Usted está aquí: martes 11 de noviembre de 2008 Economist Intelligence Unit El próximo frente es el fiscal

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El próximo frente es el fiscal

Las reducciones de tasas de interés son benéficas; pero a medida que la recesión global emerge, son más necesarios los estímulos fiscales

Ampliar la imagen Un trabajador maniobra sobre una grúa instalada en Keihin, la zona industrial más grande de Japón, en Kawasaki, al sur de Tokio Un trabajador maniobra sobre una grúa instalada en Keihin, la zona industrial más grande de Japón, en Kawasaki, al sur de Tokio Foto: Reuters

La buena noticia es que el mundo parece haberse salvado de un desplome bancario catastrófico. Es muy pronto para estar seguros; algunos mercados emergentes están en problemas y las bolsas se comportan de manera violenta. Pero los mercados interbancarios y de bonos a corto plazo sugieren que el pánico disminuye.

La mala noticia es que la economía mundial se debilita con rapidez. Activos a la baja en todo el mundo, crédito escaso y confianza deteriorada provocan que las empresas y los consumidores se muestren poco dispuestos a invertir o a gastar. En Estados Unidos (EU), la confianza del consumidor se ha desplomado a su registro histórico más bajo. En Alemania, el índice Ifo, que mide la confianza empresarial, se ha hundido en una depresión de cinco años. Como el declive es global, ahora es más difícil que las exportaciones compensen la debilitada demanda local. Crecen las probabilidades de una larga y desagradable recesión. Y también, de mayores acciones gubernamentales para contrarrestar la débil demanda privada.

El mecanismo usual es mediante las tasas de interés. La ortodoxia económica espera que los banqueros centrales atemperen la demanda, porque las tasas de interés a corto plazo son más fáciles de calibrar que los impuestos y los gastos, y son controladas por tecnócratas y no por políticos. La Reserva Federal de Estados Unidos redujo su tasa básica medio punto porcentual adicional, a 1%, el 29 de octubre. Refrenados por el temor a la inflación, los bancos centrales de Europa han hecho reducciones menores, timidez que deberían desechar ahora que el riesgo de inflación se evapora: tanto el banco central europeo como el Banco de Inglaterra deberían reducir con audacia sus tasas en sus próximas reuniones.

Pero sería un error esperar demasiado de estas reducciones. Las tensiones del sistema financiero las han vuelto menos eficaces, conforme los bancos acaparan efectivo y reducen sus préstamos. Y en EU, al menos, las tasas a corto plazo no pueden caer más. Por tanto, el próximo frente de las políticas debe ser el fiscal.

Cuando los mercados crediticios funcionan mal, la demanda privada se desvanece y la confianza se debilita, una sacudida fiscal es una buena opción. Reducir impuestos pone efectivo extra en los bolsillos de la gente. Al intensificar su inversión, los gobiernos fomentan de manera directa la demanda y el empleo. Cierto, el estímulo aumenta el déficit gubernamental a corto plazo, pero el daño fiscal de una depresión prolongada sería peor todavía, como Japón demostró en los años 90 del siglo pasado. Con un sector privado poco dispuesto a gastar, e inversionistas nerviosos que reclaman bonos gubernamentales seguros, no es tan arriesgado aumentar la inversión pública.

Algunos países tienen más radio de acción para estímulos fiscales que otros. Muchos gobiernos en los mercados emergentes, sobre todo los que tienen grandes déficit externos, se verán limitados por la falta de disposición de los inversionistas a adquirir títulos de deuda. Por esa razón, Hungría endureció su control presupuestario esta semana. En el otro extremo está China, que tiene enormes reservas de divisas y superávit presupuestario y de cuenta corriente. En el mundo rico, países como Italia, con poblaciones que envejecen y altas cargas de deuda, tienen menos campo fiscal. Lo mismo sucede en los mercados de deuda más pequeños y con menor liquidez.

EU tiene el mayor alcance para estímulos a corto plazo, pese a que su déficit de cuenta corriente es el más grande del mundo. Esto se debe a que ahora los dólares y bonos del Tesoro están calificados como refugios seguros. También, como sus impuestos son más bajos y sus redes sociales de seguridad menos generosas, EU tiene menos “estabilizadores automáticos” que Europa, donde el gasto en prestaciones por desempleo se eleva automáticamente en caso de depresión. El federalismo fiscal estadunidense se inclina en la dirección opuesta: la mayor parte de los estados deben manejar presupuestos equilibrados y, en consecuencia, reducen su inversión en tiempos difíciles. En EU se ha establecido ya un estímulo por 168 mil millones de dólares, poco más de 1% del PIB (en especial mediante reducciones de impuestos). Atinadamente, el Congreso proyecta otro, de 1-2% del PIB, poco después de la elección.

Europa podría necesitar también un estímulo fiscal dentro de poco tiempo. España tiene ya un paquete; Alemania está considerando uno. El ministro británico de Hacienda, Alistair Darling, preparó el terreno el 29 de octubre al desechar las viejas reglas fiscales del gobierno. Es tiempo de un debate en Europa sobre el mejor tipo y monto del estímulo.

Audacia fiscal

El estímulo debe ser oportuno, focalizado y, de manera ideal, promover una salud fiscal a largo plazo. Pero no hay recetas mágicas. Las reducciones fiscales proporcionan efectivo a los consumidores, pero las personas pueden decidir si lo ahorran o lo gastan en importaciones. La inversión gubernamental, en infraestructura, por ejemplo, podría tener beneficios perdurables, pero requiere de plazos largos y a menudo se malgasta. La ayuda a grupos especiales, como propietarios de casas o empresas automovilísticas, tiene atractivo político y, para los propietarios endeudados, lógica económica. Pero, en general, ayudar a una industria específica es mala idea.

El nivel y composición de los estímulos serán diferentes según el país. En EU, es lógica la ayuda federal a los estados. En Europa podría funcionar una reducción del impuesto al valor agregado. China debería fomentar el gasto social. Hasta ahora los gobiernos han enfrentado con valentía la catástrofe financiera. Las sombrías perspectivas implican que pronto deberán demostrar también audacia fiscal.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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