Usted está aquí: viernes 14 de noviembre de 2008 Espectáculos Internas de Santa Martha embriagan de sensualidad a los Panteón Rococó

■ El grupo skasero las hizo bailar y disfrutar como si fuera la última fiesta del mundo

Internas de Santa Martha embriagan de sensualidad a los Panteón Rococó

■ “Compañeras, son a toda madre, muchas gracias”, dijeron los músicos al concluir su concierto

■ La cita, idea de Sara Aldrete, llamada Narcosatánica, hoy promotora cultural de esa prisión

Tania Molina Ramirez

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Ampliar la imagen Ellas y el grupo cargaron de energía el ambiente Ellas y el grupo cargaron de energía el ambiente Foto: Jesús Villaseca

Ellas bailaron como si fuera la última fiesta del mundo. Celebraron como si mañana no existiera. Se abrazaron y besaron. Gritaron hasta que parecía que se quedarían sin voz. Sonrieron hasta que les dolía la cara. También lucharon en batalla campal slamera. Jugaron como niñas. Cargaron el ambiente de energía.

Ellos se embriagaron con tanta sensualidad femenina. También jugaron como niños sobre el escenario.

Ambos, las internas del penal femenil de Santa Martha Acatitla y el grupo skasero Panteón Rococó dieron vida a un concierto inolvidable este miércoles, con el mar de fondo.

A lo largo de la pared, detrás del escenario, que se extiende varios metros más hacia ambos lados, está pintado un mural con el mar, palmeras y un cielo azul con nubes blancas. Los barandales parecen extensión de los verdaderos que se encuentran en el patio, y dan la sensación de estar en un malecón. Eso sí, más allá del mar están los grises dormitorios, de cuyas ventanas hay ropa colgada.

“¡Bailele! ¡Bailele!”, invitó Dorian, corpulenta, cabello casi a rape y peluche rosa en brazos. Le deja encargado el muñeco de Plaza Sésamo a quien ya puso a bailar, le da un beso en los labios a su novia también presa, se sube en una mesita y desde ahí se echa un clavado para caer enmedio del público.

Dorian, el alma del slam, ha estado en la cárcel cuatro veces, por robo. Es hija de la calle y la prisión es su segundo hogar.

“En un mundo globalizado, la gente pobre no tiene lugar... y la carencia arriba, los salarios abajo, con lo que gano en esta empresa no me alcanza pa’ tragar”, cantaron a todo pulmón cientos de mujeres.

Critican al gobierno con rock

Antes de que comenzara el concierto, ya le había explicado una a otra: “Hablan mucho de política, critican al gobierno con rock, con música loca”.

Al principio, había momentos en que parecía que el slam podría acabar a golpes, pero de pronto algo cambió, y no tuvo que ver con la autoridad. Nomás, a la mitad de la segunda canción, Cúrame, el ambiente se electrificó y el pique entre unas chavas se diluyó. Y se volvió fiesta de desfogue, descarga. Las mujeres, muchas de ellas maquilladas con esmero, se tomaban de la mano, se abrazaban, se acariciaban.

Mientras, sobre el escenario, atrás del grupo, Sara Aldrete, la Narcosatánica (fue compañera de Adolfo de Jesús Constanzo, líder del grupo llamado Narcosatánicos, acusados de 13 homicidios, profanación de cadáveres y delitos contra la salud; ella se proclama inocente), bailaba con una sonrisa que no le cabía en el rostro. Hoy es escritora y promotora cultural. Fue suya la idea de que Panteón Rococó se presentara.

Para Aldrete, ganadora de premios por sus cuentos, es importante realizar actividades culturales porque “siempre hay que mantenerse en movimiento, con la mente activa, no pensar en cosas negativas, conservar la esperanza”. Ella, después de 19 años y siete meses en prisión, se ve llena de vitalidad.

No era la única “famosa” presente. Según testimonio de custodios, Juana Barraza, la mataviejitas, presenció el concierto sentada en la parte de atrás del patio. Dicen que no bailó.

También lejos del slam, de las mujeres aventadas al aire y del agua y refresco lanzados a chorros, estaban las chavas con niños de brazos.

Quien al parecer no se presentó fue Sandra Ávila Beltrán, la Reina del Pacífico. Lo suyo, según un custodio, es la música tropical.

Los panteones, que nunca habían tocado en una prisión, antes de subir estaban nerviosos y emocionados, sin saber qué esperar.

Antes habían participado, de una u otra manera, en la lucha para liberar a presos políticos: tocaron frente al Reclusorio Norte, cuando detuvieron a integrantes del movimiento estudiantil en 1999, y el vocalista Luis Dr. Shenka visitó a los “altermundistas” aprehendidos en Puente Grande. Hace apenas unos días jugaron un partido de futbol, junto con la Maldita Vecindad, contra los internos del Centro de Tratamiento de Menores de San Fernando (“nos pusieron una arrastrada”, confesaron).

La marginación, nuestra realidad

Los rococó, que lo mismo tocan en foros pequeños que ante cien mil personas, que se formaron inspirados por el levantamiento zapatista, tienen claro que de no haber sido por la música algunos de ellos bien podrían estar tras las rejas. “Venimos de estratos sociales que hubiera sido muy posible” terminar en la cárcel o muertos, “esa (la de una mayoría de las internas) es nuestra realidad (la marginación), pero escogimos un camino diferente”, dijo antes del concierto Dr. Shenka. “Fuimos potenciales clientes, la música nos encaminó a ser lo que somos”, añadió Missael, el saxofonista.

Al final, los brassieres aventados desde el público adornaban los micrófonos y no sirvió de nada la muralla de custodios instalada para que bajara la banda del escenario: una horda de mujeres aplastó y se comió a besos al vocalista.

Pero sin duda la catarsis llegó con La dosis perfecta, después de que en repetidas ocasiones gritaban “¡dosis-dosis-dosis!”

Hombres y mujeres se unieron para entonar, en pleno clímax: “Y después de romper el cielo juntos, esa forma tan tuya de hacer el amor y estallar, al llegar...”

Las presas mostraron que cuando hay fiesta, hay que vivirla de verdad. Como dijo Dr. Shenka al final: “Compañeras, son a toda madre, muchas gracias”.

 
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