Usted está aquí: domingo 16 de noviembre de 2008 Opinión 1988: El año que calló el sistema

Martha Anaya

1988: El año que calló el sistema

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El libro de la periodista Martha Anaya, 1988: El año que calló el sistema, que en breve circulará en librerías bajo el sello Debate, recupera, “mediante una crónica periodística”, las difíciles circunstancias para el país, entonces. Con autorización de la editorial, La Jornada ofrece a sus lectores un adelanto de esta novedad bibliográfica

El pacto con el PAN

El 27 de agosto de 1988, Carlos Salinas de Gortari se reunió con Manuel J. Clouthier y el presidente del PAN, Luis H. Álvarez. El encuentro, al igual que el del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas un mes atrás, se realizó en secreto. Tuvo lugar en la casa del empresario Juan Sánchez Navarro y asistió también Manuel Camacho Solís. Esa noche, el PAN y el PRI pactarían el arribo de Salinas al poder.

Llegar a ese punto no fue nada fácil. El principal opositor al acuerdo, a permitir que Salinas de Gortari fuese declarado triunfador de la elección con el aval del PAN, era El Maquío. Pero la maquinaria panista, impulsada por Carlos Castillo Peraza, Diego Fernández de Cevallos y Luis Felipe Bravo Mena, terminó por convencerlo. Y “a regañadientes y jalones”, Clouthier –cuenta el coordinador de su campaña, José Luis Salas Cacho– acabó por apersonarse en esa cena y aceptar lo que se pactó.

Eso sí, no sin antes decirle en su cara al propio Salinas:

–Y te lo digo a ti y no te digo más cosas ahora, pero si no me cumples te vas a acordar de mí. Yo voy a estar a la sombra de ti, voy a asegurarme de que lo que estamos aquí diciendo y pactando como hombres, tú lo vas a cumplir. No a mí, a México, porque solamente así México va a cambiar. Y México ya cambió, te guste o no te guste.

Pero antes de esa conversación, mucho se tejió. De hecho, con la calificación presidencial en puerta, ocurrieron las negociaciones más intensas de 1988. Los posibles escenarios que preveía el PRI erizaban la piel no sólo del grupo salinista sino de la clase política en general, de los empresarios, de los religiosos, de algunos gobiernos extranjeros. Y es que si el PAN y el Frente Democrático se unían, podían echar abajo la constancia de mayoría que la Comisión Federal Electoral había otorgado a Carlos Salinas de Gortari. Es decir, no habría presidente electo, las elecciones se anularían.

La apuesta de los cardenistas iba precisamente en ese sentido: anular la elección. Así que el desenlace de la calificación presidencial en la Cámara de Diputados dependería de la posición que asumieran los panistas a la hora de votar.

Camacho Solís buscó a Salas Cacho. Según José Luis, lo primero que hizo fue exponerle el panorama desde la perspectiva del poder:

–Es que tú no conoces los poderes que están abajo del sistema, tienes narcotráfico, tienes guerrilla, tienes el ejército, tienes los propios grupos de poder del PRI, tienes los gobernadores, las centrales obreras, las Iglesias... Todos esos sistemas juegan y juegan presionando al sistema. Entonces, si no hay alguien que los conduzca y conozca, no hay manera de controlarlos. Yo lo que les quiero decir es que esto se puede ir a un derrame de sangre, a un golpe de Estado. La guerrilla o el narcotráfico pueden salirse de control.

Salas Cacho lo escuchó. Habló con Clouthier. El Maquío aceptó ver a Camacho y oírlo personalmente. Organizaron un desayuno en el departamento de Luis H. Álvarez. Camacho replanteó su postura. El sinaloense, siempre claro y de pocas pulgas, terminó por decirle:

–Mire, ya no tiene caso seguir hablando. Yo me metí en esto porque estoy harto de este sistema y porque quiero un cambio democrático para México. La elección es inaceptable. Nosotros nos vamos por la anulación de la elección.

Según refiere el propio Camacho en sus memorias apócrifas, en ese momento no pensó como secretario general del PRI, ni como amigo de Salinas. Pensó en el país y le dijo lo que pensaba:

–Ingeniero, el país no va a aguantar un gobierno interino. Ingeniero, ¿usted cree que las reservas del Banco de México van a aguantar el proceso de agitación que a ello conduciría, durante 14 o 18 meses? Vamos, ¿usted cree que lo aguantaría durante 14 o 18 días? En el actual clima político en el país, una nueva elección traerá consigo, inevitablemente, un proceso de agitación política y social mayor. El país se va a dividir más. Incluso, pensando en la posibilidad que hoy no ocurre, pero concediendo que usted ganara la nueva elección, ¿cree usted que vale la pena ser presidente para iniciar otra década de ajuste económico mayor? ¿Cuál será el costo de volver a restablecer el Estado de derecho?

Clouthier respondió:

–Me gusta tu posición, pero yo no puedo dejar esto sin un avance democrático y si me tengo que morir por ello, me muero.

 
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