Usted está aquí: miércoles 19 de noviembre de 2008 Opinión México SA

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Carlos Fernández-Vega
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■ Un “descuido” de 3 mil 240 millones de dólares

Ampliar la imagen Automóviles Peugeot estacionados en el puerto de italiano de Civitavecchia, en espera de ser embarcados para exportación Automóviles Peugeot estacionados en el puerto de italiano de Civitavecchia, en espera de ser embarcados para exportación Foto: Reuters

Tan severo y tupido es el tiroteo por la crisis económico-financiera (que ya llegó, ya está aquí, por mucho que algunos, como el inquilino de Los Pinos, suponga que sólo “pueda avecinarse”), que ciertos personajes de la sagrada familia política del país “olvidaron” sus compromisos relacionados con el estómago de todos los mexicanos, y el costo por tal “descuido” se aproxima a 3 mil 240 millones de dólares.

Allá por los felices tiempos del segundo trimestre de 2008 (cuando en este país no pasaba nada y su gobierno se decía radiante y “goleador”, porque “la crisis es externa”, según afirmaba Calderón), el cuento de la lechera (versión “continuidad”) se repetía un día sí y el otro también. Sobraban pretextos para hacerlo, y entre las cándidas “promesas” que manaban del micrófono oficial destacaban aquellas sobre un mítico presupuesto “histórico” para el campo, una producción “histórica” de alimentos y una cosecha “histórica” de maíz.

Pues bien, como suele suceder en esto de los “compromisos”, nada de lo “histórico” sucedió. Por el contrario, de enero a agosto del presente año la importación de alimentos se incrementó un peligroso 30 por ciento, en comparación con igual periodo de 2007, para lo cual se destinaron más de 14 mil millones de dólares, casi 3 mil 240 millones más que en 2007. Un río de dinero, histórico ese sí, para alimentar a los habitantes de este heroico país, otrora autosuficiente en muchos de los productos que hoy se adquieren en el extranjero.

La “histórica” cosecha de maíz se tradujo en un raquítico “aumento” de 2 por ciento (marzo-agosto) en la producción nacional, mientras la importación de este grano básico en la dieta de los mexicanos, de por sí elevada, se incrementó 83 por ciento (enero-agosto), a un costo de mil 652 millones de dólares (contra 902 millones en 2007), o lo que es lo mismo, casi una tercera parte del presupuesto anual autorizado para la Sagarpa para todo 2008. De hecho, los dineros canalizados a la importación de alimentos (enero-agosto) representaron 2.5 tantos el presupuesto de la secretaría a cargo del ex caballo negro. Y aún no concluye el año de los “compromisos históricos”.

Las cifras mencionadas –recién salidas del horno– provienen del Inegi, hoy a cargo del camaleónico Eduardo Sojo, quien en sus no muy lejanos tiempos “al frente” de la Secretaría de Economía aseguraba que los mexicanos no sufrirían por falta de arroz, que para eso estaban el aparato productivo y el gobierno federal. Y tenía razón el ex escudero de Vicente Fox: de enero a agosto del presente año, la importación de este grano aumentó 68 por ciento con respecto a igual periodo de 2007, mientras la producción nacional (marzo-agosto) se desplomó 55 por ciento.

Felices por los logros, algunos funcionarios presumían otro hecho “histórico”: la producción de trigo en el país se incrementó 13 por ciento (marzo-agosto), y fue tal el gusto que se les “olvidó” mencionar que paralelamente la importación de este grano se incrementó 81 por ciento (enero-agosto), para lo cual se erogaron casi 900 millones de dólares.

Con todo y “compromisos” y “presupuestos históricos”, se robustece la dependencia de los mercados externos y se desvanece la soberanía alimentaria. La importación de prácticamente todos los alimentos que se consumen en el país reportaron (enero-agosto de 2008) fuertes incrementos, con el consecuente aumento en las erogaciones. Es decir, los 3 mil 240 millones de dólares adicionales (una suma similar al presupuesto 2008 autorizado para la Secretaría de la Defensa Nacional) para redondear, hasta agosto, los citados 14 millones de billetes verdes.

¿Dónde quedaron los otrora orgullosos productores mexicanos? Algunos contestarán que exportando, pero algo falla en los indicadores. Por ejemplo, las ventas de carne porcina nacional en los mercados internacionales se incrementó 26 por ciento, pero las importaciones de ese mismo producto aumentaron 38 por ciento (ambas cifras para el periodo enero-agosto). De hecho, el total de exportaciones mexicanas de alimentos creció 17.1 por ciento en el citado periodo, pero las importaciones de lo mismo lo hicieron 30 por ciento.

El recuento del Inegi revela los siguientes aumentos porcentuales en la importación de alimentos: carne de bovino, fresca o refrigerada, 16.4 por ciento; carne de porcino, 38.3; carnes y despojos de aves de corral, 19.7; leche concentrada con o sin azúcar, 52.1; quesos y requesón, 7.6; manzanas, peras y membrillos, 2; trigo, 80.6; maíz, 83.1; arroz, 68.3; habas de soya, 78.5; grasas animales de bovino, ovino y caprino, 38.7; huevo y miel, 12; café, té, mate y especias, 58; cacao y sus preparaciones, 26. Los productos que menor avance reportaron: extracto de malta y sopas, potajes o caldos, con 0.4 por ciento.

Cayeron algunas exportaciones de alimentos: pescado fresco o refrigerado, excepto filete, 26.3 por ciento; crustáceos, 17; pepino y pepinillo, 17.1; aguas y refresco, 5.5. El mayor incremento se reportó en los envíos de hortalizas cocidas.

Resultados concretos para los “compromisos históricos”, en el entendido de que todas las cifras corresponden a la etapa en la que en este país no pasaba nada, porque con la “solidez”, el “navío de gran calado”, el “catarrito” y la “gripa” nos pelaban los dientes, pues la crisis “es externa”. Lo peor del caso es que también hay “compromisos históricos” para que la crisis económico-financiera no afecte al país ni a quienes en él aún sobreviven. Si éstos tienen los mismos resultados que aquellos, agárrense de dónde puedan.

En vía de mientras, los hasta hace poco más de un mes antiestatistas de hueso colorado, hoy claman –aquí, allá y acullá– por la inmediata intervención del Estado y exigen se les “rescate” (sean sectores productivos o especulativos) “por el bien de la humanidad”. En el caso mexicano a tal grado llega el descaro del grupúsculo de siempre, que ahora “recomiendan” que el gobierno “salve” a las “instituciones financieras” de reciente creación, que no son otras que los bancos “chatarra” que Vicente Fox regaló a sus amigotes por participar “democráticamente” a favor de Calderón en el proceso electoral de 2006.

Las rebanadas del pastel

Con cotidiana alegría brotan los dramáticos efectos de una crisis económica que “es externa”: Pepsico anunció la cancelación de 2 mil 200 empleos en México, es decir, 70 por ciento de los que piensa suprimir en distintos países. Lo anterior, aparte de confirmar el “compromiso” que las trasnacionales tienen con México, resulta ridículo, pues, además de Estados Unidos, no existe una nación que consuma más refresco por cabeza que este, en el que “desaparecerán” fuentes de trabajo… Y la Canacintra pone el dedo en el renglón: 63.5 por ciento de las industrias de transformación en el país opera al 40-60 por ciento de su capacidad instalada.

 
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