Usted está aquí: martes 11 de noviembre de 2008 Política Exige obispo atacar el abuso a niños

Exige obispo atacar el abuso a niños

José Antonio Román

Luego de lamentar que Acapulco, Tijuana y Cancún sigan siendo los lugares con “los primeros sitios” en prostitución infantil en el país, la Arquidiócesis de Acapulco exigió a los tres niveles de gobierno combatir esta violación a los derechos humanos, así como aplicar una política pública eficaz en favor de la niñez y la familia.

Al comentar los recientes datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) en la materia, la Iglesia católica de ese puerto señaló que los niños de la calle, migrantes, estudiantes, trabajadores urbanos y los adictos a alguna droga, son algunos de los sectores más vulnerables, y donde es necesario poner especial atención.

Recordó que la carta pastoral de los obispos de la provincia eclesiástica de Acapulco se refiere a esos hechos como “verdaderos crímenes”.

La niñez, hoy día, debe ser destinataria de una acción prioritaria de la Iglesia, de la familia y de las instituciones del Estado, tanto por las posibilidades que ofrece como por la vulnerabilidad a la que se encuentra expuesta, dice la carta de los obispos, suscrita a principios de año.

La misiva de la Arquidiócesis de Acapulco, firmada por el arzobispo Felipe Aguirre Franco, reproduce declaraciones del representante del Unicef en el estado, Hugo Hernández, donde señala que las autoridades de los tres niveles de gobierno “no han hecho su tarea de combatir este doloroso flagelo, que golpea a este sector tan vulnerable”.

La Iglesia de Acapulco se propone asumir el desafío que se desprende de la violación de los derechos humanos de los niños, que sufren toda clase de abusos, sobre todo los que tienen que ver con la prostitución y la pornografía.

Además, llamó a mirar a la niñez como un don de Dios y verlo como un sector fundamental para construir el tipo de sociedad que queremos en el futuro, por lo que existe la obligación de todos de salvaguardar los derechos de los menores como seres humanos, pero sobre todo, como hijos de Dios.

 
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