Usted está aquí: viernes 14 de noviembre de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ Ninguna sorpresa, la impostura en el PRD

■ Una izquierda cómoda con fines malsanos

La decisión del tribunal electoral federal no podía ser otra. Si allá se impuso a un espurio, en el PRD tendría que ser igual, para sofocar, de esa manera, las quejas constantes de la parte incómoda del perredismo. Si el fraude triunfó en todo el país, justo era que el fraude alcanzara a ese partido. ¿O no?

No todos, pero la mayor parte de los militantes del sol azteca en la ciudad de México hacían esta reflexión poco antes de que se iniciara su consejo estatal, en el que se refrendó el apoyo de la dirigencia a los programas y los proyectos que ha lanzado Andrés Manuel López Obrador, y se pidió, otra vez, con sobrada ingenuidad, que Jesús Ortega no tome posesión como presidente de ese partido, y se llame a un acuerdo entre todos los perredistas para lanzar a un nuevo personaje para ese puesto.

Lo que no quiere ver esta parte de la militancia es que la izquierda cómoda que representa Ortega no dejará, por ningún motivo, ni el manejo de los dineros ni la posibilidad de incrementar su presencia en el país, y desde luego en el Distrito Federal.

Hasta donde se sabe, Nueva Izquierda, la tribu dócil del PRD, ha mandado a un par de emisarios a tratar de pactar con el jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard, a quien le prometen el paso aterciopelado de sus proyectos de ley en la Asamblea Legislativa, siempre que no se atente contra las posiciones que hoy mantiene ese grupo.

Y también es sabido que cuando lanzaron la propuesta-amenaza, ya tenían en la bolsa el anuncio de que Ortega sería impuesto por el tribunal, pero hay indicios que hacen suponer que el acuerdo fue rechazado por el mandatario, que sabe que las mediciones entre la población de la capital indican que los chuchos han perdido gran parte de su fuerza, y que de ninguna manera podrán repetir el número de asambleistas que ahora tienen, y además Iztapalapa, la delegación que han mantenido como su bastión, está en serios problemas, porque ha llegado a tanto su descrédito, que la podría perder.

Pero además, en el PRD-DF la señora Alejandra Barrales, a quien todos le han tenido poca fe, puso por encima de los arreglos vergonzantes el carácter del partido y con el apoyo de su militancia ha sabido responder con un no rotundo a las pretensiones del chuchismo.

Y es que el asunto está claro: la impostura de Jesús Ortega en la presidencia nacional del PRD, como ya dijimos, pertenece a un diseño político malsano de la izquierda cómoda. No sólo se trata pervertir la dirigencia de ese partido, sino de acabar con el movimiento opositor de López Obrador.

Por eso tratan de seducir a Alejandro Encinas, a quien conocen muy bien, para que acepte y avale el fraude. Con eso se conforman. Desde luego hay algunos mareados que suponen que eso sería lo mejor, supuestamente para acotar y dar la batalla en ese partido, como si no supieran que en el fondo lo que subyace es la idea de allanar el camino a sus aliados panistas.

Encinas en la secretaría general del PRD es tanto como sí López Obrador aceptara ser secretario de Gobernación, es decir, matar la crítica, y dejar, por fin, las manos libres a quienes día con día burlan la ley y empobrecen a la gente.

Alejandra Barrales tiene por cierto que los candidatos que jueguen a las diferentes posiciones en la elección próxima, saldrán del Frente Amplio Progresista, postura que de inicio resta posibilidades a Nueva Izquierda y sus chuchos, es decir: la pelea apenas empieza.

De pasadita

Hay noticias importantes en la Gustavo A. Madero. Ya lo verán.

 
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