Usted está aquí: viernes 21 de noviembre de 2008 Espectáculos La despiden sin más palabras que un reiterado “¡gracias, Anabel!”

■ La conductora, escritora y consejera falleció el pasado miércoles por un derrame cerebral

La despiden sin más palabras que un reiterado “¡gracias, Anabel!”

■ Abrió brecha al hablar sobre sexo sin tapujos en radio y mediante sus libros

■ Su familia eligió un papel discreto mientras radioescuchas y lectores se lamentaban al lado de su ataúd

Tania Molina Ramírez

Ampliar la imagen Además de escribir varios libros sobre sexualidad para adolescentes, Anabel  Ochoa conducía un programa de radio en la 1260 AM, mediante el cual impactó la vida de varias personas que pidieron su consejo. En la imagen, la sicóloga acompañada por su esposo Josu Iturbe Además de escribir varios libros sobre sexualidad para adolescentes, Anabel Ochoa conducía un programa de radio en la 1260 AM, mediante el cual impactó la vida de varias personas que pidieron su consejo. En la imagen, la sicóloga acompañada por su esposo Josu Iturbe Foto: Marco Peláez

“Gracias, Anabel, porque nos enseñaste a vivir, a vivir sin complejos”, dijo una mujer ciega que se abrió paso entre la gente congregada de pie, en silencio, frente al ataúd de la conductora de radio, sexóloga y actriz, y sobre todo consejera, amiga, de miles de personas que escuchaban su programa en la 1260 AM.

La mujer prendió una grabadora con la música de Amor eterno, aquella canción que Juan Gabriel compuso a su madre, y cantó. La siguieron los demás que abarrotaban la sala de Gayosso. Por igual, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, lloraban.

“El mejor homenaje que le podemos hacer es seguir conectados”, dijo también en voz alta una radioescucha. “Compartir lo que aprendimos con ella.”

Y pronto ya circulaban unas hojas para que la gente apuntara sus datos.

En este velorio nadie instruía qué hacer; sin embargo, parecía una coreografía colectiva, como si todos los presentes efectivamente hubieran, sin palabras, elegido actuar juntos. No había lutos separados, aislados, sino un solo luto colectivo. Gente que hasta esa noche no se conocía se abrazaba, ofrecía su hombro para que el vecino se recargara. Y todos compartían en voz alta sus palabras para Anabel, seguidas de aplausos.

En el luto colectivo, la familia de Anabel Ochoa eligió un papel discreto, como asumiendo que al fin y al cabo Anabel era familia de muchos.

Y sí, así actuaba la gente, como si Anabel hubiera sido familiar suya. Como aquella señora que al entrar a la sala lanzó un sentido: “¡Ay, Anabel!”

Cuenta una radioescucha que Ochoa se entregaba a los casos, se apasionaba, hacía todo lo que estaba a su alcance por ayudar a las personas (como conseguirles abogados, sicólogos).

El ataúd estaba rodeado de flores, desde sencillos ramos de nubes hasta elaborados arreglos florales. Al parecer las coronas provenían de empresas y organizaciones, como de su casa radiofónica ACIR. También había una que a lo lejos sólo se alcanzaban a leer las palabras “diversidad sexual”. Una banderita arcoiris acompañaba un ramo.

“Gracias, Anabel, porque por ti salí del clóset”, dijo un muchacho de veintitantos años.

La sexóloga siempre defendió el derecho a la diversidad sexual.

Luchó contra el machismo, como recordó un hombre. También exhortó a las mujeres a que disfrutaran sin miedo del placer sexual.

Habló sin tapujos, llamó por su nombre a las cosas, transmitió valor a la gente para hacer lo mismo.

Había gente que llegaba simplemente con una rosa. Muchos no vestían de negro, como si se hubieran lanzado desde donde estaban en el momento que pudieron.

Al fondo de la sala, al lado del ataúd, había una inmensa foto de quien eligió también ser mexicana.

Anabel Ochoa nació en Bilbao en 1955, y desde hace cerca de 20 años vivía en México. Fue internada el lunes pasado por un derrame cerebral y el miércoles falleció.

“Gracias por el legado de tus libros”, dijo un joven. Ochoa escribió varios, entre ellos Mitos y realidades del sexo joven, Juegos en pareja, Tras el falo y Siete noches de amor.

En años recientes Anabel Ochoa incursionó en el teatro, participó en la obra Monólogos de la vagina, como recordó el productor Morris Gilbert, quien dedicó el estreno de la obra Dulce Caridad, el mismo miércoles por la noche, a Anabel Ochoa.

Aunque sin duda el homenaje que la conductora de radio más hubiera atesorado fue el de este jueves frente a su ataúd. “Viniste al mundo a dar amor”, dijo una mujer mayor.

Tan simple como eso.

 
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