de rebeldía ante lo inadmisible, en las que le sirven como eje múltiple elementos extrapictóricos. En 1982 obtiene el Premio Nacional de Artes Plástica en España, y en 1984 el gobierno francés le otorga la Orden de Caballero de las Artes y las Letras. Entre sus más de doscientas exposiciones individuales sobresalen las realizadas en la Casa de las Américas de la Habana en 1972, en el Museo de Arte Moerno de México, en 1977, en The Art Package, Chicago, en 1974, en la Galería Deplana de Berlín, en 1978, en las galerías Rizzoli y Martha Jackson de Nueva York, en 1979, en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, en 1983, en el Museo de Bellas Artes de Long Island, Nueva York, en 1987, Museo de Châteauroux, Les Cordeliers, Châteauroux, Francia, en 1998, en la Fundación Caixa Cataluña de Barcelona, en 2002, en el Museo de Arte Moderno de Bratislava, en 2006, entre muchas otras. Esta entrevista es un fragmento de más de quince conversaciones sostenidas en Madrid, París y Barcelona a lo largo de más de diez años.


Foto: cortesía de tramoyam.blogspot.com

– ¿Cree que sea posible definir el proceso creativo?

– El proceso creativo no deja de ser un misterio. No existe una norma que diga esto es creativo y esto no lo es. Este proceso se encuentra en toda la diversificación del lenguaje. La raíz es la misma, el tronco es el mismo, y las ramas serían la especialización de este lenguaje siempre fundamentado en la vocación, porque la cotidianidad del trabajo determina la creación. Y la vocación no implica nunca sacrificio, sino expresión de uno mismo. La única cosa que he podido escoger en mi vida es ser pintor. La creación sólo puede ser producto de esta vocación que, por otro lado, siempre ha estado en nosotros, en el ser humano. Nos viene de muy lejos. Yo definiría el proceso creativo como una forma de hablar de la verdad. En estos momentos que se han roto tantos dogmas, la base de la creación estaría en la libertad, porque nos vamos desnudando de la técnica.

– ¿Cuáles considera que sean los elementos de esa técnica?

– Existe la técnica creativa y la técnica académica. El tecnicismo es un peligro. Se corre el riesgo de ser puro virtuosismo, que puede ser muy rico, pero que acaba siendo frío, vacío. Ahora estamos viviendo un momento de una cierta confusión. Se confunde el trigo con la paja. Al haberse introducido el mercado de manera brutal, se puede llegar a fabricar un pintor y esto es terrible.

– ¿Dónde radica la confusión: en el arte o en el artista?

– Creo que hay una gran confusión respecto al espectador, porque el mercado ha modificado la escala de valores del arte. Estamos en un momento donde se cree que todo es válido, y no lo es. El artista es un transmisor, un médium, y necesita la complicidad del espectador. No hay músico si no hay alguien que lo escuche, ni poeta si no hay alguien que lo lea. Evidentemente, me refiero a un espectador que tenga una predisposición hacia la obra de arte, hacia su comprensión. Y para esto también se necesita un cierto bagaje, una cierta formación cultural.

– En su obra la abstracción y la materia son una forma de expresión que parece que envuelve los elementos formales de sus cuadros, ¿usted cómo la entiende?

– La abstracción geométrica es quizá la que puede parecer más alejada del contenido, de la carga humana. Corre el peligro de caer en la forma por la forma. Toda la pintura que hoy consideramos pionera parte de un momento en que el arte pensaba que podía modificar la sociedad. Pasó en pintura, en cine, en escultura y en la arquitectura. Recordemos a Maiakovsky o Malevitch. Aquella vanguardia creía que modificaba la sociedad. Pintaban los trenes con imágenes para concienciar a los campesinos que los veían pasar cruzando la estepa rusa. Había una utopía colectiva que creo que se ha terminado y que se debería recuperar. Ahora vivimos la utopía individual .

– Es muy poética la visión de Severo Sarduy respecto a la materia en la obra de Guinovart. Eso de ser una pintura en la materia, no precisamente en el material, que sería más bien cosa de los informalistas, sino en el uso del espacio.

– Es que hay gente más lucida que el propio autor. En primer lugar, la materia por la materia es algo estéril, vacío; en todo caso, la materia como medio, como vehículo. Yo no concibo la materia sin espíritu, ni concibo lo espiritual sin la materia. No existe lo espiritual sin lo material.

– Es curioso cómo Guinovart, tan en la estirpe casi genética de Picasso, tan proteico, tan culto, no brutalmente barroco, en el fondo –y en la forma, también– está tan cerca de Miró.

– ¿Y habré de explicarlo? Picasso es un pintor expansivo, mira a muchas partes. Miró, no. Miró crea in mundo muy personal, de imágenes de su firmamento. Picasso es un transformador. De cualquier cosa que veía hacía un Picasso. Miró es un pozo y, como tal pozo, puede –sólo digo que “puede”– agotarse. Picasso no es un pozo. Se amamanta de toda la historia del arte.

– ¿Su sentimiento de la tierra es el mismo que el de Joan Miró?

– Pienso que esto es difícil de definir. Digamos que mi sentimiento coincide con el suyo en muchos aspectos. Pero es una pregunta que se hace complicada. No se trata de decir: “Soy como Miró”, en absoluto. En estas cosas existe mucha subjetividad. Yo diría que Miró está sometido, no sé si conscientemente, al concepto del arte moderno y, digamos, a la dinámica de las vanguardias, con una gran influencia sobre el surrealismo, y con esa libertad de Miró por la que hace un surrealismo muy a su manera. Ese espacio mágico que conserva de los niños. Miró nunca mató al niño. Yo, en ese caso, coincido también con una idea de la libertad.

– ¿Cómo se contempla Guinovart en el panorama actual del arte europeo?

– Me contemplo y me reconozco fuera de la moda, o mejor dicho, de las modas del arte moderno. Estoy vinculado a una libertad que brota, quizás, muy del fondo de un cierto dadaísmo, y menospreciando la originalidad como voluntad. O, dicho de otra forma, produciéndome como si la originalidad no existiera.