Usted está aquí: jueves 20 de noviembre de 2008 Cultura La más perfecta arquitectura

Margo Glantz

La más perfecta arquitectura

En Madrid varias exposiciones importantes: Rembrandt en el Museo del Prado, la Vanguardia europea y la Gran Guerra en el Thyssen-Bornemisza:  Dix, Schiele, Wadsworth, Kandinsky, Balla, Boccione, Goncharova, Epstein, Macke, Nolde, Severini, Kokoshka, Kirchner, Beckmann, Leger, Villon-Duchamp, Chagall, Gleizes, Brancusi, Marc, Klee… y poemas de Apollinaire, Soffici, Sassoon, Grosz, poeta y pintor. Exposiciones ambas de gran importancia y magnitud.

Sin embargo, me detengo fascinada ante una pequeñísima exhibida también en el Thyssen: la de un holandés del siglo XVII, Pieter Jentz Saenredam, de quien Barthes dijo alguna vez que los interiores de sus iglesias tenían un acabado liso y aterciopelado como la textura de un helado de avellana (y, obviamente, son también de ese color).

Dentro de sus colecciones, el museo cuenta en sus bodegas con cuadros representativos de autores poco conocidos para el público en general y que concentrados en una pequeña sala permiten entenderlos y gozarlos mejor. Saenredam fue uno de los pintores más interesantes de su siglo, se especializó en la pintura de arquitecturas, género muy en boga entonces. Hasta los 30 años había cultivado el género del retrato; luego, se dedicó a pintar exteriores e interiores de iglesias góticas siguiendo distintas variantes,  como lo harían muchos otros pintores de diversas épocas, entre ellos, el italiano Giorgio Morandi durante el siglo XX, artista que la mayor parte de su vida se dedicó a los bodegones y a quien siempre he admirado desde la década de los 50, cuando en París vi una escenografía suya diseñada para una puesta en escena de La Locandiera, de Goldoni, en la compañía de Paolo Stoppa y Gina Morandi; pintor de quien además he visto recientemente una retrospectiva muy completa en el Museo Metropolitano de Nueva York y,   de quien me decepcioné –nunca de su pintura– al leer en su biografía que fue un devoto seguidor de Mussolini: “una de mis mayores satisfacciones fue que el duce comprara y colgara en su casa una de mis pinturas”.

La obra de Saenredam se caracteriza por aplicar desde diversos ángulos las reglas de la perspectiva mediante sutiles modificaciones y leves alteraciones espaciales para transmitir una ilusión de profundidad e imágenes idealizadas. El espectador se encuentra ante el espacio no de forma panorámica, sino que admira sobre todo su profundidad. Explican los críticos Lisbeth M. Herlmus y Gerdien Wuestam: “Saenredam introdujo en el arte una manera de mirar que era, a la vez, estructurante y esclarecedora, y que en ocasiones abruma…”

Nació en 1597 en un pequeño pueblo de los Países Bajos, cerca de Harlem, hijo de un grabador, quien murió cuando él tenía 10 años de edad; desde los 15 fue aprendiz en un taller de grabado y a los 25 ingresó como maestro pintor en el gremio de San Lucas, en cuyos talleres ocupó distintos cargos. Un dibujo de un colega suyo, Jacob van Campen, lo representa con el torso pequeño y la espalda encorvada, por lo que se ha dicho que era probablemente jorobado, aunque no hay mayores indicios de que lo fuera: justicia poética quizá porque sus cuadros representan a la perfección las líneas rectas y la más perfecta simetría.

A mí me encantan sus pinturas no sólo porque son estrictas y armoniosas, sino porque en ellas se representa asimismo a quienes asistían a los servicios y a quienes los oficiaban, son figuras diminutas vestidas a la usanza de la época, con sombreros siempre, esos sombreros de ala ancha, las blancas gorgueras, los pantalones cortos y bombachos, las medias y los zapatos planos, así sean jóvenes, niños o viejos; las damas con vestidos de seda y amplias faldas, trabajadores que excavan una tumba en las baldosas de la iglesia, perros que acompañan a sus amos y personas que juegan a las cartas o a ¿las canicas? acuclillados en el suelo liso y brillante, en suma, la vida pública cotidiana, esa vida que transcurría a sus anchas dentro del estricto territorio de una bella arquitectura.

 
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