Usted está aquí: miércoles 19 de noviembre de 2008 Economía Incierto destino de la nave estadunidense en medio de “la peor tormenta económica”

■ Mientras Citigroup anuncia más despidos en masa; automotrices suplican ayuda al Congreso

Incierto destino de la nave estadunidense en medio de “la peor tormenta económica”

■ Millones de familias pierden sus hogares mientran ven a líderes políticos cenar de lujo

David Brooks (Corresponsal)

Nueva York, 18 de noviembre. La crisis del capital en su capital está provocando una urgente misión que se encuentra ahora en el centro del debate nacional: cómo rescatar al capitalismo de sí mismo.

“Y el fin del Imperio es, en el mejor caso, una cosa desordenada/y este Imperio se está acabando/como todos los demás/como la Armada Española a la deriva sobre el mar/estamos a la deriva en la tierra de los valientes y el hogar de los libres (juego con una estrofa del himno nacional)/Adiós, adiós, adiós”, acaba su canción Unas cuantas palabras en defensa de nuestro país el veterano y famoso cantautor Randy Newman en su disco más reciente.

Y a tal deriva que nadie sabe, ni el presidente ni su secretario de Tesoro, ni los grandes economistas con premios, ni el equipo del próximo presidente, adónde se dirige esta nave estadunidense, ni cómo sobrevivirá lo que todos llaman la peor tormenta económica en sus memorias.

Para colmo, en esa altamar tormentosa por la que atraviesa esta crisis, hay otro peligro más: piratas.

Crisis difícil de contrarrestar

“Estamos atravesando por una crisis financiera más severa e imposible de predecir que cualquier otra en nuestras vidas”, escribe hoy el secretario del Tesoro de Estados Unidos Henry Paulson en un artículo de opinión en The New York Times. “Para septiembre, el gobierno enfrentaba una crisis a través de todo el sistema”, recuerda, y ahora “sí hemos aprendido algo a lo largo de este año: hemos aprendido que esta crisis financiera es impredecible y difícil de contrarrestar”. Ése fue también su mensaje hoy ante el Congreso, donde fue sujeto a un interrogatorio sobre cómo todos los fondos se han destinado a los bancos, sin auxilio para los ciudadanos comunes víctimas de esta crisis.

Paulson concluye su artículo con optimismo: “estoy confiado en el éxito, porque nuestra economía es flexible y adaptable, enraizada en el espíritu empresarial y la productividad del pueblo estadunidense”.

Pero en esa misma edición del rotativo, como en todos los medios nacionales e internacionales, se reportaba que una de las empresas financieras más grandes del mundo, Citigroup, anunciaba su decisión de deshacerse de 52 mil empleados, una más en una creciente lista de empresas que informan de cientos de miles de despidos.

Hoy también los ejecutivos en jefe de las tres empresas automotrices estadunidenses se presentaron ante el Congreso para suplicar por 25 mil millones de dólares más en asistencia pública para que el gobierno los rescate de una posible bancarrota. Rick Wagoner, ejecutivo en jefe de General Motors, detalló lo que sería el costo económico si fracasa el sector automotriz: “los costos sociales serían catastróficos: 3 millones de empleos perdidos dentro del primer año, una reducción de 150 mil millones en el ingreso personal en Estados Unidos y una pérdida de impuestos para el gobierno de más de 156 mil millones a lo largo de tres años”, afirmó.

General Motors advierte que tal vez no le alcance el dinero ni para llegar viva a fin de año. Chrysler reveló hoy que pronto podría estar en la misma situación sin apoyo del gobierno.

Los aproximadamente 10 millones de desempleados y unos 17 millones más subempleados, los cientos de miles que este año están perdiendo sus hogares por la crisis hipotecaria, junto con hasta 5 millones de familias cuyas hipotecas estarán en riesgo en los próximos dos años si no se hace algo ahora; los jubilados que han visto esfumarse sus fondos de ahorro, entre otros, observan cómo los políticos corren por aquí y por allá prometiendo acción. Observaron el testimonio de hoy, y el pasado fin de semana cómo los primeros mandatarios y sus secretarios de finanzas cenaron de lujo en la Casa Blanca, donde prometieron “mayor cooperación” y programaron otra cena, es decir, cumbre, para tomar acción urgente… en abril de 2009.

