Usted está aquí: miércoles 19 de noviembre de 2008 Política Doble anuncio: el rescate del PRD y los combates que vienen

■ Con siete palabras Alejandro Encinas cierra la elección interna

Doble anuncio: el rescate del PRD y los combates que vienen

■ Renace el debate partido-movimiento versus partido institucionalizado

Arturo Cano

Ampliar la imagen Alejandro Encinas, en el hotel donde realizó una conferencia de prensa para anunciar su rechazo a la secretaría general del PRD y convocar a simpatizantes y compañeros a construir un movimiento con la finalidad de dar la lucha desde dentro para recuperar el partido de "quienes se han enquistado en su burocracia" Alejandro Encinas, en el hotel donde realizó una conferencia de prensa para anunciar su rechazo a la secretaría general del PRD y convocar a simpatizantes y compañeros a construir un movimiento con la finalidad de dar la lucha desde dentro para recuperar el partido de “quienes se han enquistado en su burocracia” Foto: José Carlo González

“No les vamos a dejar el partido”. Con siete palabras cierra Alejandro Encinas uno de los pasajes más horrendos del drama sin final que fue la elección interna del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

“No voy a cambiar”, ha dicho poco antes, y se ha ganado los aplausos de los asistentes, líderes de las corrientes, legisladores, cuadros medios del partido, la crema y nata de Izquierda Unida, el frente que lo llevó de candidato.

“No les vamos a dejar el partido a quienes se han enquistado en su burocracia”. Encinas recuerda que el registro del PRD proviene del registro del extinto Partido Comunista. Lo dice quizá para subrayar que su adversario en la contienda interna más prolongada del perredismo, Jesús Ortega, proviene del paraestatal Partido Socialista de los Trabajadores.

“En las escisiones rompen los grupos minoritarios y nosotros somos mayoría”, sigue Encinas.

Quizá abajo, en la franja de las bases perredistas muy encanijadas desde la resolución del tribunal electoral. Porque en el Consejo Nacional, en las direcciones estatales, mayoría son Nueva Izquierda y sus aliados, el blanco de la batalla a la que Encinas convoca: la lucha desde dentro para “recuperar” el PRD.

Hay gestos de aprobación entre los asistentes cuando el ex jefe de Gobierno hace su recorrido por los principios y la ética de la izquierda.

Encinas relata el “intenso debate” de los días recientes y la ardua tarea que ha emprendido y seguirá “para que nadie se vaya del PRD y demos la lucha por defender y recuperar nuestra casa”.

Ese debate fue de la mano de la decisión de aceptar o no ocupar la secretaría general. Una parte de los dirigentes, explica Encinas, le insistió que aceptara, porque, en ese cargo, sería “referente de unidad” y una suerte de presidente paralelo del partido. Otra parte le decía que su aceptación equivaldría a convalidar una elección desaseada y la intromisión del régimen en la vida interna del PRD.

Muchas caras mudan a serias o francamente molestas cuando Encinas anuncia que no aceptará la secretaría general.

“No nos ganaron… No puedo permitir que se premie la impunidad”, cierra Encinas.

Tras la resolución del tribunal, Encinas consultó a los jefes de los grupos que lo apoyaron. Todos, con excepción de Mario Saucedo, de los Cívicos, dijeron que debía aceptar la secretaría general.

“Era convalidar a los chuchos”, dice Saucedo, al finalizar la conferencia de prensa de Encinas.

En las reuniones, los jefes de los grupos le dieron a Encinas el mismo argumento que él expresa hoy: no podemos dejarle el partido a Nueva Izquierda. Sólo que según ellos pasaba porque Encinas, pese a su reiterado y larguísimo enfrentamiento con Jesús Ortega, aceptara la segunda posición.

No hubo la misma claridad, según versiones de dirigentes de Izquierda Unida, en las oficinas de Andrés Manuel López Obrador: “Fue ambiguo, le dejó a Encinas la decisión”, dice uno de los líderes.

De ahí vienen las caras largas de muchos. “¿Un movimiento? ¡Esto es un partido y la lucha interna debe darse desde posiciones de poder”, suelta Juan Manuel Ávila.

Saucedo es de los despreocupados: “La conducción va a estar en otro lado”.

Y el senador Ricardo Monreal de los pesimistas: “Les salió baratísimo a los chuchos, nos quedamos a cambio de nada”.

En todo caso, la “lucha de posiciones” no esperó el “posicionamiento” de Encinas. Desde hace semanas, los jefes de los grupos sacan cuentas y pujan por las carteras del comité nacional, otros órganos de dirección y, sobre todo, las candidaturas de 2009.

El achique de Ortega

Apenas acaba Encinas, los reporteros son informados de que Jesús Ortega los espera en sus oficinas. Dura más la espera que el “posicionamiento” de Ortega, quien además divide su conferencia en dos partes: a lo recién dicho por Encinas, y a la invitación de Beatriz Paredes, dirigente nacional del PRI, para hacer una alianza con los perredistas.

Antes que referirse a la decisión de Encinas de no acompañarlo en la dirigencia del PRD, Ortega se congratula de que “ni él ni nadie haya adoptado la decisión de separarse del PRD”. Olvida Ortega las renuncias que ya se publican en los diarios y las que circulan en Internet.

Igual ofrece poner todo su esfuerzo en “hacer funcionar los órganos colectivos de decisión”. “Nos pondremos de acuerdo”, adelanta, en referencia a quien acaba de anunciar la creación de un “Movimiento para la Renovación y el Rescate del PRD”.

Y luego, Ortega da lectura a una carta donde propone a Beatriz Paredes “y otras fuerzas”, un acuerdo nacional para el desarrollo económico y la seguridad.

Quizá olvidando que hace pocas semanas el PRI se proclamó socialdemócrata, Ortega dice que tal acuerdo no significa candidaturas comunes. “Electoralmente, el PRD va a caminar sólo con fuerzas claramente identificadas con la izquierda.”

Aprovechando el viaje del disenso en Izquierda Unida, Ortega dice que coincide con dirigentes de esa expresión en “que esa hubiera sido una solución mejor”. No fue mejor en 1999, cuando Ortega dejó en manos de Jesús Zambrano la secretaría general, tras haber perdido en segunda vuelta con Amalia García.

Encinas prefiere anunciar un movimiento interno sobre cinco ejes: hacer política y fijar posición sobre los temas nacionales; promover la formación política de los militantes; ejercer plenamente los derechos partidarios en todos los espacios del partido; actuar dentro y fuera del PRD trabajando en los movimientos sociales, para forjar un frente de izquierda; y consolidar una estructura territorial nacional propia.

En la estrategia del achique inmediato, Jesús Ortega le da la bienvenida a lo que ve como “una nueva corriente”.

Una corrientota, en todo caso, que dependerá en mucho de las jugadas de las corrientes agrupadas en Izquierda Unida y de su relación con el movimiento que encabeza López Obrador. Así lo dice explícitamente Encinas, cuyo discurso remite a una antigua discusión perredista: el partido-movimiento versus el partido “institucionalizado”.

Es el episodio nuevo de una vieja historia, de un viejo pleito ahora camino a 2009, la estación intermedia hacia la elección presidencial.

 
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