Usted está aquí: jueves 20 de noviembre de 2008 Cultura Muestra Nacional de Teatro

Olga Harmony

Muestra Nacional de Teatro

A un año de cumplir su tercera década, la Muestra Nacional de Teatro –presentada en la lastimada Ciudad Juárez– enmarcó sendos homenajes a los recientemente fallecidos Emilio Carballido y Víctor Hugo Rascón Banda. Como el año pasado, la dirección artística estuvo conformada por Perla Szumacher, More Barret, Fausto Ramírez y Juliana Faesler, a los que se sumó Mario Saavedra. La medalla Xavier Villaurrutia de la muestra fue concedida al excelente fotógrafo teatral Fernando Moguel y la medalla de oro del INBA al reconocido maestro regiomontano Luis Martín Garza. Hubo, como cada año, talleres y mesas redondas, exposiciones, presentación de libros y revistas mas no vendimia de los mismos y entreverada con la nacional, la muestra estatal de Chihuahua que ofreció algunos de los más lamentables montajes que se puedan ver en un escenario, compitiendo en este sentido con la vergonzosa Moliére el hipocondriaco de Arnaud Charpentier y Fermín Zúñiga en cuya escenificación el primero dirige a dos respetables actores de larga trayectoria como si fueran ínfimos cómicos de televisión, inexplicablemente invitada por el INBA.

En esta apretada síntesis, omitiré lo que ya había visto en la capital y algunas escenificaciones que no pude presenciar, como la maratónica Muestra en 5 actos o Piedra de sol, el espectáculo de Nicolás Núñez. Como homenaje a Víctor Hugo Rascón Banda, la muestra abrió con el estreno de Apaches del dramaturgo chihuahuense en una espléndida puesta en escena de Medardo Treviño director del grupo Tequio de Tamaulipas, que ojalá llegue a la capital. Además de una mesa redonda dedicada a los dos dramaturgos, Emilio Carballido estuvo presente con cuatro de las obras de su serie D.F., en las que Alberto Lomnitz y Ricardo Ramírez Carnero coordinaron a cuatro muy jóvenes directores que ofrecieron, también con actores egresados de dos escuelas de teatro, sólidas escenificaciones de El censo, Ni cerca ni distantes, Delicioso domingo y Conmemorantes. Por cierto, en lo que la dirección artística denominó “desmontajes” que eran diálogos posteriores a la representación, uno de los jóvenes intérpretes afirmó, sin pudor alguno, que se había acercado a Carballido “del que se conoce poco y que tiene obras que no parecen suyas”, declaración que permite que uno se pregunte qué les enseñan a los muchachos en las escuelas de teatro.

Excelente, a mi modo de ver, Mara o de la noche sin sueño de Antonio Zúñiga dirigida por Rodolfo Guerrero del grupo Al borde Teatro, AC, que habla de los llamados maras al otro lado de la frontera con búsquedas acertadas de los lenguajes dramáticos y escénicos. También La balada de Lucy Jordan de Fabrice Melquiot dirigida por Guy Delamotte para el grupo bajacaliforniano Mexicali a secas, como producto de un intercambio, fue de lo más relevante, lo mismo que Los locos de valencia de Lope de Vega en adaptación de Antonio Zúñiga y dirigida por Rodolfo Guerrero para los grupos Puerta al teatro y Contrapeso, muestra la versatilidad de la mancuerna Zúñiga-Guerrero y la efectividad de la colaboración de dos grupos. Raquel Araujo cambió por completo su estilo, por dirigirse a estudiantes en el programa de Teatro escolar, con La importancia de llamarse Ernesto de Wilde. La casa de Benarda Alba de García Lorca en dirección de la tamaulipeca Sandra Muñoz tuvo soluciones muy interesantes aunque el inútil travestismo la privó de su intención original.

El montaje de Rojo amanecer de Xavier Robles con el grupo juarense Telón de arena que dirige Perla de la Rosa suscitó en el “desmontaje” asociaciones entre el Movimiento del 68 y el ejército patrullando las calles de Ciudad Juárez en guerra contra el narco, asociación que me parece peligrosa porque abre las posibilidades de que se acepte la represión contra los movimientos populares. La estación de Fernando de Ita dirigida por el propio autor, muestra en su sencillez un rigor del que antes carecía un tanto. Michoacán mostró la única escenificación para niños con La nave de José Luis Pineda Servín dirigida por Gunnary Prado Colorado con el grupo Espacio Vacío Teatro, mientras El rinoceronte enamorado de San Luis Potosí escenificó Disforia de Noé Morales con dirección de Edén Coronado.

 
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