Pero también hay actos de solidaridad con los que sufren. Los ejecutivos de Goldman Sachs, banco de inversiones más prestigioso de Wall Street, anunciaron anteayer que sacrificarán sus bonos multimillonarios este año, y ayer los ejecutivos en jefe del banco trasnacional suizo UBS (que también acaba de recibir un rescate de su gobierno) anunciaron lo mismo.

El año pasado, el ejecutivo en jefe de Goldman Sachs recibió ingresos por salario y bonos de 68.5 millones de dólares, y los dos copresidentes de la empresa ganaron 67.5 millones. El jefe de Deutsche Bank, Josef Ackermann, anunció el mes pasado que no aceptaría su bono de fin de año en “señal muy personal de solidaridad”.

Tan mal está el paciente que el propio presidente George W. Bush (junto con algunos aliados, como Ernesto Zedillo) intentando desesperadamente defender su mantra de “libre mercado y libre comercio” ante la realidad de que esta fe es insostenible sin una intervención masiva del Estado.

“Las finanzas –la sangre vital del capitalismo– están ahora bajo control, en gran medida, del Estado”, afirmó el New York Times en un editorial titulado “Rescatando el capitalismo”, publicado hace unas semanas, señalando que ahora el gobierno es accionista en los bancos más grandes del país, controla una de las aseguradoras más grandes del mundo y garantiza más de la mitad de las hipotecas en el país, como resultado de su rescate del “libre mercado”.

Al parecer, el libre mercado no soluciona todo, y el Times advierte que el próximo gobierno tendrá que restablecer su papel en la economía, sobre todo la inversión en infraestructura, salud y educación, y una nueva evaluación del “contrato social”, que se ha abandonado desde los tiempos de Ronald Reagan.

El hecho de que Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal, y la voz más poderosa sobre la promoción de la desregulación y el libre mercado, tuviera que confesar ante el Congreso a fines de octubre que su doctrina de fe tenía una falla que descubrió después de 40 años, y que el poder destructivo de esta crisis lo ha dejado en “un estado de pasmada incredulidad” y que cometió “un error”, demuestra la severidad del momento.

Esta crisis ha generado un giro ideológico por el momento, y de repente hay una extendida nostalgia por el New Deal y la intervención y participación masiva del Estado en la economía. Tal vez el ejemplo más sorprendente es que alguien como Martin Feldstein, jefe del Consejo de Asesores Económicos de Reagan y más recientemente asesor del candidato presidencial republicano John McCain, se proclamó en el Washington Post a favor de un gasto federal en gran escala en obras públicas como forma de estimular el crecimiento económico.

Revistas y foros por todo el país se enfocan en cómo “rescatar al capitalismo”. El número actual de Harper’s está dedicado al tema, con economistas de la talla de Joseph Stiglitz (premio Nobel) y James Galbraith ofreciendo recetas. Paul Krugman, el economista que acaba de recibir el Nobel este año, se dedica al asunto, sugiriendo a Barack Obama actuar “en grande” y tomar inspiración del New Deal, entre otras cosas.

Mientras se busca la manera de “estabilizar” la crisis económica más severa desde la Gran Depresión, piratas somalíes se apoderaron de un supertanquero lleno de 100 millones de dólares en petróleo el fin de semana, el buque más grande tomado por piratas en la historia, y hoy tomaron otro buque de carga, el séptimo en los últimos 12 días. El fenómeno asombró al jefe del estado mayor de Estados Unidos, almirante Mike Mullen, quien encabeza la potencia naval más poderosa de la historia.

Al parecer, es difícil rescatar al capitalismo de sí mismo.

 
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