Usted está aquí: lunes 24 de noviembre de 2008 Política La industria automotriz y el daño al medio ambiente

Iván Restrepo

La industria automotriz y el daño al medio ambiente

El año pasado se fabricaron en el mundo casi 70 millones de vehículos. Uno de cada siete fue una camioneta de alto consumo de combustible; poco menos de la mitad de esa cifra se vendió en los países de Europa y en Estados Unidos. En China, 7 millones, poca cosa dirán algunos. Pero será diferente cuando en 15 años más, si la crisis lo permite, haya logrado elevar la producción de coches y el nivel de ingreso de su población. Igual pasará en India, que entonces tendrá un crecimiento socioeconómico de tal magnitud que, junto con el dragón chino, inclinará la balanza de poder mundial. En 2025 el mayor mercado automotriz se concentrará en esas dos naciones, lo que ocasionará una enorme demanda de ciertos insumos: desde acero, vidrio y partes eléctricas y de plástico hasta gasolina, diesel, carbón y los nuevos biocombustibles. Ello repercutirá en el medio ambiente global y en el consumo de medicinas para combatir las enfermedades que traerán más coches rodando por calles y carreteras.

Para obtener una rebanada del pastel automotriz, el consorcio francés Renault-Nissan hará un vehículo de bajo costo a fin de competir con el Nano, de India, el más barato del mundo: costará 2 mil 500 dólares. El de la Renault-Nissan valdrá 3 mil y será exclusivamente para el mercado asiático, pues no reúne las condiciones de seguridad ni las normas ambientales en boga en el primer mundo. En vez de la bicicleta o el elefante, un coche pequeño, que, en lo posible, contamine poco y cubra las necesidades de la población de bajo ingreso. Además, el modelo europeo se fabricará en India, donde en 2010, crisis mediante, 40 millones de familias tendrán poder adquisitivo para comprar un vehículo de bajo costo.

La venta masiva de estas unidades causará serios problemas ambientales y urbanísticos en Asia, donde se ubican las ciudades más contaminadas del planeta. Esto pese a que un habitante de India, China, Tailandia, Corea, Malasia, Vietnam, Laos o Camboya genera en promedio 17 veces menos CO2 que uno de Estados Unidos, y 12 veces menos que uno de Europa. Eso no quita que las grandes capitales asiáticas ostenten récord en mala calidad del aire.

No sobra recordar que el derrotado candidato a la presidencia de Estados Unidos, el señor John McCain, ofreció premiar con 300 millones de dólares a la compañía de su país que fabricara un motor para autos que emita el mínimo de contaminantes. También, incentivos fiscales a las que los reduzcan en los autos que producen. McCain deseaba un modelo que funcionara a base de baterías eléctricas. De esa manera, aseguraba, su país dependería menos del petróleo de gobiernos “hostiles” a Estados Unidos y que apenas ayer fueron sus aliados. Nadie recuerda ya sus propuestas.

En cambio, la Renault-Nissan firmó un acuerdo de cooperación con Israel para fabricar en este país un coche eléctrico. Funcionará a base de miles de puestos fijos de energía en los que los dueños de vehículos podrán recargar las baterías. En enero pasado, el gobierno israelí prometió medidas fiscales para alentar la compra del nuevo coche, que aliviará los problemas de consumo de petróleo y los de salud y medio ambiente. En Israel hay un millón de vehículos que se mueven con gasolina y diesel; en promedio circulan menos de 70 kilómetros al día, por lo que el sistema que se propone tiene un futuro asegurado.

En cambio, nada halagüeño lo es el de América Latina en cuanto a su parque vehicular, al transporte público y de mercancías. Los gobiernos dejaron en manos de las trasnacionales automotrices, especialmente las estadunidenses, hoy en quiebra, ese importante campo de la actividad industrial. Por eso, ciudades como Santiago, México, Caracas, Bogotá, Sao Paulo, Medellín, Oaxaca, Puebla, Guadalajara o Monterrey carecen de sistemas de transporte público eficientes y reina la contaminación y sus efectos en la salud pública.

El atraso respecto de Europa, por ejemplo, es abismal y va en sentido contrario de lo que dicta la sensatez: transporte colectivo moderno y eficiente (metro, trenes de corta y larga distancia, autobuses y tranvías, coches particulares menos contaminantes). Se impuso el reinado de la chatarra automotriz.

 
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