Usted está aquí: sábado 15 de noviembre de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ México, la economía con el peor desempeño de América Latina

■ Según Carstens, no hay crisis de empleo en México

Ya no es novedad, pero sí una lacerante realidad: en los últimos siete años (2001-2007) la economía mexicana fue la que peor comportamiento reportó en el contexto latinoamericano, al ocupar el indiscutible último lugar regional, con una tasa anual promedio de “crecimiento” de 2.49 por ciento, y falta por considerar los resultados de 2008, que podrían reducir esa proporción a 2.24 por ciento o menos.

Lo anterior se desprende del Informe Latinobarómetro 2008, divulgado ayer con el resultado de su encuesta más reciente, levantada entre más de 20 mil personas de 18 países latinoamericanos (México entre ellos), entre el primero de septiembre y el 11 de octubre, con muestras representativas de ciento por ciento. Sus resultados no reflejan el sentir de los encuestados sobre la perspectiva económica de la crisis, pero sí refleja el sentir de la población en otros aspectos.

La economía mexicana ocupó el escalón 18 de 18 posibles, mientras la peruana se colocó en el primer lugar (5.36 por ciento en el periodo citado), seguida de la dominicana (5.3) y la costarricense (5.24). Ninguna de ella ha presumido “solidez” o “navíos de gran calado”, y sin embargo encabezan la lista latinoamericana. De hecho, sólo otras dos economías “crecieron” por debajo de 3 por ciento: la salvadoreña (2.89) y la uruguaya (2.94). Los demás países están por encima de aquella cota. Incluso Nicaragua y Haití reportan un mejor comportamiento en este renglón que México.

En efecto, el raquitismo de la economía mexicana es inversamente proporcional al discurso oficial de la “fortaleza” y el “navío”. Socialmente es insoportable esa inanición, pero lamentablemente continuará. De hecho, si se atienden las proyecciones de la correduría JP Morgan, citadas por el portal financiero Invertia, el panorama es bastante sombrío: “México está ya en recesión, y su duración sería de unos tres trimestres, para después iniciar una recuperación hacia la segunda mitad de 2009; consideramos que para el tercer trimestre (2008) el crecimiento fue de 1.2 por ciento negativo; para el cuarto trimestre (de igual año) será 2 por ciento negativo, y para el primer trimestre de 2009, también de 2 por ciento negativo”.

Tal vez por esos raquíticos resultados es que uno de los indicadores de la encuesta de Latinobarómetro enciende las señales de alarma: al 61 por ciento de los mexicanos encuestados “no le importa un gobierno no democrático si (éste) resuelve problemas económicos”. Las respuestas de tal sondeo no consideran el estallido de la crisis ni la triste expectativa económica para 2009, y sin embargo los focos rojos están encendidos. Probablemente por lo mismo, la organización no gubernamental subraya que “hay un estatismo galopante en América Latina”, y que “la mayoría de los latinoamericanos cree que la salud, el agua potable, las pensiones, los servicios eléctricos y telefónicos, y la educación deben estar en manos del Estado”.

En el Latinobarómetro 2008, el inquilino de Los Pinos ocupa la octava posición entre los 18 mandatarios evaluados (Juan Carlos de Borbón y José Luis Rodríguez Zapatero incluidos). La calificación obtenida por el michoacano es de 5, de 10 posibles; el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva es el que obtuvo mejor nota (5.9). Los últimos dos escalones son ocupados por George W. Bush (4.2) y el nicaragüense Daniel Ortega (4).

Con base en el citado informe y los resultados de la encuesta, va la siguiente numeralia del de los mexicanos sobre varios aspectos de la vida nacional: sólo 23 por ciento se dice satisfecho con la democracia (8 puntos porcentuales menos con respecto de 2007); 58 por ciento aprueba la gestión gubernamental, pero no más de 36 por ciento mostró confianza en la conducción del país, un porcentaje igual en cuanto a la confianza en el gobierno. Apenas 17 por ciento consideró que en una democracia el sistema económico funciona bien. Además, 79 por ciento cree que se gobierna para unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio (el promedio latinoamericano es de 70 por ciento).

De los mexicanos encuestados, 52 por ciento considera que no puede haber democracia sin Congreso, pero sólo 32 por ciento mostró confianza a diputados y senadores; de igual forma, 52 por ciento cree que no puede haber democracia sin partidos políticos, aunque la confianza en ellos fue expresada sólo en 17 por ciento. De hecho, 54 por ciento se mostró a favor de que se permitan “partidos extremistas”, contra 38 por ciento que los rechazó.

El 49 por ciento consideró que en la democracia mexicana las desigualdades sociales han permanecido igual; sólo 31 por ciento cree que la ley es pareja para todos; 57 por ciento que lo más efectivo para cambiar las cosas es votar y 15 por ciento que lo más efectivo es participar en protestas. Apenas 23 por ciento afirmó que la democracia en México “funciona mejor que en el resto de América Latina” y 47 por ciento que la democracia garantiza la libertad para participar en política (en este renglón México ocupa, junto con Guatemala, el último lugar regional).

No sorprende a nadie, pero la encuesta señala que sólo 37 por ciento de los mexicanos encuestados confía en los bancos, 35 por ciento en la empresa privada y 48 por ciento en los empresarios; 56 por ciento que la economía de mercado es el único sistema para ser desarrollado, 52 por ciento en el cumplimiento de las leyes y 37 por ciento a favor de la evasión fiscal.

A las instituciones públicas no les va bien: sólo 18 por ciento de los encuestados considera que funcionan correctamente; el 27 por ciento que los servicios básicos (espacios públicos y áreas verdes, servicios municipales, caminos y pavimentación, transporte público, recolección de basura, alcantarillado, etcétera) son los adecuados.

También 27 por ciento dijo confiar en los funcionarios gubernamentales; el 73 por ciento restante no, porque “son corruptos”; 54 por ciento dijo que entre los políticos hay más corrupción que en el resto de la sociedad, y sólo 28 por ciento que en los dos últimos años la corrupción se ha reducido. De hecho, 55 por ciento afirmó que los policías son corruptos y 45 por ciento que los jueces son sobornables. A pesar de ello, el 71 por ciento se manifestó en favor de que los teléfonos regresen al control del Estado y 84 por ciento para que el manejo de las pensiones deje de ser privado.

En síntesis, la democracia no avanza sin resultados.

Las rebanadas del pastel

Poco más de cinco lustros atrás, Ronald Reagan, entonces inquilino de la Casa Blanca, juró que “el Estado no es la solución, es el problema”. Ahora que tronó el modelito, habrá que ver qué dicen al respecto los mandatarios del G-20 que se congregan en Washington para encontrar salidas a la crisis. Mientras, el más reciente chiste del secretario de Hacienda, Agustín Carstens: no hay crisis de empleo en México.

 
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